IOM3 – SFP “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico: Solo vale la pena sudar por lo singular” A cago de Susi Epsztien

IOM3 –  SFP 2024 «Los escritos técnicos de Freud leídos desde Lacan»

Clase General  “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico: Solo vale la pena sudar por lo singular”

A cargo de Susi Epsztein (APde la EOL y AMP, Docente del IOM3) 25 /10/14

Susi Epsztein, en la clase titulada “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico: Solo vale la pena sudar por lo singular”, presenta los siguientes interrogantes: ¿Cómo escucha el analista? ¿Desde dónde? ¿Qué debe suceder para que sea posible esa escucha?

Como punto de partida toma la regla fundamental de la práctica psicoanalítica: la asociación libre. Plantea a la misma como una apuesta a lo inconsciente. Freud al abandonar la técnica de la sugestión y el método catártico, deja de dirigirse al núcleo traumático y da cuenta de que es en el discurso en donde adviene lo inconsciente. La asociación libre pone en funcionamiento el principio de placer, en tanto posibilita articular lo real a lo simbólico, en otras palabras, la articulación de la pulsión con el significante. Esto propicia cierta homeostasis en el aparato, cierto atemperamiento y obliteración.

En “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico” se constata que en la práctica psicoanalítica no hay procedimiento ni técnica, sino que se rige con una ética y una política, la cual orienta la posición del analista. Al analizante se le presenta el imperativo analítico “Hable”, que refiera todo cuanto se le ocurra, sin crítica ni selección previa, con el fin de la apertura del inconsciente; de parte del analista se espera la escucha, la atención parejamente flotante, para la cual resulta necesario “no querer fijarse”. Freud consideraba un riesgo concentrar la atención sobre un punto ya que llevaría a seleccionar el material, selección basada por inclinaciones y expectativas propias del analista, lo que resultaría no hallar nunca más de lo que ya se sabe. Miller en su escrito “Punto de Capitón” menciona que el analista no es neutro ni benevolente, hay una distancia entre la dirección de la cura y el ejercicio de la bondad, lo expresa Lacan en La dirección de la cura y los principios de su poder: “La bondad -dice- […] no podría curar que ella misma engendra. […] La más aberrante educación no ha tenido nunca otro motivo que el bien del sujeto”. El analista no es ingenuo, hay una elección en la dirección de la cura: la elección por la verdad, la elección por la política del síntoma y de lo real. En el campo donde nos encontramos, el del psicoanálisis, no existe la neutralidad sino más bien se trataría de la abstinencia; el analista debe abstenerse del poder que podría ejercer, por el lugar del Otro que ocupa en la situación analítica, y también de su goce. La escucha analítica se da a partir del cierre del inconsciente del analista, éste no escucha desde sus fijaciones, ideales y/o fantasma, sino que debe ir más allá de los propios complejos, implicando la suspensión de la dimension yoica del analista. Esto puede leerse en la dirección de la cura cuando Lacan dice que el analista paga con su persona y con su juicio íntimo. Freud, en observaciones sobre el amor de transferencia, utilizó el término “indifference” cuando se orienta por no responder a los sentimientos tiernos de los pacientes debido a que produce efectos contratransferenciales.

Esta suspensión, a su vez, implica una operación del analista respecto de su narcisismo, en tanto supone no caer preso de su propia demanda de constituirse en analista en tanto ser. Para esto y para que no interfieran los propios complejos entorpeciendo la dirección de la cura, resulta indispensable el análisis propio y el control.

La regla de la abstinencia es un concepto operador que articula transferencia y pulsión. Es mediante una respuesta inédita del analista, en donde no satisface, pero tampoco frustra la demanda pulsional, lo que posibilitará que en la transferencia ingrese la dimensión pulsional. Esta regla será orientada por la presencia del deseo. Entonces no hay neutralidad, hay deseo del analista. Miller nos dice que el deseo del analista es el deseo de alcanzar lo real, de reducir el otro a su real y liberarlo de sentido. Se trata de una función, de un operador y no de una consistencia de ser. Es un lugar vacío que hay que poder sostener y habitar. El deseo del analista, bajo la forma del deseo de ser analista, es un deseo impuro ya que emerge de la patología neurótica y de la terapéutica de la misma. Estas razones neuróticas, son lo que van a dar una forma singular, un estilo, a nuestro lugar de semblante de objeto. El estilo entonces da cuenta de la fijación y del sinthome del analista, este último funcionará como brújula, instrumento, lazo, que demuestra un saber hacer con el síntoma.

 

Reseña: Gimena Gariboti – CID San Luis

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