Luciana Varela

Que estamos en la era del todo no es una novedad. El prefijo pan derivado del griego señala eso mismo: pansexual, panóptico, panteísmo … de modo tal que ¿porqué creer que un virus o todos los virus no puedan ser pandémicos? Nada augura lo contrario, es un hecho. Pero también pan remite a lo nuevo, sino preguntémosle a Xul Solar.
Del Todo al Uno implica una subversión, un movimiento, una novedad. El psicoanálisis lacaniano sabe de eso: ¿Cómo es que Uno se aburre del Otro panoptiqueano y lo deja caer? Para ello, hace falta servirse de la panlingua no sin retoquecitos ni trucos. Pero también del cuerpo, ¡A ver si todavía nos creemos que podemos sustraerlo para destituir al Otro!
Si ese escándalo implica un movimiento, no es sin el cuerpo que sabemos está hecho para moverse. Por lo que crearse lalengua que hablamos destituyendo un poquito al demonio que inventamos y habitamos, no es tarea fácil. Me imaginé ese movimiento como un juego, pero un juego de mesa, de los de antes, aquellos que desempolvamos gracias a la cuarentena. El juego va de la Panacea al PanUne, de la cura para todos al remedio de cada Uno. El juego consistiría en un jugador y Todos los jugadores condensados en un-otro-jugador. Se sale del casillero de llegada, es el único que dispone el tablero. En medio, toda suerte de obstáculos que el futuro Une tiene que inventar, si logra inventar un obstáculo del que se queje poco, puede seguir, si piensa mucho en ellos, queda anulado, si tiene Panico queda petrificado y perderá la vuelta. A medida que avanza, esa condensación va perdiendo densidad y el movimiento se hará más liviano. El casillero Une lo espera al principio, -donde siempre estuvo, aunque no a la vista- ¿Qué gana? Solo Une lo sabe, Une mismo.

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