SCA 7ma. Clase Gral. «El complejo de castración. La carencia del padre en Juanito». A cargo de Norma Sierra y M. Gabriela Santiano.
En el mes de octubre tuvo lugar la 7ma clase general del seminario clínico anual, de la mano de Norma Sierra y Gabriela Santiano, quienes nos llevaron por un muy interesante recorrido alrededor del complejo de castración y las distintas incidencias del padre, articulándolo con el caso Juanito. Situando las lecturas de los capítulos XIII y XXI del seminario IV entre otras.
La clase comienza con el comentario de Norma Sierra, que aclara siguiendo a Lacan en el cap. XIII, “hay dos momentos a diferenciar, por un lado, el complejo de Edipo y por el otro el complejo de castración” (pp. 217). Al respecto, es posible seguir a lo largo de la obra de Freud todo un desarrollo del complejo de Edipo, que culmina en 1924 donde sitúa finalmente sus elementos estructurales. Del complejo de castración no hay tal elaboración freudiana, y será Lacan quien se encargue de ello y lo sitúe como “eje del complejo de Edipo.” Continua, el complejo de castración es un momento dramático y Lacan propone dar cuenta del sentido preciso de este momento dramático para el sujeto.
Ubica para ello un primer tiempo que consiste en el juego fálico imaginario entre la madre, el niño y el falo. Momento que introduce al niño en la dialéctica de la frustración. Será vía de la intervención del padre simbólico sobre la base del juego imaginario niño-madre-falo, que surge por debajo la castración simbólica.
Norma nos señala que efecto de ello, el niño deja de ser el falo que le falta a la madre para instalarse ahí un menos phi. El objeto imaginario puede ser sustituido por esta referencia simbólica, puede venir cualquier objeto a ocupar este lugar en una ecuación simbólica.
Retomando la noción de privación como agujero real que introduce Lacan, Norma precisa:
“Es necesario que algo este simbolizado para poder decir que se está privado de eso, si un objeto no estuviera simbolizado no podríamos decir que no está, a su vez al decir que el objeto no está, al negativizarlo, lo hacemos existir como ausente, es decir como significante. El objeto en cuestión en la privación es el falo ausente de la madre. La subjetivación de esa privación es la castración.”
Esta privación le plantea al niño una encrucijada, se trata de un momento nodal:
“Tener que asumir, registrar, subjetivar la privación materna […] Depende se asuma o no se asuma es lo va que va a suceder en relación a la decisión estructural del sujeto”
Nos aclara que para que esta operación se efectué, no es sin el padre como agente de la castración, que posibilite la salida del drama imaginario que lo introduce en el Edipo.
Siguiendo el Seminario V, nos señala algo fundamental respecto a la encrucijada y su salida. “Es necesario, mas no suficiente, decir que hace falta una ley, una cadena, un orden simbólico, sino que es preciso un padre como existente.” El orden simbólico puede ser transmitido por la madre misma, ahora bien, para pensar el Edipo en su efecto sobre la sexuación, sobre el goce y la diferencia de los sexos, es necesario que el padre de la realidad encarne el nombre del padre. Lo ilustra con una cita de Tarrab M. (2023), respecto del padre “Es cierto que no hay Otro del Otro, pero debe haber el Otro del padre”.
Con ello nos introduce hacia la diferencia entre el padre simbólico, imaginario y real.
El Padre simbólico es un significante que instaura una ley que estructura lo simbólico. Y nos aclara, “no está en ninguna parte, al padre simbólico solo se llega por una construcción mítica”. Se trata del padre que es un significante, es el padre de la horda que luego de su asesinato, sobrevive como significante. No es el gozador, lo matan para conservarlo, como significante de la ley. Se lo mata porque en ello se juega el amor al padre, la identificación al padre.
Es importante, como resalta Norma, “el padre no está representado, sino en lo imaginario. Representa a la ley, pero no se identifica a ella.” Si lo hiciera, si profiere la ley, sobre todo, sería un padre psicotizante como el padre de Schereber.
Esta representación imaginaria es lo que capta el niño, se trata del padre fantaseado, imaginarizado. El sujeto, lo asume como causa de la privación, pero en realidad no es su causa, es su agente. El neurótico fantasmaticamente lo hace causa: “me saco lo que quería…”
El padre real es una noción compleja de abordar, al respecto Norma toma las referencias que lacan propone en la clase XIII del seminario IV, no sin antes advertirnos lo inconcluso de la misma.
“Con respecto al padre real, el mismo no es captado por el niño porque se interpone los fantasmas y la necesidad de las relaciones simbólicas […] es al padre real a quien le conferimos la función destacada en el complejo de castración”. Al párrafo siguiente indica que la castración siempre está vinculada con la incidencia, con la intervención, del padre real. “También -nos dice lacan- puede estar profundamente marcada, y profundamente desequilibrada, por la ausencia del padre real. Esta atipia, cuando se da, exige la sustitución del padre real por alguna otra cosa, lo que es profundamente neurotizante.” (pp. 223)
Una propuesta de Norma para entender ello, es ubicar al padre como quien debe ser encarnado, el existente.
Es tomando esta noción de padre como existente que se admite pensar al padre ya no solo como deseante, como instaurador de un orden simbólico, sino como aquel que tiene incidencia sobre el goce. Cuestión que puede dilucidarse mejor hacia el caso Juanito.
Introduciendo el caso Juanito, Norma señala que el complejo de castración implica el trauma sexual. Y propone la serie “trauma sexual, angustia y castración, estos tres componentes se articulan a la incidencia del padre”.
Lo esencial es la instauración de la ley, pero lo fundamental es el padre real. La castración depende de una incidencia que acarrea angustia para el sujeto. Esa encrucijada va a llevar al sujeto a asumir esa privación como agujero real y subjetivarlo como complejo de castración. Se trata, de una incidencia traumatizante. El trauma siempre es sexual.
El descubrimiento de la castración en la madre es fundamental, el niño puede jugar a ser el señuelo del falo materno, de engañarla en que puede colmar su falta. Pero en un momento algo pone termino en esa relación. Y es la apuesta por el padre como aquel que libera al niño de tener que responder al enigma de ser el falo de la madre. Puntúa Norma:
“Es el padre el que responde a eso. Se trata de cómo responde él con su cuerpo a ese problema del deseo materno. El padre libera en tanto divide a la madre en tanto madre y mujer, porque hace de la mujer causa de su deseo. Es el padre que además de encarnar la ley, hace intervenir algo más, una incidencia a nivel del goce”.
En Juanito aquello que pone termino a su juego imaginario es que el pene se ha convertido en real, le sobrevienen sensaciones inusitadas y su padre no responde. Ahí aparece lo traumatizante.
Lo importante, resalta Norma “es que Juanito queda atrapado entre la emergencia de la pulsión y todo ese juego del señuelo imaginario con la madre”
Lo que se abre para él es la boca del cocodrilo de la madre insaciable, sin el falo simbólico que podría introducir el padre. No se simboliza el falo, queda en lo imaginario y es allí donde se juega para él la castración.
Juanito ya no es falo que colma la madre, queda la boca abierta y surge la angustia de devoración, de ser devorado por la madre. La fobia es un intento de solución ante la angustia del deseo del Otro. Es una solución porque la fobia hace intervenir algún objeto, que siempre es un objeto simbólico, cuya función es suplir al significante del padre simbólico.
Si la cura se produjo es porque intervino el padre real que solo pudo hacerlo porque detrás estaba el padre simbólico que era Freud. Es una solución porque reordena el mundo simbólico con lo imaginario. Valiéndose de la construcción fantasmática, la cura llega cuando puede elaborar simbólicamente la castración.
Norma concluye indicando que el problema que intenta solucionar Juanito con su fobia es que se ha desordenado lo que antes se ordenaba imaginariamente, ahora el falo ya no es solo algo con lo que se juega, se ha vuelto rebelde, tiene sus propias exigencias. Se trata de saber entonces como se va a poner en orden todo eso.
Gabriela Santiano toma la posta, y comienza con el capítulo XXI del seminario IV “Las bragas de la madre y la carencia del padre”.
Siguiendo a Lacan, nos precisa de entrada que “Juanito es una palabrería y que reviste de interés porque se vincula con algo muy consistente, una fobia” (pp.356). Se trata de un texto a ser leído y lo importante del mismo es su lógica.
Tomando lecturas de Lacan y de Miller, va puntuando distintas construcciones y movimientos fantasmáticos que realiza Juanito, situando que de lo que se trata es del pasaje del falo imaginario al falo simbólico.
Nos anticipa junto a Lacan que este caso no se trata de una cura, sino una tentativa de solución o resolución curativa.
Respecto a las bragas de la madre, como lo menciona el nombre del cap. XXI. Gabriela indica que se trata de un elemento por el cual Juanito se interesa particularmente, interés que responde a quien manda en la casa. Una presencia muy fuerte de la madre que habla a su vez de la carencia del padre.
Citando a Lacan, señala que no es lo mismo las bragas sueltas que en el cuerpo de la madre. “Si están sueltas escupe, se revuelca, le da asco. Pero si las tiene la madre el sentido es muy distinto”. (pp. 356)
Todo un despliegue se hace en relación a las bragas, en particular lo que sucede con los lumpf, los excrementos. Juanito entra con su madre al baño y cada vez que ésta se quita o se pone las bragas, él está ahí para el juego de ver y no ver. También de ver lo que no puede ser visto. Para ello hay que ver detrás de un velo, un velo detrás de la inexistencia.
Citando a Lacan señala, “detrás del velo, de las bragas, del vestido se disimula el fantasma esencial de las relaciones del niño y su madre, el fantasma de la madre fálica. Si el lumpf tienen un sentido suplementario en el interior del sistema es por su homología respecto a la función de las bragas, es decir la función del velo.” (pp. 359)
Lacan ubica, nos dice Gabriela, en la misma línea el excremento y las bragas, como velos. Ambos como algo que puede caer. Por ello Juanito necesita que su madre tenga un falo, le hace decir que lo tiene, negar esa ausencia, por eso se le hace un problema si se cae.
“La caída junto con la mordida son los polos importantes de la fobia” nos comenta Gabriela e introduce el juego del fantasma de la bañera.
Al respecto, señala que el sueño de la bañera y el desatornillador, plasman el peligro para Juanito de quedar fijado, adherido, atrapado. Por ello la importancia de la amovilidad y el destornillamiento. El pasaje de la fijeza a lo que se moviliza y el tornillo, como aquello que permite sacar y poner. Se trata, de elementos de la sucesión fantasmática, en los que Juanito va encontrando un modo de hacer operar aquello que no opera, alguien que venga a poner un tope al mordisco materno. En suma, estos movimientos permiten con los elementos imaginarios ir hacia el falo simbólico.
La situación se le complica a Juanito con la aparición de dos elementos reales, Ana, un niño real, y el órgano, el pene real.
Lacan en la Conferencia en Ginebra sobre el síntoma -cita Gabriela- refiere que “en ciertos seres el encuentro con su propia erección no es autoerótico en lo más mínimo, es de lo más hetero que hay. El síntoma fóbico es la expresión, la significación de ese rechazo, el goce que resulta del pene le es ajeno. La fobia quiere decir estar amedrentado por él.”
Se trata de aquello que irrumpe y fractura la homeostasis narcisista del cuerpo.
Gabriela nos aclara esto tomando a los cordeles como referencia y situando que el goce fálico queda por fuera de lo imaginario, por fuera del cuerpo. No entra dentro de la consistencia imaginaria del cuerpo propio. Por ello que es lo hetero, lo ajeno, respecto al cuerpo.
En definitiva, Juanito se encuentra con que hay algo que sin duda le pertenece, pero no sabe qué hacer con ello y tropieza con el rechazo de la madre. Había organizado su mundo, pero de repente algo se desmorona. Su pene tanto como el niño mismo, son poco para representar el falo y su madre busca otra cosa.
Tanto el caballo que muerde y el que cae, son significantes de dos caras, tanto deseados como temidos. Como si Juanito se dijera “como ya no puedo satisfacer a mi madre, ahora ella va a morderme.”
La castración materna implica para el niño la posibilidad de la devoración y del mordisco. Hay anterioridad de la castración materna y la castración paterna es un sustituto suyo.
Al respecto Juanito hace todo un trabajo para desactivar a la madre, con la bañera y con el tornillo, permite que no quede fijado, que algo sea movible respecto a la madre. Es un pasaje de tenerle miedo a desarmarla, desactivarla.
Así mismo no solo están estos elementos sino también el perforador y el taladro, elementos puramente significantes, se trata del pene paterno. Hay carencia y entonces Juanito hace un esfuerzo por restituir una situación estructural, le pide de modo imperioso la entrada en función de este padre respecto a la madre. Le demanda al padre que sea malo y que además sea carente igualmente con la madre. Le reclama al padre que cumpla su papel, que se dirija a la madre, que juegue de verdad el juego.
Gabriela nos dice que hay un padre simbólico, Freud, pero no suple en absoluto al padre castrador, entonces se trata de encontrar una suplencia para este padre que se obstina en no querer castrar, se trata de saber cómo va a poder soportar Juanito su pene real, precisamente porque no está amenazado, aquí el fundamento de la angustia.
Otro elemento que interviene, como un término inasimilable es Ana, Gabriela nos señala que esto no está muy trabajado en este capítulo por Lacan, pero rescata algo importante. Ana está bajo una forma totalmente fantasmática, idealizada, y Juanito la hace montar sobre el caballo de la angustia. Se identifica a ella, le funciona de soporte, dejándole a ella el pequeño pene. Por ello que su elección es heterosexual pero su posición es femenina, identificada con el doble que es Ana.
Para concluir, Gabriela se apoya en Miller para decir que la solución de la fobia es el complejo de Edipo. En esta observación Lacan nos muestra el sujeto en búsqueda del complejo. Es un llamamiento a la sustitución mayor del deseo de la madre por el nombre del padre. Puede decirse que la base clínica de la metáfora paterna es la observación de Juanito. El significante caballo, capaz de tomar significaciones sumamente diversas, al poner en forma la ecuación, la solución de Juanito y las permutaciones que le precedieron, hace del caballo un nombre del padre de recambio, un sustituto del nombre del padre. Esta función se encuentra en singular, en calidad de punto de basta mayor de la articulación, podría ser un nombre del padre propio.
Reseña. Gerardo Rotte – CID San Luis.