El viernes 8 de junio, tuvo lugar la clase general de junio: «El goce transgresivo». La misma estuvo a cargo de nuestro compañero y docente Sohar Ruiz.
Sohar comienza tomando como referencias para su clase, el seminario siete de J. Lacan, “La ética del psicoanálisis” y el texto de J. A. Miller “Paradigmas del goce”, más específicamente el paradigma tres , “El goce imposible”.
La clase estuvo orientada por un enigma, ¿qué sucede con el síntoma en este seminario? El síntoma aparece como respuesta al goce malo, se establece como barrera entre el significante y el goce, no dependiendo ahora de la represión que es un mecanismo significante, sino de la defensa que está en relación al goce. Con esta idea se produce una ruptura en la enseñanza de Lacan.
Ubica dos disyunciones en el texto de Lacan que viene trabajando; la primera será entre el significante y el goce y la segunda la del principio del placer y el goce.
Entonces, siguiendo a Miller, el modelo sobre el que va a pensar el goce real es el das ding. El principio de placer se organiza en el horizonte del das ding pero nunca lo toca. Lo ejemplifica con la problemática de los sueños de angustia de Freud, hay un deseo que avanza hasta que se despierta un punto de angustia, hay allí la aparición de algo que no tiene que ver con el placer. Sin embargo la orientación de las representaciones están tensadas por la aparición de eso, todo el sistema significante funciona como una defensa para esto extranjero. La cuestión del das ding queda más cerca del gobierno del principio de realidad.
Menciona que lo interesante y lo subversivo en este momento es pensar que el principio de realidad implica su orientación por el encuentro con das ding, con la cosa que está afuera, que es extranjero, que es extraño, que es hostil; y que el principio de placer le da la posibilidad de un armado, de una defensa que sigue tras ese encuentro y lo evita porque es horroroso. Asimismo aclara, que ese objeto no se encuentra nunca porque fue perdido de manera absoluta, eso perdido es das ding y es necesario alucinarlo para que el mundo de la percepción se organice. Los sujetos nos orientamos a partir del principio de placer no del principio de realidad.
Para poder ubicar en la clínica lo que viene desarrollando se detiene en el síntoma neurótico y aclara que la satisfacción pulsional está del lado de lo real porque esta fuera del significante. Y el significante es otra cosa, es algo con lo que uno se las arregla justamente para poder defenderse de ese goce invasivo.
Se detiene a reflexionar el síntoma neurótico e indica que en estos términos debemos pensar que el síntoma histérico tendría que ver con una voluntad de la recreación de ese estado de satisfacción primero del encuentro con das ding pero ubicado en tanto aversión, como horror. La histérica intenta mantener un deseo insatisfecho, es la queja de una satisfacción que no llega nunca y si llega hay un retiro. Mantiene ese objeto das ding con la cualidad de la insatisfacción. Y en el obsesivo cuando se presenta un monto discreto de placer hay la postergación. Lo que se le presenta cuando hay cierta satisfacción de deseo es la muerte por exceso de goce. Es decir que el principio de placer en el obsesivo funciona en la evitación del placer. En estos términos se puede comprender la idea que el síntoma desarrolla que el goce es malo.
Avanzando la clase considera otra coordenada que hace eje en el seminario siete y se encuentra articulada con nuestra temática. Toma a Antígona y analiza que este “lo hago porque si” es un real que aparece sin ley, es un punto de aparición en lo simbólico de algo de otro orden. En este momento el goce es un exceso, y se accede a él por transgresión.
Animando a los participantes a no perder la brújula de la clínica en un seminario que tiene mucho de filosofía, el docente dio por concluída su clase. Agradecemos sus valiosos aportes.
María Florencia Landolfo Cagnina.
CID San Luis
IOM2