A cada quien, su Humpty-Dumpty
– Cuando yo uso una palabra – dijo Humpty-Dumpty con un tono burlón – significa precisamente lo que yo decido que signifique: ni más ni menos.
– El problema es – dijo Alicia – si usted puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
– El problema es – dijo Humpty-Dumpty – saber quién es el amo aquí. Eso es todo.
Alicia a través del espejo.
Lewis Carroll.
Una novedad destacable de la pandemia que vivimos es que nos atraviesa en tiempos de post-verdad.
Hagamos la diferencia con la peste de Tebas. Allí, la verdad reprimida del incesto podía resolver el acertijo y librar a los tebanos de sus dolencias. Pero, y si es una fake news, una campaña de desprestigio, una manipulación de Cambridge Analytica o sus sucedáneas?
El discurso amo se encuentra fragmentado, atomizado, y el sujeto se difracta en multitud de pequeñas imágenes, como los “yoes” de Freud en “el sueño de la inyección de Irma”. Un poco incrédulos, un poco maníacos, un poco asustados, un poco paranoicos, muy angustiados…
Esto no es efecto del coronavirus, sino del pandemónium de sentidos que se multiplican por los innumerables canales de los que disponemos.
Me pregunto si en este momento no se demostrará crucial la operación del analista, que vía amor de transferencia posibilita ordenar el saber en torno al S1, y entonces ubicar, aproximar, y hasta inventar para cada quien su Humpty-Dumpty. Luego, para los que así lo dispongan, se podrá jugar con él la partida.
Andrés Romero