Introductorio La dirección de la cura 2021

Curso introductorio 2021

Segunda clase: La dignidad de la Interpretación

En la clase anterior, nuestro director Anibal Leserre, nos dio orientaciones muy precisas para este curso introductorio sobre “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Nos marcó ejes fundamentales para entender la acción analítica y los principios de nuestra práctica. Dejó esbozadas las preguntas dirigidas al “hacer” del analista: en la interpretación, en la transferencia y en cómo actuar con el propio ser. Nos habló de cómo en este texto que desemboca en el punto del deseo, Lacan abre todo un programa que pone en la cúspide al deseo del analista, o sea el deseo situado en quien opera. Es decir que nos dejó muchas coordenadas para la lectura de este texto, que son de una gran amplitud y que iremos tomando por partes en cada una de estas clases. 

Quedó marcado con eso que en este Escrito (que tiene la forma de informe, porque allí Lacan está respondiendo a un texto colectivo llamado “El psicoanálisis de hoy”) el acento no está puesto en el analizante, sino que está puesto en el hacer del analista, en su práctica. En algún lado dice: “El analista en el banquillo”.

Luego también vimos diferentes formas de ordenar este texto. Luego del primer apartado “¿Quién analiza hoy?”, sobre la que trató la clase anterior, vienen tres apartados que son tres preguntas: ¿Cuál es el lugar de la interpretación? ¿Cuál es la situación actual de la transferencia? ¿Cómo actuar con el propio ser? Luego, el capítulo final que es una afirmación “Hay que tomar el deseo a la letra”. Esta clase estará centrada en la primera de esas preguntas ¿Cuál es el lugar de la interpretación? Vamos a dividirla en dos partes:

  • El lugar de la interpretación ¿De qué lugar se trata? Su lugar en la actualidad analítica de Lacan; su lugar en el momento de su enseñanza de primacía de lo simbólico; su lugar en la secuencia freudiana: interpretación – transferencia (referencias freudianas)
  • ¿A dónde apunta la interpretación? Dos modos de la táctica de la interpretación: el corte de sesión y la alusión. La incidencia de la interpretación respecto a: la división subjetiva, la entrada en análisis y la construcción del síntoma analítico. 

 

PRIMERA PARTE: EL LUGAR DE LA INTERPRETACIÓN

María Carina Magallán

Antes de entrar en el capítulo que corresponde a la interpretación, y en esta línea de ubicar el eje de este texto en el “hacer” del analista, en la acción analítica, en la página 567 Lacan dice que, en esa empresa común que es la experiencia del análisis, el paciente no es el único que pone toda la cuota. “El analista también debe pagar”.  Y nombra los pagos del analista: 

-Con palabras, en la interpretación

-Con su persona, en la transferencia.

-Con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo.

Luego en la misma página, en el parágrafo 4, y refiriéndose a la interpretación, dice: “Intérprete de lo que me es presentado en afirmaciones o en actos, yo decido sobre mi oráculo y lo articulo a mi capricho, único amo en mi barco después de Dios, y por supuesto lejos de poder medir todo el efecto de mis palabras, pero de esto precisamente convertido y tratando de remediarlo, dicho de otra manera, libre siempre del momento y del número, tanto como de la elección de mis intervenciones (…)”. 

Esta frase se refiere a la libertad del analista en el nivel de la interpretación. Aquí el analista es donde más libre es. Una libertad que en las páginas siguientes va a articular a la táctica (a la vez que pondrá la transferencia del lado de la estrategia y el ser del analista del lado de la política). Esa libertad se debe a que puede elegir la contingencia, la oportunidad, dice “libre del momento y del número” (a diferencia de la transferencia o estrategia donde el analista es ubicado por el sujeto, no es tan libre); incluso, si pasa la oportunidad, la repetición del inconciente volverá a dar otras oportunidades. O sea que aquí es más libre, aunque NO totalmente libre, ya que no es libre de actuar desde su propio ser, desde su propio fantasma, no puede decir cualquier cosa, sino que debe interpretar en relación al decir del analizante. ´

Ahora sí entramos en el Apartado II “¿Cuál es el lugar de la interpretación?” (página 572). 

  1. El lugar en la actualidad psicoanalítica de Lacan (1958, aunque hemos dicho que es un texto de mucha actualidad incluso hoy) 

Parágrafo 1: Empieza diciendo que la interpretación, en la comunidad psicoanalítica, tiene un “lugar mínimo”. Esto lo dice en el marco de fuertes críticas a otras doctrinas sobre la interpretación y a ese texto colectivo al que estaba respondiendo. Y enumera una serie de intervenciones que no merecerían ser consideradas interpretación: “modos de intervenciones verbales que no son interpretación: explicaciones, gratificaciones, respuestas a la demanda… etc. (…) incluso una expresión articulada para empujar al sujeto a tomar una visión (insigth) sobre una de sus conductas, y especialmente en su significación de resistencia, puede recibir un nombre completamente diferente, confrontación por ejemplo, aun cuando fuese la del sujeto con su propio decir, sin merecer el de interpretación, por sólo ser un decir esclarecedor”. 

Aquí es importante resaltar lo que había dicho en la página 567 “pagar con palabras, sin duda, si la transmutación que sufren por la operación analítica las eleva a su efecto de interpretación”. Vamos a dejar resaltada esta palabra “transmutación”, porque marca que, sólo si ésta se produce en el sujeto por efecto de una intervención, va a poder ser llamada “interpretación”. Podemos decir, en relación al título de la clase, sólo así tendrá la dignidad de interpretación. 

  • El lugar dentro de su elaboración, en ese momento de su enseñanza, esto es: la primacía de lo simbólico y de la función del significante

Parágrafos 2 y 3: Aquí nos acerca a todas sus elaboraciones entre 1953 y 1958, periodo que se conoce como “Retorno a Freud”, y a partir de estas elaboraciones va a situar la acción del analista en el plano de lo simbólico y no en el imaginario, que es lo que imperaba en la comunidad analítica. Y en estos parágrafos nos acerca a la complejidad de ese simbólico.

Comienza el parágrafo 2 volviendo a mencionar el término “trasmutación” y luego el lugar donde actúa la interpretación para que esa transmutación se produzca. Dice: “Ningún índice basta para mostrar dónde actúa la interpretación si no se admite radicalmente un concepto de la función del significante, que capte dónde el sujeto se subordina a él hasta el punto de ser sobornado por él (…) La interpretación, para descifrar la diacronía de las repeticiones inconcientes, debe introducir en la sincronía de los significantes que allí se componen algo que bruscamente haga posible su traducción – precisamente lo que permite la función del Otro en la ocultación del código, ya que es a propósito de él como aparece su elemento faltante”. 

Ya aquí vemos que Lacan está destacando la importancia del significante y la función del Otro para situar la interpretación. Aquí podemos intentar transmitir lo que él ha venido elaborando desde 1953 donde se ubican esas nociones. Este texto/informe se localiza en un movimiento que se está produciendo en su enseñanza en esos años y que tiene que ver con el pasaje de las leyes de la palabra a las leyes del lenguaje.

  • En el año 1953, con el escrito “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” inicia lo que conocemos como “Retorno a Freud”, que se puede situar entre este año 1953 y 1958, y que es entendida como la reconquista, por parte de Lacan, de la dirección freudiana en la que otros se habían extraviado. En ese artículo es donde formula que “el inconciente está estructurado como un lenguaje”. A este axioma lo menciona aquí y desde él lee el inconciente de Freud. 
  • Como primer paso en ese marco, entre 1953 y 1955 se van formalizando las leyes de la palabra. ¿De qué se trata? La palabra circula en la relación del Sujeto y el Otro, en el eje simbólico. Y en esa relación, el sujeto recibe del Otro su propio mensaje de forma invertida. Es en el lugar del Otro de la palabra donde se juega el sentido del mensaje del sujeto. Se puede ubicar en la respuesta del Otro materno que da sentido al grito del niño: “Tiene hambre” que así convierte el grito en llamado, introduciendo al niño en lo simbólico. Y por el lado del analista, éste es el que, desde ese lugar, puntúa, haciendo emerger la significación. La interpretación es entendida como una “puntuación afortunada” que da sentido al discurso del paciente, sentido que es producido por él mismo y no por el analista. El analista sólo puntúa, produciendo una discontinuidad en el discurso del paciente, haciendo una escansión en una parte, y confrontando así al sujeto de otra manera con lo que dijo. Pero sin introducir nuevos significantes. (Ejemplo: Una mujer duce: “Estoy casada con un hijo”. Depende de la puntuación esta frase puede decir que está casada y tiene un hijo, o que está casada con un hombre que está siempre haciendo de hijo, o que está casada con su hijo…). Es la palabra del paciente por la que se expresa el inconciente incluso a pesar del sujeto. Podemos tomar el ejemplo de un lapsus cuando es puntuado por el analista y sancionado como tal. “Usted lo ha dicho”.  (Lo veremos en una viñeta)

Esta elaboración sobre las leyes de la palabra le permitió a Lacan, como dijimos, ubicar el nivel hay que situar la acción del analista, que será en el nivel de lo simbólico y de la palabra. Y NO en el nivel imaginario donde muchos se extraviaron ubicando la transferencia y la interpretación a partir de relación especular, dual, de yo a yo. 

A partir de esto se puede entender la mención que hace a la función del Otro como lugar donde actúa la interpretación. El Otro puntúa y se fija un sentido.

  • Desde 1955 a 1958 hay un giro en la elaboración de lo simbólico y el peso de la estructura no estará en la palabra sino en el lenguaje; con las leyes del lenguaje. Lo simbólico se vuelve más complejo y “se desdobla”, porque ya no se trata sólo del Sujeto y del Otro, sino que aparece la distinción entre significante y significado, y la primacía del significante. En el Seminario 3 (1955-1956) y en “La instancia de la letra…” (1957) aparecen la metáfora y la metonimia como leyes del inconciente freudiano, relacionadas con las nociones de sincronía y diacronía, de Saussure (términos que aparecen en la frase citada). 

Entonces, “El inconciente estructurado como un lenguaje” es la definición de Lacan del inconciente freudiano, que funciona según una lógica significante. ¿Cómo sería esta lógica? Según esa lógica, el significante no se significa a sí mismo, como en el caso del signo, donde una imagen o palabra significa algo (Ej. prohibido fumar). El significante no lleva pegado un significado, sino que para que tenga sentido tiene que remitirse a otro significante. En esa cadena de al menos dos, se produce el efecto de significación. Podemos tomar un significante cualquiera y por sí sólo no significa nada. Ejemplos “banco” (silla – banco de sangre – banco de dinero – “yo te banco”), “sobre” (carta – arriba de – una preposición), “peso” (billete – carga), así con cualquier significante. Al S1 se le agrega un S2 y eso es lo que da el efecto de significación. 

Y volviendo a la interpretación, por eso dice que no se puede entender su lugar si no se tiene en cuenta el concepto de la función significante. La interpretación, al ubicarse en este registro de lo simbólico (en el lugar del Otro), está al nivel de los significantes, no del significado. No entrega al paciente un “significado”. Por ejemplo, hay terapias que, luego de entrevistas con un sujeto le entregan un significado: “Has venido al lugar del hijo varón que tu padre no tuvo”. Es decir, se entregan sentidos armados, que hasta parecen muy teóricos, y es lo que hoy intentamos mostrar cómo Lacan no le daría a este tipo de intervenciones el estatuto o la dignidad de interpretación. Para que tenga dignidad de interpretación debe situarse en el nivel de la función significante, y por los equívocos propios de esta, es por donde puede actuar produciendo algo nuevo. 

Y desde este segundo desarrollo se termina de entender que esa función del Otro se ha complejizado con la función significante. El sujeto está subordinado al significante y sobornado por él. La interpretación, para descifrar la diacronía de las repeticiones inconcientes, debe introducir en la sincronía de los significantes que allí se componen algo que bruscamente haga posible su traducción…” Es decir que en la secuencia de los significantes en los dichos del paciente (diacronía – S1 – S2 – cadena), la interpretación introduce en un punto (sincronía) un elemento nuevo, tercero, desde ese lugar del Otro, que hace posible su traducción (podemos decir su desciframiento). Y es a nivel significante porque reintegra el significante elidido por la represión, el elemento faltante inconciente. Y esto va a abrir las significaciones del sujeto. 

Con la articulación significante S1 – S2 no sólo se da el efecto de significación, el sentido, sino también el efecto sujeto. El sujeto del que estamos hablando no es la persona ni es el yo, sino que el sujeto es el resultado de la captura del viviente en lo simbólico, en las redes del lenguaje. El viviente, al tener que pasar por el lenguaje, queda capturado como sujeto. Al igual que un significante no lleva pegado un significado, tampoco un significante representa por sí solo a un sujeto. Para representarlo hacen falta al menos dos, y así un sujeto se hace representar por un significante para otro significante. Este al menos dos es lo que explica el $. Sujeto dividido a partir de la cadena, que tendrá que representar y hacerse representar en la articulación significante. Por eso decimos que es hablado más que hablante, lo que se hace visible también en los tropiezos de los discursos del yo. Señalamos esto porque será importante a la hora de mostrar a dónde apunta la interpretación. 

Una viñeta extraída de una publicación del IOM San Luis del año 2002, de Fabián Schejtman: Se trata de una mujer, empresaria, mujer de negocios, que consulta cuando el analista tenía unos veinte y pico de años, iniciándose en su práctica. Venía por su problema con los hombres. Ella se movía en ámbitos empresariales y siempre terminaba topándose con determinados jóvenes a los que seducía y por los que se dejaba seducir. Hasta allí ningún inconveniente. El asunto es que, en todas estas relaciones, algunas pasajeras otras más o menos prolongadas, ella cada vez terminaba por constatar que lo que estos jovencitos querían de ella era su dinero. Dos rasgos: la juventud y el tener menos poder económico que ella. Desde sus primeras entrevistas se definía como “una vieja mantiene pendex”. Sólo daba lugar a las quejas permanentes en relación a cada uno de ellos: “Lo único que quiere es meterme la mano en el bolsillo”. A pesar de quejarse terminaba “transando”. Con esta queja llega al análisis y se encuentra con un analista elegido por ella muy cuidadosamente. Esto, por el rasgo de la juventud que había sido especialmente seleccionado, también en este caso. El joven analista se deja tomar ingenuamente, al comienzo, por esa transferencia, y con el tiempo la paciente va a hacer que el analista juegue enteramente el mismo juego que hace jugar a los jovencitos: ¡Era preciso que el analista también la quiera únicamente por su dinero! Y lo consigue con una maniobra muy simple: ella, que era una mujer de negocios, cada vez que llegaba el momento de pagar el mes, pagaba todas las sesiones del mes, menos una o dos. Con pesar hacía saber que no iba a poder pagarlas hasta el mes siguiente. Es decir, quedaba en deuda con el analista. Una deuda que renovaba cada mes. Con el pasar de los meses el analista se percata de que hay algo en esta repetición y en una supervisión se vuelve evidente la maniobra neurótica: se trataba de quedar en deuda con el fin de garantizar que el deseo del Otro se reduzca a su conocido: “me quiere por mi dinero”. 

Alrededor del séptimo mes, a la hora de pagar, el analista le indica que esas sesiones no las iba a tener que pagar. Es decir, le arrebataba el intento de quedar en deuda. La respuesta de la mujer es que queda sorprendida, protestando que no podía ser, que esas cosas no se hacen en un análisis, que sabe del valor del pago en un análisis porque ha leído, bla bla. Y sigue, aparentemente preocupada, que el analista seguro no iba a poder con sus gastos, que le iba a ir mal si hacía estos con sus pacientes, bla bla. Termina en una protesta furiosa, no quiere aceptarlo, y se le escapa un lapsus: “¿Por qué no te puedo pegar esta sesión? El analista puntúa y corta la sesión. 

Sesión siguiente, que el analista considera la primera sesión en sentido estricto, ya veremos porqué, la paciente trae dos elementos: Primero, un sueño de transferencia, que incluye al analista, que la hace despertar con escalofríos y que desliza las asociaciones hacia cierta frigidez y su frialdad en las relaciones amorosas que empieza a presentarse ante ella como un enigma que va abriendo el análisis. Segundo, una asociación a partir de su lapsus, a escenas infantiles en las que ella propinaba verdaderas palizas a su hermano menor. Hermano que sustituye a los jovencitos que “cobran” (como se dice también pegar). 

Entonces:

-En la interpretación el analista es dueño de su barco. “Esta sesión no la paga” rompe con la idea de un encuadre inamovible. No está escrito en ningún lado que el analista debe decir eso. Aquí se ve al analista libre. 

-El analista es libre en cuanto al modo, al momento, el número de las intervenciones, en relación al pago, o bien a la frecuencia, o la duración, o el corte, la puntuación del lapsus “pegar”, o cualquier otra cosa, pero no es una libertad ilimitada. Por ejemplo, no se intervino desde el propio fantasma o desde el yo. No se situó como garante del sentido común, o de lo recto; tampoco desde si le molesta o no que le queden debiendo. No interpretó desde la contratransferencia. Se trata de una libertad enmarcada por la transferencia y el lugar que el sujeto le otorga en ella. Eso ilustra lo que es la interpretación desde esa función del Otro, que no es el analista como persona, sino ese lugar simbólico desde el que se puede ubicar, en esa deuda generada por la paciente, algo que vas allá de la persona del analista al que le queda debiendo. Es analista allí no está con su persona. La persona del analista queda fuera de la sesión (pagos del analista).

-La interpretación no es una explicación o un sentido entregado al paciente. El analista no le dice: “Usted me pone en el lugar de los jovencitos…”. “Esta sesión no la paga” es de alguna manera la introducción de algo tercero en la diacronía de los dichos del paciente, que trastoca su posición de que la quieran solamente por su dinero y se introduce algo nuevo en el análisis. 

-Por último, la interpretación no se dirige al yo del sujeto como insigth para poder adaptarlo a la realidad. Se dirige al sujeto en su división.

Aquí podemos ubicar la transmutación que se produce en el sujeto, el efecto subjetivo, cuando se interrumpe la trama, se corta el sentido S1-S2 y abre a nuevas asociaciones.  En el parágrafo 3, afirma la idea de que es teniendo en cuenta el inconciente estructurado como un lenguaje, e inscribiéndose en la lógica de los efectos del significante sobre el significado, como la interpretación puede producir algo nuevo.  (Lapsus, nuevas asociaciones, sueños, síntoma analítico)

Esta interpretación que se ha desarrollado hasta aquí como introducción de algo nuevo es una interpretación ligada a la metáfora. Es una de dos formas de interpretación que surgen de este escrito. Hay otra que está relacionada a la metonimia y que desarrollará en la segunda parte.

  • El lugar de la interpretación en relación a la transferencia. 

En el parágrafo 5 dice que “con los autores de hoy, la secuencia de los efectos analíticos parece tomada al revés”. Hace críticas a las corrientes que, basadas en una relación dual, de yo a yo, retrasan la interpretación hasta la instalación de la transferencia, para luego utilizarla para reducir esa transferencia. Todo esto para ubicar al paciente en lo real (que a esta altura equivale a realidad). En el parágrafo 6 agrega que es allí, en la relación con lo real, “el terreno donde se decide el combate”. 

En el parágrafo 7 opone a lo anterior el procedimiento de Freud y la secuencia freudiana interpretación – transferencia, poniendo como ejemplo a Dora y al Hombre de las Ratas. 

Tomamos el caso Dora, uno de los cinco historiales de Freud. El padre de Dora es quien la trae a Freud, cuando ella tenía 18 años. El análisis no duró más de tres meses. Dora había comenzado a manifestar desazón y problemas de carácter y le habían encontrado una carta de suicidio donde decía que ya no podía tolerar la vida. Allí el padre decide que comience tratamiento, aunque ya dos años antes se la había presentado, cuando Dora tuvo una tos nerviosa y afonía. De niña también había presentado síntomas neuróticos, como la enuresis. Los padres mantenían una relación de amistad con el matrimonio del Sr. Y la Sra. K. Dora a veces cuidaba de los niños de ese matrimonio. 

Este historial da muchísimos elementos para pensar distintos temas: la formación del síntoma, la histeria, la sexualidad infantil, los sueños, las identificaciones, la femineidad. Aquí tomaremos sólo lo que nos sirve para ubicar la rectificación del sujeto en sus relaciones con lo real, en relación a la interpretación y la entrada en análisis.

Freud la define como “una pequeña histérica”. Ella se presenta a partir de las quejas sobre lo que ocurre entre su padre y la señora K. Ella lo había cuidado en sus varias enfermedades, y tenían una particular amistad, Dora no tenía dudas de que eran amantes, que tenían una relación amorosa (muchas situaciones lo evidenciaban, el padre buscaba estar a solas con la Sra K. Dora los había visto solos en la calle o en el bosque, gastaba mucho dinero en regalos para ella, etc.). Ella denunciaba a su padre por entregarla al Sr k. para poder hacer sus cosas tranquilo con la señora K. Por su parte, este señor K. se mostraba muy atento con ella, le hacía obsequios, hacían paseos juntos, se había insinuado con ella (por ejemplo, habían ocurrido las escenas del beso y la escena famosa del lago donde él se le propone). Ella hace saber esto último a los padres, el Sr K. lo niega, los padres de Dora afirman que son fantasías de Dora, Incluso la Sra. K, con quien Dora también tenía una relación de amistad particular, dice que Dora tenía mucho interés en temas sexuales.

Los problemas de carácter, el mal humor de Dora tenía que ver con todo esto. Con su queja. Todos hacían la vista gorda. Pero la cosa es que Freud observa que ella misma también se había hecho cómplice de esa situación y hacía todo para encubrirla. Sólo desde la escena del lago Dora entra en una crisis y comienza a reprochar al padre. En esa escena el Sr K se le propone a Dora y le dice la frase: “mi esposa no significa nada para mi” e inmediatamente Dora le da la famosa bofetada. 

Ante la queja y la queja de Dora, Freud la interpela con su intervención: “qué tiene que ver usted en el desorden del que se queja? Con lo cual la ubica de otra manera ante la realidad que denuncia como siendo su víctima, para responsabilizarla como agente activo. O sea que la mueve de su posición del “alma bella” que no tiene nada que ver con las cosas que le pasan. Le muestra lo adaptada que está en eso que denuncia. 

Cuando Freud obliga a Dora a comprobar que ese gran desorden del mundo de su padre, cuyos perjuicios son el objeto mismo de su reclamación, ella misma ha hecho más que participar en él, que se había convertido en su engranaje y que no habría podido proseguirse sin su complacencia”. Sigue en el párrafo siguiente: “He subrayado desde hace mucho tiempo el procedimiento hegeliano de esa inversión de las posiciones del “alma bella” en cuanto a la realidad a la que acusa. No se trata de adaptarla a ella, sino de mostrarle que está demasiado adaptada, puesto que concurre a su fabricación (…) Pero aquí se detiene el camino que hay que recorrer con el otro. Porque ya la transferencia ha hecho su obra, mostrando que se trata de una cosa muy diferente de las relaciones del Yo con el mundo (…) A partir de ese momento ya no es al que está en su proximidad al que se dirige”. 

Lacan aquí está volviendo al procedimiento de Freud, para mostrar que la secuencia no es transferencia – interpretación. Sino que hay una interpretación que va dando acceso a un material y que propicia la transferencia, la “precipitación o sistematización de los síntomas (podemos decir, la puesta en forma del síntoma analítico). Todo eso prepara la entrada en análisis.  En el ejemplo de la paciente de la viñeta, las interpretaciones van propiciando la apertura del inconciente (dando sueños, lapsus, asociaciones) y el síntoma de la frigidez que abre el análisis. Hasta ese momento son entrevistas preliminares en las que se debería poder ubicar al paciente en sus relaciones con lo real (realidad). Eso que los postfreudianos ponen en la cima. Freud lo ubica a la entrada, mostrando la adaptación del sujeto a la realidad que denuncia. Esa posición del “alma bella” se evidencia con los pacientes cuando llegan con sus quejas de los otros, del mundo, lo que le hacen, lo que les tocó, y sobre eso tiene que darse una rectificación subjetiva que prepare el análisis. 

Volvemos entonces, este “A partir de este momento…” es la entrada en análisis. La transferencia instalada muestra que no se trata de las relaciones del yo con el mundo (Ejemplo “siempre me abandonan”) sino que hay que situarnos a nivel del sujeto y del inconciente. 

La lógica es entoces: interpretación – transferencia – interpretación. Y esta segunda interpretación se le llama “Interpretación bajo transferencia”, ya en análisis. 

SEGUNDA PARTE: ¿A DÓNDE APUNTA LA INTERPRETACIÓN?

Patricia Rojo

“Nombrar es un ejercicio equivocado.

Hay que hallar otro modo de señalar las cosas.

Por ejemplo: Llamarlas con silencios

con el vacío que las separa O con el vacío sonoro

Que queda entre las palabras”. Roberto Juarróz

Contexto del texto “La dirección de la cura…” (1958)

Unos años antes, en 1953, Lacan se va de la “Asociación de Psicoanálisis de París”, que era una filial de la IPA. Crea la “Asociación Francesa de Psicoanálisis”. 

La idea de Lacan era que ese grupo estuviera dentro de la IPA, y el texto “La dirección de la cura…” está en el medio de ese contexto; es 1958 cuando Lacan se encuentra en plena tratativas al respecto. Es muy divertido, porque los que tenían que decirle que sí o que no respecto a su ingreso a la IPA, eran todos los interlocutores de “La dirección de la cura…”. Aquí se ve cómo interpreta y pone en cuestión el lugar del analista y la práctica del psicoanálisis por parte de los colegas de la IPA. Todo el texto es así, él va ubicando lo que sus interlocutores dicen respecto a la práctica del psicoanálisis y los cuestiona. La SFP, que quería hacer méritos con la IPA, organiza el Primer Congreso de Royaumont, donde presenta este escrito que responde a una publicación, que es un compilado de textos: “El psicoanálisis de hoy en día.” De la cual Lacan dice que: “Esa publicación revela la tendencia a degradar en el psicoanálisis la dirección de la cura y los principios de su poder”. Y el párrafo en cuestión dice “el psicoanalista opera más por lo que es que por lo que hace o dice”. Lacan toma esto, no importa lo que haga o diga, importa lo que es.  Estableciendo de este modo, toda una reflexión en torno al ser del analista: ¿Qué es un analista?  

“La dirección de la cura” es uno de los textos más trabajados por Lacan en lo que hace a la perspectiva de la acción del analista, es decir, ¿cómo se hace? Por supuesto Lacan no da las reglas de cómo se hace y, en el parágrafo 4 de este apartado, dice: Nos ahorraremos dar las reglas de la interpretación. No es que no puedan ser formuladas…”, es decir, afirma algo así como “podríamos, pero no lo haremos en esta ocasión”; no lo hace en este texto ni en otros. 

Otro punto clave en este apartado es donde Lacan enuncia: “…cada quien da testimonio a su manera de que para confirmar lo bien fundado de una interpretación, lo que cuenta no es la convicción que acarrea, puesto que se reconocerá más bien su criterio en el material que irá surgiendo tras ella” (p. 575).  Es decir que sólo podemos saber de la verdad de una interpretación por sus efectos posteriores. Uno jamás puede medir el efecto de sus palabras, de hecho la clínica lo demuestra. Y lo que determina que una intervención haya sido o no una interpretación son los efectos que produce, que son incalculables, ya que es el que está escuchando del otro lado quien lo decide.

Otra cita: “Así es como la teoría traduce la manera en que la resistencia es engendrada en la práctica. Es también lo que queremos dar a entender cuando decimos que no hay otra resistencia al análisis sino la del analista mismo.” (p. 575)

Y en este punto, hay que tomar en cuenta que la propia experiencia analítica del practicante, el control de los casos y el estudio de la teoría, deben ser la vía para poder rectificar la dirección de un tratamiento cuando éste parece estancado. Eso hay que revisarlo constantemente. Así también, estar en posición de practicante del psicoanálisis requiere: el principio de neutralidad, los principios de abstinencia y estar ubicado como causa de deseo. Son principios que deben sostenerse en la dirección de una cura por parte de quien se encuentra en la posición de practicante.

“(…) su temor que no es del error, sino de la ignorancia, su gusto que no es de satisfacer, sino de no decepcionar, su necesidad que no es de gobernar, sino de esta por encima. No se trata en modo alguno de la contrataransferencia en tal o cual; se trata de las consecuencias de la relación dual, si el terapeuta no la supera…”. (p. 575)

Aquí, Lacan sigue denunciando la dificultad de captar el valor de este hecho clínico desde el ángulo de la reducción del análisis a una dimensión dual.  En “La dirección de la cura…” dice que el analista no se define por su persona, ni por el título, sino que se define por sus intervenciones, por lo que dijo o por lo que no dijo, porque también el silencio puede funcionar como intervención. Lo que define qué es un analista son sus intervenciones, intervenciones que siempre dividen. 

Como dice el poeta R. Juarróz: No se trata de hablar, no se trata de callar, se trata de abrir algo entre la palabra y el silencio”. 

Freud, tal como se presenta por ejemplo en el hombre de las ratas, empieza por introducir al paciente a una primera ubicación de su posición en lo real, aunque ello hubiese de arrastrar una precipitación, no tengamos miedo de decir una sistematización, de los síntomas”. (p. 576). El hombre de las ratas se reprocha ser un criminal. En ese momento, el recurso habitual para desculpabilizarse es la compañía de su mejor amigo, quien siempre le decía que era un buen hombre. Hasta que llegó un punto en que dicha respuesta no alcanzó para contrarrestar el reproche obsesivo. Ante tal reproche, Freud apostó avanzar en la vía de poner en secuencia ese padecimiento con una causa inconsciente. Las intervenciones de Freud toman una vía específica: interrogar su posición ante el deseo. Con estas coordenadas, apuntó a la dimensión de la causa, lo que posibilitó la transformación del síntoma —el tacharse de criminal—, dirigiéndose al saber inconsciente. 

es referidas a cosas indiferentes.El hombre de las ratas estaba en el ejército, haciendo unas maniobras, cuando se le rompen sus anteojos. Encarga unos nuevos y tiene que pagar el reembolso de esa deuda. Hay que saber que el problema es que siempre se trata de una deuda imposible de paga, porque es la deuda que contrajo el Otro, no es una deuda propia.El hombre de las ratas enferma cuando se ve confrontado a un conflicto semejante al del padre y repite entonces en su trama inconsciente el tema de la deuda impaga de su padre. Es por eso que el hombre de las ratas arma todo un embrollo alrededor de no poder pagar esa deuda, aunque él lo argumenta, como siempre hace el obsesivo, con su goce de sentido. Completamente alienado en un tormento de cómo pagar dicha deuda, llega a Freud. 

El hombre de las ratas le cuenta a Freud, su temor obsesivo a que, si no paga “esa deuda”, le puede pasar lo mismo al padre y a su amada respecto al castigo de las ratas que le habían contado. Freud estudia esa tortura de las ratas contadas por el capitán al hombre, y allí ubica que se despierta todo el erotismo anal en el hombre de las ratas, punto en el cual Freud interpreta e interviene, señalando al paciente cierta expresión gozosa en su rostro cuando le habla de dicha tortura.  

Frase del hombre de las ratas: Tenía yo cierta angustia ante ese hombre, pues evidentemente amaba lo cruel”. (p.133) Ubica lo equívoco de la frase. Es ese horror ante su placer ignorado que le es señalado por Freud, lo que posibilita que el sujeto se divida ante dicha interpretación y quiera saber de qué se tratan esas ideas obsesivas que le acarreaban tanto sufrimiento. Así, se trataría, en este caso, de “esas formas de comportamiento obsesivo en las que el sujeto no ha advertido sus obsesiones”. Punto en el que Freud localiza ese sufrimiento e interviene. 

Kris y el hombre de los sesos frescos. “No es que su paciente no robe lo que importa aquí. Es que no…Quitemos el no: es que roba nada”. (p. 580).

Este joven tenía una inhibición, que afectaba a la publicación de sus trabajos. Ésto, que era a la vez su queja, era una barrera intelectual poderosa si tenemos en cuenta que el joven en cuestión tenía sus esperanzas e ilusiones puestas en la promoción profesional, que sus publicaciones podían favorecer. Su queja se apoyaba en la convicción angustiante de ser un plagiario que, además, no puede tener más ideas que las que saca de otros.

El paciente, después de la interpretación de Kris: «Usted no plagia», guarda silencio, un silencio lleno de especial significación y, acto seguido, empieza a hablar: «Todos los días – le dice a su analista- al mediodía, cuando salgo de aquí, antes del almuerzo y antes de volver a mi oficina, me paseo por la calle X (una calle bien conocida por sus pequeños y atractivos restaurantes) y miro los menús detrás de las vidrieras. Es en uno de esos restaurantes donde encuentro de costumbre mi plato preferido: sesos frescos«.  Esto quiere decir, que si el analista ha puesto en cuestión el deseo de su paciente en sentir que plagia, éste va a reafirmarlo, en el restaurante. Lacan lo que nos da a entender con esa conducta del sujeto es que lo único que el sujeto «roba» es «nada». Para Lacan el error de Kris es el interpretar literalmente lo que cuenta el paciente, cuando debiera haberlo entendido de otro modo. 

Dos doctrinas de la interpretación

En “La dirección de la cura…” está en juego la doctrina del deseo como metonimia de la falta en ser, indicando que es allí donde el analista debe operar. A partir de esta idea podemos ubicar dos doctrinas de la interpretación en este escrito.

En la primera parte del apartado, Lacan ubica uno de los modos de operar, a partir de la interpretación metafórica, la cual implica “la intrusión brusca de un significante” cuya consecuencia es la producción de un relámpago (breve, sin aviso, súbito), en el nivel de la sincronía significante. Esta interpretación descifra, o sea que hay un texto cifrado y, para poder descifrarlo, es necesario introducir en la sincronía de los significantes, algo que bruscamente haga posible su traducción. La operación metafórica es una operación de producción de un nuevo sentido. Un sentido que no estaba, surge. Solidaria a esta concepción de la interpretación es el corte de sesión, pensado en función de la detención del sentido.  

La segunda doctrina de la interpretación podemos ubicarla en el último apartado de “La dirección de la cura”; es la interpretación bajo su aspecto de metonimia, de alusión a la falta en ser. No se trata ahora del nombre con el cual se nombra la falta en ser, sino de la alusión a la falta en ser.

“A qué silencio debe obligarse ahora el analista para sacar por encima de ese pantano el dedo levantado del San Juan de Leonardo, para que la interpretación recobre el horizonte deshabitado del ser donde debe desplegarse su virtud alusiva.” (p. 621)

La alusión permite nombrar algo cuando ese algo no puede o no debe nombrarse. Ese dedo de San Juan de Leonardo, que se levanta para señalar el horizonte deshabitado del ser, es la metáfora de eso que no puede ser dicho y donde la interpretación solo puede tener una función alusiva. Y si no se nombra, y por el contrario se alude, es precisamente porque el dedo señala lo imposible de decir. 

Se puede captar un matiz completamente diferente entre una interpretación y la otra en el mismo texto. En una, entre S1 y S2 aparece lo que hay en el silencio, eso que no puede decirse, eso que no puede nombrarse, porque decirlo y nombrarlo confundiría el deseo con la demanda, confundiría el objeto del deseo con el objeto concreto que se puede ir a comprar, tener, conseguir, adquirir, etc. Entonces Lacan hace el contrapunto entre la interpretación como desciframiento y la interpretación como alusión, precisamente porque una concierne al sujeto, la otra concierne al deseo.

La primera es metafórica, y esta última es metonímica. La interpretación como metonimia apunta, no a un significante, sino al espacio que hay entre un significante y otro significante. No solamente forman parte del mismo texto, forman parte de la misma práctica, del mismo análisis, son dos modos de la interpretación que tienen dos destinatarios diferentes, que Lacan explota al mismo tiempo. En los dos casos, tanto en la interpretación como desciframiento como en la interpretación por alusión, no salimos del sistema significante. Porque metáfora y metonimia son dos maneras de producción de significado del sistema significante, uno por el significante nuevo que surge, otro por el sentido que no termina nunca de abrocharse. Seguimos en el mismo sistema, por eso seguimos hablando de interpretación.

Por lo tanto, trabajamos extrayendo los significantes del discurso del paciente, pero no alcanza con subrayarlos, sino que tenemos que obstaculizar el retorno del yo y su intención de decir porqué, para que el paciente pueda abrir otros sentidos, siempre del lado de la interpretación metafórica, pero teniendo como horizonte el sinsentido de la interpretación metonímica. 

Es a partir de la táctica de la interpretación que se ubicaran efectos claves en la dirección de la cura, como: la división subjetiva, la entrada en análisis y el síntoma analítico.

La interpretación construye el síntoma analítico. Viñeta

María de 28 años, dice: “Vengo por inseguridades con mi físico, tengo una pierna más corta, no puedo dejar de pensar.” El analista recorta “No puedo dejar de pensar”. María: “la pierna me hace sentir insegura con mi novio”. El analista interviene: “la pierna y la otra”.  María: “no la otra la tengo normal, ¿a qué te referís? (ríe)”, “hay todas las otras con dos piernas iguales”. El analista insiste: “¿y la otra?”. María, “soy celosa, pero sí hay otra, una histérica”.

En otra sesión cuenta que la noche anterior no pudo dormir, se angustió, le estallaba la cabeza, y dice: “será de estar hablando de todo esto de la pierna”. Analista: “De los pies a la cabeza”. María: “En realidad, pensaba en mi situación laboral, por qué estoy en algo que no me gusta. Cabezas tiene que ver con esto. Cuando terminé el secundario estaba eligiendo carrera y fue lo del asesinato de José Luis Cabezas, y yo ya quería hacer foto periodismo. Mis viejos aterrados me dijeron que no, les di pelota”. Analista: “Ah!”, enfatiza, invitándola a continuar y dice: “Cabeza, mis viejos me taladran la cabeza, con que tengo que sentar cabeza, ¿Qué es sentar cabeza?”

En este punto podemos ubicar intervenciones que, de alguna manera, producen un efecto de división que la saca por un momento de la cuestión de pensar yoicamente en eso y la paciente empieza hablar desde otro lado. ¿Cuándo “Cabezas” empieza a ser un significante? Cuando “cabeza, en vez de problemas de cabeza, implica José Luis Cabezas, que le taladran la cabeza, sentar cabeza, eso es un significante, cuando el significante empieza a querer decir distintas cosas, es decir cuando no se puede localizar el sentido que representa ese significante. Es cuando el sentido se empieza a mover.

El significante “Cabezas” insiste y pone en marcha el inconsciente. Cuando el yo entra en contacto con el inconsciente pasa esto, se confunde, se embarra, se queda enrededado, ya no sabe lo que dice, eso es el Yo, cuando es tocado por el inconsciente. Eso es división: por un lado, quería decir esto, y por otro lado, queda enredado en un sistema que finalmente no se sabe ni lo que quiere decir, ni lo que está diciendo, y además, lo que quiere decir y no puede, porque quiere aclarar todo y empieza a trastabillar.

Eso es el efecto de división que se puede leer como confusión del Yo, como no poder plantarse sobre sus pies y decir “es una cosa así y así”, cuando lo que quiere decir trastabilla de nuevo, eso es el inconsciente, eso es un efecto de división. 

Y a partir de ahí se entra en análisis. A partir de la división subjetiva, una vez que, luego de una intervención analítica, se recorta un S1. El analista, ya tomado por la transferencia, confronta al paciente con ello. Y el paciente consiente a ello. (¿Con el “¿Qué me quiere?”)

El saldo de esto será lo que se va a construir como síntoma analítico. Este no es un síntoma que se sufre, sino que es una palabra, un significante que toma consistencia y que abarca el síntoma que quiso traer, y aún más, todos estos sentidos que involucran al sujeto del inconsciente. 

El síntoma analítico es propio de cada sujeto. Por eso la singularidad del análisis empieza en esa primera entrevista, si ponemos en juego que, en esta paciente, por ahora, su síntoma analítico es “cabezas”, es una aproximación a su singularidad.

“Hasta cierto punto este penar de más es la única justificación de nuestra intervención […]. Los analistas nos metemos en el asunto en la medida en que creemos que hay otras vías, más cortas, por ejemplo”

Lacan, El seminario. Libro 11.p 174.


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