Nicolás Bailo


La cuarentena con Hitchcock

 

«Somos seres mirados en el espectáculo del mundo»

(Lacan, 1964, p.82). 

En este presente de aislamiento, en donde lo cotidiano se ve marcado por el impasse propio del trauma y el lazo con los otros está mediado por una pantalla, considero que es un buena oportunidad para viajar a 1954 y adentrarnos en «La ventana indiscreta» de Hitchcock.

Jeff, el protagonista del film, se encuentra imposibilitado de salir de su casa a raíz de un accidente que sufrió en su trabajo como fotógrafo. ¿Qué hacer en esta circunstancia? Quizás lo mismo que haríamos nosotros si no existiera internet, espiar a los vecinos desde la ventana. Pero Jeff se obsesiona con este asunto, al punto de quedar enredado en la trama de un crimen en el que se comienza a confundir quién mira y quién es mirado. Hitchcock nos presenta de manera magistral como se pone en juego el circuito de la pulsión escópica. Recorto una escena: por medio de un plano subjetivo, el protagonista enfoca atento la ventana totalmente oscura del departamento del asesino, justo en ese instante se observa un pequeño punto rojo; un cigarrillo encendido, un discreto signo que da cuenta de la presencia de un otro que nos mira. El voyeur convertido en el cuadro.

Esta película no solo es un gran plan para la cuarentena. Quizás también nos sea necesario tenerla a mano, para continuar pensado este tiempo marcado a ritmo de videollamada. En donde vemos dibujarse una novedosa topología respecto al lugar que ocupamos en la pantalla; pasamos de estar de un lado, a estar adentro y esto tiene sus implicancias subjetivas.

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