IOM CID San Luis. Seminario clínico Anual. 1era Clase general, a cargo de Aníbal Leserre (Director del CID San Luis, AME y de la EOL y AMP) 11 de marzo de 2022.
Reseña de la case inaugural: “Introducción a la conceptualización de la transferencia y el deseo de analista”
Aníbal comienza ubicando la transferencia y el deseo del analista como temas de formación permanente.
Presenta la unión de estos dos conceptos como una especificación lacaniana. El deseo del analista como una función operativa, que además no se puede desligar de la transferencia, una ligazón a trabajar durante el año.
Aníbal divide su clase introductoria en algunas partes:
¿Cómo aborda Lacan el tema de la transferencia?
-como lo que llama la disparidad subjetiva.
-la presunta situación.
-sus excursiones técnicas.
Disparidad señala que se trata de un más allá de la noción de simetría entre los sujetos. Por lo que la noción de intersubjetividad no puede dar cuenta de los fenómenos de la transferencia.
La presunta situación se refiere a la disposición respecto del lugar que ocupa. Cita a La dirección de la cura y los principios de su poder, (texto escrito tres años antes del Seminario de la transferencia), donde Lacan la plantea como una situación creada, artificial, y se trata de dilucidar los principios de esa situación.
Al decir los principios no se refiere a los inicios sino a su acepción lógica, a aquello que fundamenta una acción. ¿Cuáles son los principios que fundamentan la acción de la transferencia misma?
La transferencia pone en juego una topología adecuada. Lacan toma posición respecto del tema de la transferencia y rectifica lo que se viene sosteniendo al respecto y su uso.
Ya en 1958, en La dirección de la cura, Lacan plantea la cuestión del deseo del analista. El deseo del analista es lo que le permite ubicar la disparidad subjetiva entre el analista y el analizante. Y esclarecer la situación.
Hay un cambio de acento en Lacan respecto de la transferencia, pasando de poner el acento en la repetición a ponerlo en el amor de transferencia. Ambas cuestiones son inseparables, pero cambia el acento.
Además, ubica a la repetición de manera novedosa, la ubica como espacio de la repetición, donde se permite dilucidar la topología de la transferencia. Donde la repetición está ubicada en un espacio que no es repetición de lo idéntico ni de la diferencia absoluta.
En ese espacio de repetición, en esa topología, depende de cómo se ubique el analista, es que se hará posible o no un empalme que permita un enlace, lo que llamamos la neurosis de transferencia, y un desenlace de la misma.
Lacan ubica la experiencia del análisis como experiencia del deseo, del decir, de la palabra, con efectos gracias a la transferencia.
Entonces tenemos una de las tesis centrales del seminario: el manejo de la transferencia es la función fundamental del deseo del analista.
Cita al Seminario: la transferencia es una posición del practicante que le permite ubicarse frente al deseo, de modo que la transferencia se instale, se enlace, incluso su posterior desenlace.
No hay un exterior a la transferencia donde se ubicaría el analista. Hay una implicación del analista sobre la base de la transferencia. Se interpreta con los elementos de la transferencia.
Hay un movimiento que Lacan plantea, como la interpretación que busca la transferencia, para luego ubicar la interpretación bajo transferencia.
Lacan para dilucidar esta cuestión práctica de la transferencia recurre al Banquete de Platón, y a la trilogía de los Coufontaine, de Paul Claudel.
Con el análisis del Banquete, Lacan elabora ese encuentro entre práctica y teoría. Cita: “el secreto de Sócrates, estará detrás de todo lo que diremos este año sobre la transferencia”. Lacan toma la posición de Sócrates no como ejemplo sino como modelo. No es una simple ilustración.
Lacan ubica respecto del amor, la posición del analista identificado a la de Sócrates coincidiendo con la de Freud. Ambos dijeron servir al eros para poder servirse de él.
Alcibíades ocupa el lugar del analizante, que gracias a Sócrates va a descubrir que es deseante, que le falta, y, por la naturaleza de la transferencia, lo que le falta va a aprenderlo como amante.
Respecto del Programa deseo del analista, una primera referencia está ubicada en La Dirección de la cura y los principios de su poder. (1958) “Está por formularse una ética que integre las conquistas freudianas sobre el deseo, para poner en su cúspide la cuestión de deseo del analista.” Inmediatamente, en el seminario 7, La ética hay otra referencia al deseo del analista. Dice así: el analista tiene para dar, contrariamente al amor, lo que la novia más bella del mundo no puede superar: lo que no tiene. Veremos qué quiere decir esto.
El analista tiene para dar: lo que no tiene. Eso es diferente del amor. El analista tiene su deseo, (igual que el analizante) pero a diferencia de éste, es un deseo advertido. ¿Advertido de qué? De lo imposible, no se puede desear lo imposible.
La cúspide del desarrollo del concepto deseo del analista está entre 1964 y 1967 con la propuesta del pase, y declina hasta 1977, Momento de concluir.
Referencias sobre el programa deseo de analista:
1958: La dirección de la cura.
1962: Seminario sobre la transferencia.
1964-1967: Propuesta del pase.
1977: Momento de concluir
Este movimiento intenta dar cuenta de lo real, de lo real que se escapa, que nunca puede ser abordado totalmente. Por eso está la propuesta del pase como complemento, si se quiere, del análisis.
En nudo entre transferencia y deseo del analista nos lleva a ubicar también la relación en cada caso.
Cuando hablamos del deseo del analista también está la sensación de que algo se escapa. Se lo podría decir de la siguiente manera: el deseo del analista es: hacer existir el psicoanálisis, en la época, en cada caso. A cada uno le toca reinventar el psicoanálisis. No inventarlo, porque ya está inventado, pero sí reinventarlo. Y reinventarlo implica trabajar ese nudo transferencia-deseo del analista.
Referencias del Seminario al deseo del analista: páginas: 124, 125, 200, 214, 224, 226, 301, 440.
En la página 124 viene hablando del resorte del amor, y plantea que la complejidad de la transferencia no permite limitarla a lo que sucede en al llamado paciente, o analizante. Por lo que se pregunta qué debe ser el deseo del analista para operar correctamente. Cuál tiene que ser el papel de la cicatriz de la castración en el eros del analista. Más adelante modificará esto diciendo: qué ha de ser el deseo del analista, que le permita operar convenientemente. Plantea que esa complejidad de la transferencia no permite limitarla a una relación diádica.
Agrega: tampoco el analista debe ser Sócrates. El lugar que le corresponde al analista es el que le da la transferencia. Y es un lugar vacante, vacío, que ofrecerá al paciente para que se realice como deseo del Otro. El analista debe ocupar el lugar del otro sin identificarse a él. Ocuparlo como función.
Capítulo XII, la transferencia en presente. Plantea allí dos vías de la transferencia: la repetición y el amor.
Freud descubre la transferencia espontáneamente y tiene la idea de desplazamiento: pasado–presente. Además, plantea la permeabilidad a la palabra, que la sostiene. Ubica así el poder de la palabra. (no de la persona). Pone así el acento más en los detalles, ahí está el resorte de su acción.
Como vemos en la tragedia griega el destino es siempre trágico. La idea es que el deseo del analista operando, permite escapar al destino, a esa repetición. Esto tiene que ver con la propia posición del analista respecto de su propia castración.
Crítica de la contratransferencia. La idea imperante por entonces era que el análisis didáctico permitía que el inconsciente del analista estuviera suficientemente analizado como para analizar.
Lacan desconfía de esta posición de confianza en la comunicación posible de inconsciente a inconsciente. Pone más bien la confianza en la interpretación, como el salto del león. Para Lacan la garantía no viene dada por lo que me genera el paciente, sino por lo que escucho. Esa es la crítica que le hace a la contratransferencia. También cuestiona la idea de un analista ideal a partir de tener absolutamente analizado su inconsciente al punto de ya no tener nada inconsciente. Con Lacan sostenemos que el inconsciente es inagotable, no se llega al punto cero del inconsciente, por más exhaustiva que sea la experiencia del análisis. Más bien, con la función deseo del analista alcanzamos el inconsciente en los rodeos del Otro, pero con advertencia sobre la totalidad.
Somos llamados a ocupar el lugar del Otro, pero la función deseo del analista permite no identificarse a ese lugar. Estar advertido le permite al analista en función deseo del analista, no ir directo al grano con el paciente: tomarlo en brazos o tirarlo directamente por la ventana. Porque no está garantizado que el analista no tendrá sentimientos de cualquier tipo en relación a su paciente, pero lo que cuenta es lo que hace con ellos.
Nos interrogamos e interrogamos al paciente por el deseo de vivir, el deseo que se pone en juego en el vivir los límites de esos modos de vivir de cada uno. Esas preguntas las instala el deseo del analista, si uno vive en conformidad con su deseo. A partir de los rodeos por el Otro y las diferentes vueltas dadas el sujeto llega a una respuesta. El marco de estos capítulos es que, por el hecho de que hay transferencia, estamos implicados en ser aquél que contiene la Ágalma, aquel que tiene el objeto fundamental, aunque no se sepa qué es. Esto se relaciona con el sujeto supuesto saber.
Lo que está en juego en el paciente y lo que es su fantasma fundamental, es el punto de fijación del deseo y también si eso se puede mover o no.
Respecto de las responsabilidades en el análisis, nos dice que, no está solamente del lado del analista, del lado del analizante también tiene que haber una responsabilidad de lo que hace y también de lo que no hace. Entonces la función del deseo del analista, en la construcción de un saber por parte del analizante, implica la orientación hacia el campo del hacer, en tanto van cayendo las identificaciones, en tanto va moviéndose el espacio de la repetición. La responsabilidad también es del analizante, y es la de ligar ese saber a un hacer. Y no es una apelación a la voluntad, sino una apelación a la responsabilidad, a un hacer a partir de un saber que ha construido.
Del capítulo 16, toma el tema de Psiqué y la castración. Psique, princesa muy hermosa a la que Eros visitaba todas las noches, pero se iba antes del alba, y no permitía ser reconocido por ella en la oscuridad. La curiosidad de ella la lleva a tomar una lámpara para ver el rostro de su amante, con la mala suerte de que la lámpara cae y quema el rostro de Eros. Este la abandona. Psiqué recurre a Afrodita para que la ayude, quien le dice que no podrá saltearse ninguna consigna, sabiendo que iba a cumplir su venganza, con lo cual Psiqué va a quedar con la amnesia de los muertos. Pero Eros recapacita, enamorado le suplica a Afrodita y la reanima.
Esto Lacan lo toma para ubicar en la tragedia, la dinámica del ser y del tener. Donde interviene la dinámica de la castración, la dinámica de la transferencia. Así la idea es la del analista que da signo de tener algo que en realidad no posee. El Ágalma. El signo a dar es el signo de la falta de significante. Esto es lo único que le permite al paciente acceder a su inconsciente.
La función del deseo del analista no sólo es descriptiva, sino que se mide por sus efectos.
En el capítulo 19 está la referencia a la trilogía de Claudel para ilustrar la tragedia contemporánea al momento de estos desarrollos de Lacan.
No quedar cautivos del espejismo, no creer que tenemos el objeto agalmático. El secreto que plantea Lacan es la cuestión de cómo juega la suposición en relación al deseo, diciendo que ya sea que estemos en la experiencia como analizantes o como analistas, existe esta suposición; que implica no entrar en falsos problemas. Porque el deseo no se presenta a cara descubierta, sino por los síntomas. El deseo se ata al síntoma. Desatando el síntoma quedará más descubierto el deseo.
No hay objetos que valgan más que otro, ni el objeto analista vale más que otro.
Dado lo avanzado de la hora la exposición de la clase llega hasta este punto y da lugar una muy rica conversación de con los participantes.
¡Agradecemos a Aníbal su transmisión clara y precisa!!
Marcela Finos. CID San Luis