Al ver este capítulo inmediatamente me surgió un interrogante: ¿cómo acotar el comentario de un episodio tan cargado de cosas? Luego pensé: precisamente hay algo del orden de acotar que es lo que falta en la mayoría de los personajes y esto mismo me podría orientar. Entonces, ya que abarca mucho intentare apretar un poco.
En Marginalia de Milán sobre análisis terminable e interminable, Miller propone la idea de leer un texto como si fuera un analizante. Invito a que intentemos hacer lo mismo con este capítulo de Black Mirror “Museo Negro”.
El significante BLACK repetido en el nombre de la serie y el capitulo podría ser sugerente, como si el autor quisiera condensar en este capítulo lo escuro de la serie completa. Se observan indicios de esto desde el comienzo donde aparecen artículos de otros episodios: la tablet rota de “Arakangel”, el pasamontaña con la Y invertida de “oso blanco”, el nombre del hospital “San Junipero” igual al título de otro capítulo y muchos mas… En general la serie nos convida a reflexionar sobre el impacto subjetivo de la tecnología mal aplicada pero, a mi entender, este último capítulo nos lleva a un extremo. Hacia a algo sobre lo cual se ha intentado responder a lo largo de toda la humanidad precisamente porque no disponemos de un significante que la abarque: la muerte. El significante “subir a la nube” que expresa la protagonista (Nish) al comienzo se puede aislar como pivot: subir a la nube-ir al cielo.
Vamos a lo general: Se presentan tres historias que comparten un hilo conductor: personas frustradas por un problema, el director del museo (de tinte perverso) ofrece una solución y después surgen contratiempos. Al mismo tiempo, se evidencia siempre la transgresión de una barrera por un imperativo de goce adictivo. Esto me sugirió intentar relacionar el capitulo con el seminario 7 de Lacan “La Ética del Psicoanálisis” donde nos ilustra, entre otras cosas, sobre el sentido de la tragedia. Me parece pertinente pensar en las dos muertes planteadas por Lacan, en la zona de horror y el lugar del deseo al atravesar esta última barrera imaginaria que protege del goce. Nos situamos entre estos dos campos simbólicamente diferenciados: Vida insinuándose en la muerte y muerte insinuándose en la vida.
Se podría hipotetizar que en la primera historia, este doctor llega a traspasar esta barrera imaginaria. Pero no por ser un héroe trágico, sino por una contingencia tecnológica. Gracias a este aparato transmisor de sensaciones el doctor puede experimentar la muerte en vida, después de lo cual no hay retorno. ¿No hay retorno de qué? Diría del deseo. Como explica Lacan, “al atravesar esta zona el rayo del deseo no se pierde, sino que se refleja y se refracta. Es donde adquiere más que nunca su carácter de semblante”. O sea, Se transmuta el deseo a un deseo en estado puro, simple: el deseo identificado a la pulsión de muerte. Este doctor, ya exiliado del hospital, intenta satisfacerlo. Primero mutilándose sin resultados duraderos, hasta que logra encontrarse nuevamente con la muerte. Después entra en coma, más que coma termina en punto.
En la historia siguiente el autor del episodio sube la apuesta: ya no se transfieren solo sensaciones sino la conciencia misma. Nuevamente, por una debilidad humana, el director del museo logra persuadir a un hombre de implantar la conciencia de su esposa en su propio cerebro. Casi inmediatamente surgen los conflictos entre esta nueva pareja simbiótica. Esta vocecita perturbadora en el interior sugiere que mas que incorporar a su esposa, este hombre incorporo un superyó adicional. Pero quizás es la única historia del capítulo donde se produce una acción como punto de basta, un personaje orientado fálicamente que consigue superar una adversidad y no recurre al exceso. El hombre se quita a su esposa del cerebro, la coloca en un mono y continúa su vida. Por otro lado, el desenlace no es tan favorable para la esposa. ¿Hay un sujeto en ese mono? podría responder: mono necesita un abrazo, o sea ni un si ni un no. Aunque parece licito pensar que al haber un par de significantes bastaría para suponerlo, cosa que suena a una metonimia de rebote incesante, claustrofóbica e insoportable.
La historia final es la de un supuesto asesino ejecutado en la silla eléctrica y traspasado como holograma a este museo en carácter de atracción principal. Esta atracción no consiste en observar el avance tecnológico sino en la posibilidad de infringir dolor y además llevarse un suvenir que presentifica el sufrimiento eterno. Por lo tanto es una nueva transgresión para conseguir un poco mas de esta sustancia adictiva, el goce. Este museo se convirtió en un centro de peregrinación para buscadores de lo macabro bajo un significante que justifica: “se lo merece por asesino”. De aquí en mas, son otros los que vienen gozar de esta experiencia. Lo paradójico es que la protagonista, esta heroína moderna que pareciese redentora de todo el mal, termina cayendo en la misma bolsa que el director del museo al infringirle esta segunda muerte. Luego de esta acción justiciera me pregunto: qué clase de conciliación en la historia puede haber cuando la protagonista se lleva a la madre como superyó adicional en su conciencia, a un sujeto petrificado en un gadgets (mono) y un suvenir de sufrimiento eterno de otro? Queda al final el museo echo humo, signo de que hubo fumadores adictos.
En mi opinión, el autor hace uso del futuro tecnológico para mostrar algo que no es del orden del tiempo, el real humano que ex-siste.
En fin, hay algo seguro: en Black Mirror a los cuerpos siempre les va mal. ¿Qué querrá decir esto?
Emilio Pelleriti
CID San Luis
Bibliografía
Lacan, J. (2011). Seminario 7: La Ética del psicoanálisis, Bs. As, Argentina: Paidós.
Miller, J. (1994). Marginalia de Milán. Sobre Análisis terminable e interminable. Revista Uno Por Uno, (38).