Curso Introductorio a la Clínica de Orientación Lacaniana 2020
1ra. Clase. “El inconsciente y el síntoma” a cargo de Gabriela Santiano y Carina Magallán (Practicantes del psicoanálisis. Integrantes de la Comisión Directiva del CID San Luis) 8 de agosto 2020.
2da. Clase. “La repetición y el síntoma” a cargo de Mariel Robledo y Patricia Gerbaudo (Integrantes de la Comisión Directiva del CID San Luis) 5 de septiembre 2020.
3ra. Clase “La transferencia y el síntoma” a cargo de Norma Sierra (AP y de la EOL y AMP. Integrante de la comisión directiva del CID San Luis) y Eva Mallea (Practicante del Psicoanálisis. Integrante de la Comisión directiva del CID San Luis) 3 de octubre 2020.
4ta. Clase. “La pulsión y el síntoma” a cargo de Marcela Finos y patricia Rojo (Practicantes del psicoanálisis. Integrantes de la Comisión Directiva del CID San Luis) 7 de noviembre 2020.
5ta. Clase. “Transferencia e interpretación” a cago de Ernesto Derezensky (AME de la EOL y AMP) 28 noviembre 2020.
1ra Clase – El Inconciente y el síntoma
Gabriela Santiano – María Carina Magallán
Cada una de las cuatro clases de este curso tratará de uno de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Lacan trabaja estos conceptos en Seminario 11 que lleva ese nombre “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, de 1964, momento bisagra en donde se produce un giro en su enseñanza. En este curso vamos a tomar esos cuatro conceptos y articularlos al síntoma, pero no nos vamos a centrar en el seminario 11, sino que vamos a intentar desentrañarlos a la luz de los primeros seminarios, hasta el seminario 5 y algunos escritos contemporáneos (1953-1957), que es la etapa llamada estructuralista o del “Retorno a Freud”.
En esta ocasión abordaremos el primer concepto: el inconciente. Para ello, vamos a partir de dos axiomas lacanianos centrales de los que se desprende o que da apoyo a la noción de síntoma de ese momento. Estos dos axiomas son:
A- “El inconciente está estructurado como un lenguaje”.
B- “El inconciente es el discurso del Otro”.
Veremos que en este recorrido iremos de Lacan a Freud y de Freud a Lacan, centrándonos en ese periodo mencionado, marcando un eje de lectura no exhaustivo, que dejará para otras ocasiones otras aristas.
EL INCONCIENTE ESTRUCTURADO COMO UN LENGUAJE
María Carina Magallán
Toda la obra de Freud es recorrida por Lacan desde este axioma, pero fundamentalmente la época denominada “Retorno a Freud” que hace Lacan donde nos detendremos hoy. El “Retorno a Freud” comprende “Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis” (1953), “La instancia de la letra…” (1957), así como sus Seminarios 3, 4 y 5. Allí se van formalizando las leyes de la palabra primero, y las leyes del lenguaje después. La metáfora y la metonimia, empiezan a aparecer, como leyes del inconciente, en el Seminario 3.
Es decir que la noción de inconciente tiene una fuerte influencia de la lingüística estructuralista. Es un Lacan estructuralista, lo que se refleja en la misma definición o axioma de la que estamos partiendo: “el inconciente estructurado como un lenguaje”. Es una definición que a primera vista parece no tener relación con la teoría de Freud, pero lo que iremos viendo es que este inconciente estructurado como un lenguaje es el inconciente freudiano. Dice Lacan en “Instancia de la letra”:
“(…) es toda la estructura del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconciente”. (pp. 474, 475, Escritos 1)
Y a continuación, en la misma página, Lacan agrega que esto implica dejar caer cualquier idea de inconciente como sede de instintos, es decir, como bolsa continente, conjunto de significados.
Una idea fuerte y central que Lacan agrega a continuación, y que intentaremos desarrollar aquí, es que la estructura del lenguaje precede al sujeto, lo preexiste, es su condición y lo estructura. El sujeto no sería el amo del lenguaje, sino que va a ser su efecto. La adquisición evolutiva del lenguaje encubre esa preexistencia; es decir, el niño va aprendiendo a hablar, va adquiriendo palabras en su repertorio, “mamá”, “papá”, “leche”, “agua”; luego adquiere mayor articulación “Yo quiero agua, mamá”; y así va complejizando su habla. Pero antes de que eso suceda, antes de que aprenda sus primeras sílabas, decimos que ya es hablado, ya está atravesado por el lenguaje. El Otro materno, familia, etc. ya lo espera con un nombre, un apellido que lo liga a una historia familiar a la que viene a inscribirse, se habla de él, ocupa un lugar (el primero, el del medio, el varón, el que llegó de sorpresa, el que tendrá tal misión, etc.) Esta preexistencia del lenguaje se puede decir también “preexistencia del Otro” (con mayúscula), de lo simbólico, porque somos hablados por el Otro, advenimos a un mundo simbólico. Desde este punto, el tema es cómo el ser vivo, natural, es así apresado por lo simbólico. El sujeto para el psicoanálisis no es el individuo, el ser vivo natural, sino aquel que está marcado por el lenguaje, el que debe subjetivarse, hacer suya esa historia.
En “La instancia de la letra” hay muchas referencias a esta preexistencia del lenguaje, que estructura todo lo humano, no sólo al sujeto, también a la cultura, a las relaciones de parentesco, las relaciones del trabajo. Hay referencias a Levi Strauss, Marx, por ejemplo, pero que aquí no tomaremos, pero lo mencionamos para marcar este valor estructurante del lenguaje respecto de todo lo humano.
Estructura del lenguaje en el inconciente
Entonces, en esta concepción está la influencia de la lingüística estructuralista. Saussure es uno de los lingüistas principales que toma como referencia. De él toma la noción de signo. En la página 476 y 477 de “La instancia…”, define su algoritmo S/s, que se lee: “significante sobre significado, el “sobre” responde a la barra que separa sus dos etapas”.
Dice Lacan allí que este algoritmo merece ser atribuido a Saussure, en homenaje a él, aunque no aparezca así estrictamente en sus esquemas ni en sus lecciones, ni en su “Curso de Lingüística General”, que es la referencia que Lacan toma. Esta escritura S/s no es una formulación de Saussure, sino que es una invención de Lacan que toma el signo saussureano y lo subvierte.
A grandes rasgos, el signo saussureano daba primacía al significado y era una relación de arbitrariedad. La significación se daba por la relación entre el significado o concepto (arriba) y el significante o imagen acústica (abajo). Ambos componen el signo lingüístico y están unidos en una relación cerrada y arbitraria, porque en esa relación de esas dos caras no había necesariedad o motivación alguna.
El ejemplo más simple de esta arbitrariedad es que un mismo significado o concepto tiene un significante distinto en los distintos idiomas. Esta “arbitrariedad” no quiere decir que cada sujeto elija o cambie sus significantes, sino que eso arbitrario a la vez se da en un contexto normativo compartido por todos los que hablan la misma lengua.
Pero Saussure además señala que no sólo hay esta relación positiva y cerrada del significado y el significante en el signo (Caballo/caballo). También hay una relación negativa y diferencial entre signos. Esto significa que, si cambiamos dos letras y ponemos por ejemplo “zapallo”, “zapallo” no es “caballo”. Y esa diferencia es lo que permite que la lengua sea un sistema de relaciones. Entonces, para Saussure, en una lengua habría un gran número de unidades, llamadas “signos”, que serían unidades compuestas por dos elementos unidos entre sí en una relación de arbitrariedad, unidades que entre sí son diferenciales y por eso pueden relacionarse.
Volviendo a Lacan, él recorta de la lingüística estas dos puntuaciones fundamentales, el de la sincronía (conjunto de elementos o unidades) y la diacronía (las leyes de su articulación).
En su algoritmo de “La instancia de la letra”, él ubica arriba el S y debajo el s, para dar cuenta de la primacía del significante respecto al significado, siendo el significado efecto del significante S/s. Y lo que veremos es que, para Lacan, a diferencia de Saussure, la relación entre significado y significante está rota, no hay correspondencia entre ambos.
La barra ya no marcaría unidad sino separación o resistencia y esta barra va a tomar un valor (que para el psicoanálisis será la represión). Subvierte el signo saussureano con su algoritmo. La significación será un efecto del significante a partir de sus leyes de sustitución (metáfora) y contigüidad o desplazamiento (metonimia) que ya veremos. Retengamos esta palabra: “efecto”.
El algoritmo que Lacan escribe aquí en el escrito, no es el signo. No conlleva una relación de significación entre significante y significado, esto quiere decir que no significa nada por sí mismo, no tiene función representativa porque no es que tal significante lleva pegado tal significado ni lo representa. Si decimos “sobre”, no sabemos si es “sobre la mesa”, “el sobre que lleva dentro una carta”, si es “sobre lo que vamos a hablar” o si es en relación a algo que “sobra”. El significante “sobre” en sí mismo no tiene ninguna significación. Todos los malos entendidos de la vida se fundan en esta noción.
Aquí viene el gran paso. Para que un significante tenga sentido tiene que estar articulado a otro significante. Es decir, constituir una cadena. (Ahí ya encontramos esta palabra que resuena del inconciente freudiano). En la página 478 dice que es una “ilusión (…) sostener que el significante responde a la función de representar al significado, o digamos mejor: que el significante deba responder de su existencia a título de una significación cualquiera”.
Lacan sustituye la ilustración de la palabra ARBOL/árbol, que correspondería al signo, por el de CABALLEROS- DAMAS/ puerta-puerta (página 479)
Allí se ve que por la yuxtaposición de dos términos (CABALLEROS – DAMAS) se produce una precipitación de sentido: baños. “Así es cómo el significante entra en el significado”. Y además, muestra el equívoco a que da lugar este ejemplo, la significación no unívoca, con el ejemplo de los niños que llegan a una estación de tren y una dice “Llegamos a Damas” y el otro “No, llegamos a Caballeros”. Es decir, la significación no es unívoca, es equívoca. Puede evocar una cosa o la otra. En este ejemplo la niña representa un lugar y el niño otro lugar. Incluso esto mismo, se representan lugares a los que uno llegaría en tren y no baños de una estación de tren.
Entonces, la estructura del significante está compuesta por elementos diferenciales y está sometida a leyes de articulación. Por un lado, el conjunto de esos elementos se ubica en una sincronía, es decir significantes que valen por la diferencia de uno respecto a los demás (caballo, zapallo, y todos los demás). Por otro lado, implican una diacronía, o sea que se articulan unos a otros en cadenas. Lacan lo expresa: “anillos cuyo collar se sella en el anillo de otro collar hecho de anillos”. (p.481). Si volvemos al significante ARBOL, es un significante de la lengua, forma parte del tesoro de los significantes, es diferente respecto a otros significantes, pero sólo en una cadena se articulará el sentido de si se está hablando de un árbol de la flora, de un roble o de un sauce, de un árbol genealógico, de un árbol eléctrico, etc.
Volviendo a las leyes del significante, en la producción de significación intervienen la ley de la metonimia, la conexión de una palabra con otra, y la metáfora, la sustitución de una palabra por otra. La primera se da en la diacronía y la segunda en la sincronía.
El “árbol genealógico” es un ejemplo de un significante en relación a otro: árbol y genealogía. Así se va dando un efecto de significación. Al mismo tiempo y con la misma lógica, una frase sólo cobra sentido en el último término. Lacan habla de punto de almohadillado o punto de capitón. Si se la interrumpe antes no puede saberse qué sentido tendrá, e incluso puede hasta cambiar el sentido de la frase. Ejemplo: “Te quiero” – “Te quiero bien” – “Te quiero bien lejos” – “Te quiero matar”. Estos son ejemplos del efecto de significación en el orden metonímico. Un ejemplo de metáfora es la típica metáfora de la poesía, el uso de una palabra por otra que hace surgir un sentido, por ejemplo “Este hombre es fuerte como un toro” o “débil como un cristal” (y en su lugar simplemente usar “toro” o “cristal”). También lo veremos en el síntoma.
Para finalizar con este recorrido sobre la estructura del significante: dijimos que el sujeto no será amo del lenguaje sino su efecto, y dijimos que retengamos esta palabra efecto. A partir de este desarrollo, podemos definir ¿de qué sujeto hablamos? El sujeto es el que se produce a partir de esta articulación S1 – S2, un significante para otro significante. Es el sujeto que vive en lo simbólico, sujeto de la palabra, que debe significar y hacerse significar en esas articulaciones. Ejemplo: si veo una palabra en otro idioma y pienso que hay un mensaje o signo dirigido a mí, es el sujeto del signo, sin dividir, es la psicosis, concernida por el signo, con lo tormentoso que puede ser eso. Ejemplo: alguien que veía que abrían el baúl de un auto y eso significaba que lo iban a matar, o el que se colgó porque vio la propaganda de “Colgate”. Tenemos ahí ejemplos de un mensaje unívoco (no equivoco). Si en cambio pienso que debe haber un sentido y tener relación con otro significante, aunque no sepa cual, hay allí un sujeto dividido por el significante, por su condición de significante y necesitar al menos dos en articulación. Ejemplo “humo” puede ser más que un incendio, asado, quema de basura, peligro, diversión… etc.
El inconciente freudiano y su estructura de lenguaje
Todo este desarrollo de la estructura del lenguaje y sus leyes nos permiten afirmar esta propiedad del significante de remitirse a más de un significado. O como lo dice Lacan en la página 485, la posibilidad de “utilizarla (a la estructura de la cadena significante) para significar muy otra cosa que lo que ella dice”. Lacan dice en esa época que esta estructura es lo que se le reveló a Freud como inconciente. (Pág. 489). En las lagunas o tropiezos del discurso, donde algo del deseo reprimido inconciente se hace presente. Lo que Freud introdujo es esa estructura, sólo que adelantado a la lingüística. Los desarrollos posteriores, dice, se desviaron. Pero Lacan con su “Retorno a Freud”, nombrado por él así en la página 494, lo que hace es revalorizar ese descubrimiento.
Dice Lacan que en “La interpretación de los sueños” (1900) de lo que se trata es de la letra del discurso. Y que hay que tomar las imágenes del sueño como significantes. O sea con la misma estructura significante del discurso. Recordemos que el significante no es el signo que se representa a sí mismo (Como lo que se cree popularmente, de que nos dicen con qué soñó y debería un psicólogo decir qué significa) sino que hay que poder llegar a su significación a través de una cadena asociativa en la que esté articulado. Y por eso habla de reconstrucción del sentido del sueño a través de sus detalles, de sus elementos.
Podemos introducirnos en cualquier parte de su gran obra de los sueños, en todos lados está ejemplificado por Freud ese valor significante de la imagen que no lleva pegado un significado. El sueño se le presenta como la vía de acceso regia al inconciente. Formaliza lo que llama el “trabajo del sueño”, por medio del cual algo que no se puede expresar (porque es rechazado, reprimido) se expresa desfigurado. ¿Cómo lograría esto? Gracias a la propiedad del significante, de poder significar algo distinto de lo que dice y de sus leyes de desplazamiento (metonimia) y condensación (metáfora) que encontramos en cualquier sueño que analiza Freud, o en los que se presentan en nuestra clínica, o en nuestros propios sueños. La formación de compromiso entre contenido latente y manifiesto se basa en esta lógica y es lo que da nombre a lo que Lacan llama “Formaciones del inconciente”.
Con el chiste nos encontramos con el ejemplo por excelencia de la vida cotidiana en el que una palabra puede remitir a más de un significado. Esta propiedad de la palabra es la condición para que haya efecto de chiste y también que haya un trasfondo de sentido compartido. Si nos cuentan un chiste en un idioma que no conocemos no se va a producir el efecto de chiste. El texto de Freud “El chiste y su relación con el inconciente” (1905) trata de mostrar la técnica de la formación del chiste con los mismos mecanismos que los del trabajo del sueño: condensación y desplazamiento. Freud comienza su escrito haciendo una especie de clasificación de las formas de chiste, las cuales se basan en hechos lingüísticos, es decir, en hechos de palabra: condensación entre dos palabras o ideas, la formación sustitutiva, doble sentido de una palabra, juego de palabras, la figuración, por lo contrario, etc. Todo el tomo VIII de Amorrortu trata sobre esto y hay innumerables ejemplos de los distintos mecanismos lingüísticos en muchísimos chistes. Por mencionar algunos.
Página 30 del Tomo VIII: Un maestro le cuenta a Freud que “en un salón de París fue presentado un joven, supuestamente pariente del gran Rousseau, y que también llevaba ese nombre. Era pelirrojo pero su comportamiento fue tan torpe que la dama de la casa dijo al caballero que lo había presentado, a modo de crítica: “Usted me ha hecho conocer a un joven “Roux – sot” (pelirrojo y tonto) pero no a un Rousseau”. (Por homofonía)
Página 31 del Tomo VIII: “Se cuenta que una dama italiana se vengó de una falta de tacto del primer napoleón mediante un chiste: mediante un baile en la corte, Napoleón le dijo, señalándole a sus compatriotas: “Todos los italianos danzan tan mal? A lo que ella le respondió “Todos no, pero Bona parte”. (Doble sentido)
Todos los chistes que escuchamos o inventamos en la vida se basan en una estructura significante y sus combinatorias. El chiste también es el ejemplo más concreto de que es el Otro el que sanciona el mensaje (“el mensaje viene del Otro en forma invertida”). Y Lacan encuentra en el chiste una especie de modelo para la interpretación.
En “Psicopatología de la vida cotidiana” (1901) Freud muestra cómo los lapsus, actos fallidos, olvidos, etc. son fenómenos normales de la vida cotidiana con la misma estructura y mecanismos que el sueño y el chiste. Un deseo o pensamiento inconciente o sofocado, logra expresarse por caminos insólitos. Es por la palabra que un sujeto puede decir lo que justamente no quería decir. También el escrito de Freud, el Tomo VI de Amorrortu, está lleno de ejemplos. Por ejemplo, una mujer que consulta, venía con su semblante totalmente abatido, y la queja de que siempre le pasa lo mismo, la abandonan y ella queda así, abatida. En su relato dice “Admiro a esas mujeres que van por la calle así, todas impotentes”. Al instante aclara que quiso decir “Imponentes”. Impotente era lo contrario a lo que quería decir su discurso conciente: imponente, y se cuela por una sustitución de una palabra dando como resultado un sentido opuesto, pero compatible con su posición en las relaciones.
Síntoma
Dice Freud en la página 269 del “Psicopatología de la vida cotidiana”: “Sólo podremos apreciar de manera correcta el raro trabajo que engendra tanto a la operación fallida, como a las imágenes del sueño cuando sepamos que los síntomas psiconeuróticos (…) recapitulan en su mecanismo todos los rasgos esenciales de ese modo de trabajo”.
Para tomar brevemente un caso que quizás muchos conozcan, un texto temprano de Freud, el de Elisabeth Von R, que Freud publica en 1985 en “Estudios sobre la histeria”. Ella sufría, entre otros síntomas, de una astasia abasia, parálisis de las piernas en las que además se observaban áreas particularmente dolorosas. Freud va contando el historial y su investigación sobre los traumas, conflictos o acontecimientos, con su padre, su hermana, su cuñado, y demás miembros de la familia, que dieron origen a los dolores y a la parálisis. Esta histérica, había pasado bastante tiempo cuidando a su padre enfermo, sosteniendo a su padre sobre sus piernas que se volvieron así, zonas histerógenas. Sus deseos reprimidos se tornaron en culpa y esta se expresó en esas zonas que se volvieron propicias, huellas facilitadas para hacer un síntoma. Sus deseos reprimidos también estaban asociados a su amor al cuñado, el esposo de su hermana, hermana que luego muere, y se genera en ella algo que se puede traducir en “Ahora él puede ser para mí”. Con este cuñado también había tenido momentos compartidos de caminata en las que las piernas resultaron un lugar de expresión de sus sentimientos de culpa. Sobre todas estas situaciones motivos de culpa Freud sitúa los acontecimientos relevantes que le permiten entender los síntomas. En su parálisis y en sus dolores se expresaban aquellos sentimientos y aquellos deseos. Y Freud agrega que habían operado en la determinación de los síntomas otra serie que los acentuaba y habla de “parálisis funcional simbólica”. Dice Freud “Observando que la enferma cerraba el relato de toda una serie de sucesos con el lamento de haber sentido dolorosamente lo sola que estaba (“estaba” en alemán significa tanto “estar” como “estar de pie”), y que no se cansaba de repetir que lo más doloroso para ella había sido su “impotencia” y la sensación de “no avanzar un solo paso” en sus propósitos, no podíamos menos que conceder a sus reflexiones una intervención en el desarrollo de la abasia y conceder que había buscado directamente una expresión simbólica de sus pensamientos dolorosos, hallándola en la intensificación de sus padecimientos”.
Es decir que la idea de este trabajo del inconciente con esta estructura significante tiene este alcance: la de ser capaz de producir síntomas. Un elemento queda reprimido y en su lugar aparece otro, en este caso los padecimientos histéricos. Alguien comentaba alguna vez el caso de un hombre que consultaba por un síntoma: la eyaculación precoz con sus parejas, que interfería mucho en su vida. Este hombre se dedicaba a correr carreras y siempre quería “llegar primero”. Ciertas puntuaciones sobre esto último en las entrevistas preliminares producen un aligeramiento de ese síntoma de eyaculación precoz y se da una entrada en análisis. Es decir, que cuando un síntoma entra en la vía del sentido puede tener efectos. El síntoma como formación del inconciente, a esta altura de la enseñanza, es producto de la concatenación significante y por lo tanto es tomado como un mensaje, y al ser un mensaje es posible interpretarlo, descifrarlo. A esta altura de Lacan entonces, el síntoma se resuelve por entero por la vía del sentido, del lenguaje.
EL INCONSCIENTE COMO DISCURSO DEL OTRO
María Gabriela Santiano
Para desarrollar este axioma me ha basado en algunos textos de Lacan: “Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis” (1953), contemporáneo al Seminario 1 “Los escritos Técnicos de Freud”; “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (1957-1958), texto contemporáneo al seminario 5 de “Las formaciones del inconsciente”, y también en algunos textos de JA Miller, entre otros.
El Inconsciente, descubrimiento freudiano, es definido por Lacan en este momento de su enseñanza como “Discurso del Otro”.
¿Qué es un discurso? Miller nos dice en su Curso “Extimidad” que “de algún modo el término discurso es el operador que incluye la función de la palabra en el campo del lenguaje y permite introducir, hasta el punto de volverlo equivalente, el concepto de Otro en el inconsciente” y que a éste “Otro lo introduce la función de la palabra” (pág. 240).
Otro modo en que Lacan enuncia al inconsciente es “El inconsciente es la suma de los efectos de la palabra sobre el sujeto, en el nivel en que el sujeto se constituye por los efectos del significante” (Seminario 11. Pág. 132). Es decir que entonces el Inconsciente del sujeto sería efecto de esas palabras que provienen del Otro, de ese discurso del Otro.
Entonces ¿de qué Otro se trata? ¿Quién es el Otro? Recordemos que es el momento de la enseñanza de Lacan de la primacía de lo simbólico, de la existencia del Otro con mayúscula, un Otro que es la batería de los significantes, el conjunto de los significantes, por eso es un Otro consistente, completo. Lacan lo ubica en sus primeros esquemas designándolo con la letra A mayúscula.
En “Función y Campo …”, página 254, Lacan nos dice “El sujeto va mucho más allá de lo que el individuo experimenta “subjetivamente”, tan lejos exactamente como la verdad que puede alcanzar. (…) Sí, esa verdad de su historia no está toda ella en su pequeño papel, y sin embargo su lugar se marca en él, por los tropiezos dolorosos que experimenta de no conocer sino sus réplicas, incluso en páginas cuyo desorden no le da mucho alivio”.
Es decir que el sujeto recibe del Otro el texto que escribe, y para cuando se transforma en Sujeto, está ya victimizado por el Significante del Otro, la madre, el padre, el Otro social. Es decir que el Sujeto no está de entrada, no es un dato inicial. De entrada, está el Otro, que preexiste al Sujeto; es decir que, en ese lazo subjetivo originario con el Otro, el Otro lo precede y el Sujeto se constituye en relación a ese Otro.
Miller en la página 216 de “La experiencia de lo real” enuncia: “El inconsciente es un discurso cuyo pivote es la respuesta del Otro que lo acoge, lo rechaza, lo ratifica, lo valida o invalida, que en todo caso decide su sentido y su verdad, de ahí que se lo defina como discurso del Otro”. Es entonces desde ese lugar del Otro, del código, del tesoro de los significantes, desde donde emergerán las significaciones.
Lacan radicaliza en este momento la primacía de este Otro mostrando que los significantes son causa del significado, incluso que el significante es causa del sujeto (“Instancia de la letra”… Página 217), es decir que el sujeto es allí ubicado como un significado, como una variable, función del significante. Abandona la noción del sujeto como hablante, y lo introduce esencialmente como hablado. El Sujeto ya no es entonces el interlocutor, el locutor; sino que es el sujeto que constituye la referencia del discurso del Otro como “eso habla de él en el Otro” (“Experiencia de lo real”. Página 218). Esto lo escuchamos en la experiencia analítica muy a menudo, en aquellos sujetos que se presentan al analista a partir de los significantes que les han sido asignados.
Miller, en “Introducción al método psicoanalítica” página 46, nos trae un ejemplo esclarecedor. Un paciente dice “Soy un don nadie”. Este es un dicho, pero el sujeto puede decir inmediatamente “es lo que mi padre siempre decía”, y con eso el valor de la primera frase cambia con la segunda, y asimismo esta situación es ambigua porque no se sabe si el padre decía eso del paciente o de sí mismo.
Esto nos muestra el mecanismo mismo de la estructura significante explicado antes, que el significante, en este caso una frase, toma su sentido solamente a partir de la retracción de un segundo significante o de una segunda frase. O sea que esta primera frase cambia de sentido, cuando la segunda es formulada. Siempre se habla con citas, pero frecuentemente el sujeto no sabe que lo que dice es una cita del Discurso del Otro, donde se introduce esa ruptura, esa escisión entre dicho y decir. “A mí me cuesta socializar, soy introvertido”, “No tengo condiciones para la música. Me gusta, pero soy desafinado”. “No soy bueno para los deportes, soy medio vago” “Soy muy exigente”, “Soy siempre la mediadora”, enunciados que muchas veces, sin que el sujeto lo advierta, son citas del discurso del Otro.
Miller ejemplifica la definición del sujeto que Lacan introduce diciendo que se habla de él. Antes de ser hablante, el sujeto es hablado. También es observable en la clínica con niños, cuando el analista escucha los dichos de los padres, refiriéndose al sujeto niño, incluso en la puerta cuando éste está presente. “Es igual al padre, tiene su carácter”; “despistado como yo”, “eso no le gusta, es selectivo” “a él le gusta hacer x cosas” “es re inteligente, en eso salió al abuelo” … Y advertimos cómo esas palabras primeras dejan huellas en el sujeto niño, incluso palabras que luego reproduce mediante el juego. “soy malo”, “soy muy linda, muy inteligente”. Hace unos años recibí una niña de 4 años que en una sesión me dice: “¿Sabés una cosa? -“soy mentirosa” a lo que agrego: ¿Quién dice? Responde: “mi mamá”.
Por supuesto que después habrá que ver que hace cada sujeto con eso. Están esas marcas del Otro y luego habrá que ver con qué consiente cada sujeto. Las respuestas son absolutamente singulares.
Es decir que la palabra del Otro lo marca, por eso decimos que el sujeto está mortificado, herido por el significante, por ese significante que le viene del Otro. Lacan lo ilustra con una metáfora, es como un pez que se traga el anzuelo (significante del Otro) y para cuando se lo tragó, ya está adentro, ya está hablado por el Otro. Lo veremos en la célula elemental del grafo.
Siguiendo en esa línea, en las páginas 530- 531 de “De una cuestión preliminar…” Lacan nos dice que “La condición del sujeto, (neurosis o psicosis) …depende de lo que tiene lugar en el Otro (…) Lo que tiene lugar allí es articulado como un discurso (el inconsciente es el discurso del Otro) del que Freud buscó primero definir la sintaxis por los trozos que, en momentos privilegiados, sueños, lapsus… nos llegan de él”. Lacan en este texto busca establecer las condiciones dadas en la psicosis, dejándose enseñar por la neurosis, con la idea de establecer una clínica diferencial a partir de ciertas referencias. Es decir que va del esquema Lambda, al esquema R donde representa la neurosis para finalmente arribar al esquema I propio de la psicosis.
Solo haré un comentario simple del sistema Lambda, esquema del que Lacan se sirve para mostrar cómo es “la relación con ese Otro del sujeto” (página 530). Ya lo desarrolla en la página 46 del “Seminario sobre La carta robada”, y nos dice que el hombre llega a pensar el orden simbólico y entrar en él como sujeto, por la vía de la relación imaginaria con su semejante (a…a°), pero que no puede hacer esa entrada “sino por el desfiladero radical de la palabra” (S. A). Esta dialéctica de la intersubjetividad, desde la teoría de la transferencia hasta la estructura de la paranoia, se apoya en dicho esquema”.
Veamos el esquema: por un lado, tenemos el vector a a°, ¿Qué significa? Es la relación del yo y de sus objetos, es el vector que pertenece al registro imaginario, donde se establece la relación del yo con la imagen, con sus semejantes, con los otros pequeños “a”, el pequeño otro de la relación especular. Es una relación dual, simétrica, de reciprocidad, de equivalencia. Y vemos el otro vector que es el vector que corresponde al registro simbólico, el vector del S y el A, el Otro con mayúscula, el Gran Otro. Aquí Lacan ubica la palabra y el Inconsciente. Es este el vector que nos interesa. Relación asimétrica, no recíproca, causal, determinante…
- S: designa su inefable y estúpida existencia; reducido a casi nada, todas sus determinaciones están el Otro En el seminario 5, página 161 dice: “porque no posee su significante”, porque no habla, está sin palabras; estúpido porque está fuera de las significaciones y de la articulación significante. Esto también lo trabaja Miller en Extimidad, página 242.
- A: el lugar desde donde puede planteársele la cuestión de su existencia. Otro, como correlato necesario de la palabra. En el seminario 3 dice: “la palabra es un atributo del Otro”.
- S…A: “Es también desde el Otro donde el S recibe su mensaje bajo una forma invertida. Lo que estará articulado a la interpretación.
Esto quiere decir que “el lenguaje humano constituiría pues una comunicación donde el emisor recibe del receptor su propio mensaje en forma invertida (…) a saber, que la palabra incluye subjetivamente su respuesta” (“Función y campo… página 287). Ejemplo: “no me buscarías sino me hubieras encontrado”. Luego, en la página 237 afirma: ”El psicoanálisis no tiene sino un médium: la palabra del paciente”. Es decir, le concede un valor central a la palabra. Sigue: “No hay palabra sin respuesta, incluso sino encuentra más que el silencio, con tal de que tenga un oyente, y este es el meollo de su función en el análisis” (la palabra es de algún modo un llamado a la presencia del Otro, célula elemental del grafo del deseo que presentaremos luego).
Durante el primer período de su enseñanza, Lacan intenta revelar la verdad del sujeto, por lo que distingue la palabra plena (portadora del deseo, aparece en las formaciones del inconciente, el efecto de ella es una verdad del sujeto) de la palabra vacía (el narcisismo es por excelencia aquello que constituye la palabra vacía, porque es el yo casi siempre el que tiende a obturar los efectos del inconciente, donde precisamente encontramos la palabra plena) El análisis permite que la palabra plena produzca efectos de verdad.
Volvemos entonces a “el Sujeto recibe del Otro…” Esto lo podemos ejemplificar en la experiencia analítica con las intervenciones del analista, donde puede leerse otra cosa en lo que el paciente dice, por la equivocidad de la frase, donde aquél interviene con una puntuación o refiriendo un “usted lo ha dicho”, o un corte de sesión (Enunciados: “la cómoda de mi madre”, “la perra de mi hermana”). Una paciente que se presenta manifestando problemas con la ingesta, y en una de las sesiones llega y enuncia, “estoy bien… como tranquila” y el analista puntúa, “come tranquila”. Otro ejemplo es el de “mi padre calló, (cayó).”
Es decir que en estos ejemplos observamos la equivocidad del significante por su homofonía. Lacan reconoce en “el equívoco, el resorte propio del inconsciente” (página 258 de “Función y campo…”). El analizante, cuando habla, dice, pero no sabe qué dice. Hay un saber que no se sabe; entonces la intervención del analista apunta a que pueda escucharse en “eso que dice que no sabe que dice”; es decir que la intervención permite devolver el mensaje en su verdadera dimensión.
Es decir que discurso del paciente no está abierto a todos los sentidos, sino que está sujeto a una determinación inconsciente y al punto de capitón dado por el Nombre-del-Padre que pone en funcionamiento el esquema del «mensaje invertido». Este Otro del que venimos hablando es el Otro sin barrar, el Otro completo, el Otro del Significante que constituye la Ley del significante, es el Otro de la estructura del lenguaje, desarrollado al comienzo.
Intentaré transmitir como se produce ese ingreso al lenguaje, ejemplificándolo con la célula elemental del grafo.
Del lado derecho, la presencia de un organismo, el sujeto mítico de la necesidad, aún en el momento en que todavía no habla. La articulación significante ya está allí. Seguramente han presenciado a un lactante, en su estado más precario de desarrollo, dirigiéndose a ese Otro que cubre sus primeras necesidades; escena originaria en la que “sólo se lo hace intervenir mediante el grito”. Para que el grito se convierta en llamado se necesita el acuse de recibo del Otro, el reconocimiento del Otro, reconocimiento del grito del niño por su madre, ¡¡eres tú!! Este Otro primordial que es la madre, interpreta en términos significantes y convierte ese grito en demanda a partir de su propio deseo; entonces enunciará “tienes hambre o sueño” “estás enojado”. Pero la respuesta es la categoría que generaliza ese reconocimiento.
Esto es muy trabajado por Miller en “Los signos del goce” capítulo 7. El ejemplo del grito del niño y la respuesta materna nos muestra que no se trata simplemente de saber qué quiere decir ese grito, sino de que quiere decir algo, que expresa al sujeto e incluso lo representa. Este ejemplo permite que nos representemos cómo empieza a existir el significante. Entonces es por la recepción que le da el Otro, que el grito bruto, trozo de realidad, deviene una significación del sujeto. A partir de la respuesta del Otro, del significante del Otro, el grito tiene al sujeto como significación. Entonces podemos llamar “insignia” a ese significante del Otro, a ese significante de la respuesta, S1.
Tenemos aquí en la célula elemental el sujeto mítico de la necesidad (el pez); por otro lado, la cadena significante soportada por el vector S’ – S’’ ; el punto de basta (A) por el cual el significante (anzuelo del Otro) detiene el deslizamiento indefinido de la significación. Por efecto retroactivo se sella el mensaje en el punto primero, ubica ahí el significado del Otro s(A); significación como producto terminado. (La función diacrónica de este punto de basta debe encontrarse en la frase, en la medida en que no cierra su significación sino en su último término, cada término sella su sentido por su efecto retroactivo. s(A) es la puntuación donde la significación se constituye como producto terminado. Esto y lo que sigue lo encontramos en las páginas 785-786 de “Subversión del sujeto…”.
La sumisión del sujeto al significante se produce en el circuito que va de s(A) a A para regresar de A a s(A). Es por el mensaje que el sujeto se constituye, por el cual es del Otro de quien recibe incluso el mensaje que emite.
Vemos cómo Lacan va construyendo el grafo del deseo que es posterior a “Función y campo…”. Le sirve para conceptualizar la neurosis. Es un grafo de la comunicación, de las preguntas y respuestas, donde Lacan trata de formalizar con él la estructura de la experiencia analítica. El lado derecho corresponde al de las preguntas, del lado izquierdo encontramos las respuestas del sujeto. Las teorías de la comunicación dicen que la misma es un proceso simple en que un emisor le envía un mensaje a un receptor. Lacan deconstruye el esquema de la comunicación, y afirma que el signo, en nuestro lenguaje, no remite a la cosa. La palabra dice algo que va más allá del propósito consciente, y que el emisor es siempre al mismo tiempo un receptor.
Como hemos visto, el lenguaje es una cadena significante donde un significante siempre remite a otro significante y eso no se detiene. Sólo por la puntuación y el corte se produce una significación que es una escansión en un instante destinado a perderse. La interpretación tiene la función de devolverle el mensaje al sujeto en su verdadera dimensión.
Para entender la comunicación analítica hay que pensar el tema de la disimetría. Vemos la imagen del Grafo completo. El mensaje está en un lado y el código en el Otro. El código, codifica la demanda en el código del Otro. El sujeto recibe del Otro su propio mensaje en forma invertida. En la misma cadena de la demanda se sella el mensaje; s(A) es el significado del Otro. ¿Cómo es esto? Porque el Otro es el lugar desde donde el Sujeto recortará algunos significantes para constituir su síntoma, s (A), significado del Otro; y las otras formaciones del inconsciente, sueños, lapsus, chistes, actos fallidos.
En el Seminario 5, página 474, dice sobre el síntoma se sitúa en el grafo “en el nivel de la significación. Esto es lo que Freud aportó – el síntoma es una significación, un significado. Está lejos de interesar sólo al sujeto. Su historia está implicada. Por esta razón podemos legítimamente simbolizarlo mediante s (A), significado del Otro, que proviene del lugar de la palabra.” Pero no logrará constituir las formaciones del inconsciente ni los síntomas sin pasar por el S(A/). Entonces en el lugar del Otro como lugar del significante se debe inscribir además el Otro como lugar de la ley.
En “De una cuestión preliminar, página 559, nos dice “Para ir ahora al principio de la forclusión (Verwerfung) del Nombre-del-Padre, hay que admitir que el Nombre-del-Padre redobla en el lugar del Otro el significante mismo del ternario simbólico, en cuanto que constituye la ley del significante”. Sigue en la 564: “es decir del significante que en el Otro, en cuanto lugar del significante, es el significante del Otro en cuanto lugar de la ley”.
La idea es que entonces podamos distinguir la Ley del significante (el Otro del significante, el Otro del lenguaje) del Significante de la ley (el Otro de la Ley). No lo desarrollaré, solo diré que este S( A/) (significante del Otro tachado, barrado, incompleto, es el que asegura el lugar del Otro como Otro de la Ley) tiene que ver con la estructura clínica y hace referencia al Otro de la Ley. ¿Porqué?
Porque si hablamos de síntoma, s (A), (como significado del Otro) como metáfora, sustitución significante, formación del inconsciente, estamos hablando de que ha funcionado la represión, eso quiere decir que operó la metáfora paterna, ha operado el Significante del NP, que está dentro del campo del Gran Otro, que es el significante privilegiado de este momento, (sostén de la función simbólica) porque es el Significante de la Ley, es el que articula el deseo a la ley. Por eso podemos comprender al $, el sujeto dividido de la Neurosis, el Sujeto deseante. El sujeto se constituye como lugar vacío sobre el que se van a inscribir los efectos de sentido que vienen del campo del Otro, sujeto semántico en el que se va a ubicar fundamentalmente la falta en ser, no el ser, un sujeto atravesado por la falta, este concepto define la neurosis misma.
Para ir concluyendo, algunas definiciones de síntoma que podemos deducir de lo enunciado.
*“El síntoma es aquí el significante de un significado reprimido de la conciencia del sujeto. Símbolo escrito sobre la arena de la carne y sobre el velo de maya, participa del lenguaje por la ambigüedad semántica que hemos señalado ya en su constitución. Pero es una palabra de ejercicio pleno, porque incluye el Discurso del otro en el secreto de su cifra”. (Página 270 de “Función y campo…”)
*“se resuelve por entero en un análisis de lenguaje porque el mismo está estructurado como un lenguaje, porque es lenguaje cuya palabra debe ser librada” (Página 258 de “Función y campo… “).
*Mensaje cifrado, que encierra un sentido (encarcelamiento del sentido que produce sufrimiento, puede referirse al cuerpo o al pensamiento), a descifrar.
La entrada del sujeto en el dispositivo analítico se produce en la mayoría de los casos ante una situación de urgencia subjetiva, presencia de angustia y ante el enigma que le plantean al sujeto sus síntomas. Sufrimiento que se dirige hacia un saber que le “dará sentido”; esta suposición de saber sostiene la operación analítica. En general el paciente viene a consultarnos, quejándose de sus síntomas, responsabilizando al Otro de su padecer; será necesario que en el transcurso de la experiencia pueda ir escuchándose en eso que dice que no sabe que dice, implicándose en ello y responsabilizándose de su posición en ese desorden del que denuncia; con la finalidad de encontrar un saber para hacer allí con eso, de la manera más vivible posible, o por lo menos no con tanto malestar.
(Viñetas clínicas señaladas en la bibliografía).
Bibliografía
A- EL INCONCIENTE ESTRUCTURADO COMO UN LNGUAJE
-Freud, S. “Estudios sobre la histeria” – Señorita Elisabeth von R. Pág 151. Tomo II – Amorrortu.
-Freud, S. “La interpretación de los sueños” – Tomo IV – Amorrortu.
-Freud, S. “Psicopatología de la vida cotidiana” – Tomo VI – Amorrortu.
-Freud, S. “El chiste y su relación con el inconciente”. Tomo VIII – Amorrortu.
-Lacan, J. “La instancia de la letra en el inconciente o la razón desde Freud”. Escritos 1. Ed Siglo XXI. Apartados 1 y 2. Páginas 473 a 503.
B- EL INCONSCIENTE COMO DISCURSO DEL OTRO
-Lacan, J. “Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis” Escritos 1 (1953) pág. 237, 244, 254, 258, 267, 270, 287
-Lacan, J. “Seminario sobre La carta robada” Escritos 1 (1955) pág. 46, 47, 49 Esquema Lambda, pág. 47
-Lacan, J. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” Escritos 2 (1957-58), pág. 530, 531, 559, 564
-Lacan, J. Seminario 5 de “Las formaciones del inconsciente”, (1958-59) pág. 159, 161, 227, 474 Célula elemental, Anexo, imagen. Pág. 525 Grafo del deseo, Anexo, Imagen, pág. 521
-Lacan, J. “Subversión del Sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano” (1960), Escritos 2, pág. 784,785,786 Célula elemental, Imagen 2, pág. 784
-Miller, J.A. “Extimidad” pág. 240, 241, 242
-Miller, J.A. “La Experiencia de lo Real …” pág. 216, 217, 218
-Miller, J.A. “Introducción al método psicoanalítico” pág. 46, 47
-Miller, J.A. “Los signos del goce” pag. 110, 111
C- VIÑETAS
-Tendlarz, Silvia. “La interpretación, del sentido a la resonancia en el cuerpo” Logos 9. pág. 18 y 19
-Amadeo de Freda, Damasia. Lacaniana 13, pág. 145, 146
4ta. Clase. “La pulsión y el síntoma”
a cargo de Marcela Finos y patricia Rojo (Practicantes del psicoanálisis. Integrantes de la Comisión Directiva del CID San Luis) 7 de noviembre 2020.
PARTE A: EL CONCEPTO DE PULSIÓN (FREUD – LACAN)
Patricia Rojo
“Dime de qué te quejas y señalarás de qué te satisfaces…”
Se intentará ubicar el concepto de Pulsión para pensar la clínica de orientación lacaniana.
En 1905 en “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud nombra el primer dualismo pulsional: pulsiones de autoconservación y pulsiones sexuales. Tanto unas como otras buscan la satisfacción, y presentan un impulso que se origina en una excitación corporal.
Los elementos que conforman la pulsión son:
- La fuente: constituida por las zonas erógenas: oral, anal, fálico-genital. Se busca suprimir un estado de tensión a partir de dicha excitación.
- El fin o meta: reinstala el equilibrio previo al inicio del estado de tensión.
- El objeto: posibilita a la pulsión alcanzar el fin. Es lo más variable.
En 1915 en “Pulsiones y destinos de pulsión” ubicamos que “(…) la pulsión es un concepto fronterizo entre lo psíquico y lo somático”. Y aquí agrega el cuarto elemento de la pulsión: el “empuje”. Freud dice: “La pulsión no tiene ni día, ni noche, ni primavera ni otoño, ni alza ni baja. Es una fuerza constante”. Presenta los destinos de la pulsión: la vuelta hacia la propia persona, la represión y la sublimación. Freud nos advierte que los destinos van de la mano de las defensas contra éstos. Es decir, para la pulsión, el destino incluye defenderse de hallarlo.
En 1920 en “Más allá del principio del placer” Freud ya no podrá sustentar la creencia de que el acontecer anímico es gobernado exclusivamente por el afán de placer. Encuentra tres fenómenos que llaman su atención: la culpa de los neuróticos, los fenómenos de masoquismo, la observación del juego de los niños (el “fort –da” ya desarrollado en clases anteriores de este curso). Estos fenómenos apuntan de manera inequívoca a la presencia en la vida anímica de un poder que, por sus metas, llamamos “pulsión de muerte” y que va más allá de ese principio de placer, constituyendo una compulsión a la repetición, un perpetuo retorno de lo mismo.
Lacan, siguiendo a Freud en su enseñanza, ubica la pulsión como el efecto más virulento del significante en el sujeto.
En EL Seminario, libro 6 “El deseo y su interpretación” de 1958-59, la pulsión tiene el estatuto de una demanda imperativa inconsciente. Es decir, la pulsión designa una relación inconsciente al significante.
Aquí se puede ubicar esa alianza inseparable del cuerpo y el lenguaje que pivotea toda la experiencia psicoanalítica.
Ubiquemos en el grafo del deseo lo siguiente: cuando el viviente se lanza y es atravesado por la cadena significante del A, y a la vez dirige una demanda al A, y éste le responde, podemos pensar que allí en la demanda se va armando la pulsión. La pulsión se constituye en la relación del sujeto con la demanda, en ese interjuego entre el sujeto y el Otro. La pulsión, por definición, es una exigencia. Exige una respuesta. La pulsión lo manda a demandar.
Por otro lado, puede pasar también que el sujeto se dirige al campo del significante, demanda y el A(barrado) no le responde, allí se abre la pregunta por el deseo ¿qué soy para el Otro? ¿Qué me quiere? Es a partir de esta pregunta que surge una respuesta fantasmática, que es gramática y libidinal. Gramática significa que constituye una frase, por ejemplo: “el otro me agarra”. Libidinal significa que, detrás de esa frase, hay una dimensión oculta, una dimensión pulsional, por ejemplo: “Me hago agarrar” (voz reflexiva). Es decir que el fantasma vela la pulsión.
$ <> D significa que hay un corte implicado entre la D y un $ que no puede decirlo todo, un sujeto que queda a medio decir, y una demanda que no termina de decir ese medio decir. Entre lo uno y lo otro hay una insistencia marcada como un corte. Ello marca la fuerza de la pulsión que insiste y que escapa a la cadena significante, y es por ello que se repite.
Es en el Seminario, libro 10 “La angustia” de 1962-63 da un nuevo estatuto al cuerpo. Ya no es el cuerpo imaginario, sin órganos, el del “Estadio del espejo”; ni tampoco el cuerpo mortificado por el significante que barra al sujeto, del Seminario 6.
A partir de este seminario, nos presenta un cuerpo en pedazos separables, piezas sueltas que constituyen los agujeros del cuerpo pulsional, esos bordes que marcan un circuito en donde la pulsión se satisface en el mismo recorrido. Aquí Lacan sumará a la lista de las pulsiones diseñadas por Freud: oral anal y fálica, las pulsiones escópica e invocante. A diferencia del objeto oral y anal que responden a la diálectica de la demanda, la mirada y la voz eluden esa dimensión de la castración, constituyéndose en objetos de deseo.
Tomando la pulsión escópica, la mirada, podemos ubicar en lo cotidiano esto de-darse-a-ver. Si tenemos en cuenta que la mirada es un borde que se desprende del cuerpo y se la ubica en el campo del Otro para ir a buscarla en el Otro, se satisface en ese circuito. Podemos pensarlo hoy, por ejemplo, en las redes sociales: en los estados, cuando se publica una imagen, entrando en juego el dar-a-ver al otro. Respecto a esto último citaré, en palabras textuales de Lacan, lo siguiente: “¿No encuentra uno satisfacción en estar bajo esa mirada (…), esa mirada que nos cerca y nos convierte primero en seres mirados, pero sin que nos lo muestren?” (Seminario 11, p.83) ¿Será esta la semilla del éxito de las redes sociales?
En cuanto a la pulsión invocante: la boca es el borde, el objeto voz se desprende del cuerpo y permite que quede aislada y separada del cuerpo, y que pueda hacerse presente en lugares y dimensiones en que el cuerpo no está, pasando al campo del Otro. Esta propiedad de la voz de soltarse del cuerpo es lo que permite que podemos pensar la voz que reclama obediencia, a partir de los los imperativos superyoicos en las neurosis. Y “eso” que retorna en forma certera, una voz extraviada desde lo real, que se puede ubicar en la psicosis.
En el Seminario, libro 11 “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” 1964, Lacan nos invita a pensar la pulsión como un collage, un montaje surrealista de elementos imaginarios, simbólicos y reales que la componen. Su característica principal es que no cesa de insistir; ello da su matiz de exigencia que no cesa. ¿Exigencia de qué? Y la respuesta de Freud es: de satisfacción. Lacan toma esta idea para afirmar que “es la satisfacción de la pulsión lo que nos conduce a esta paradoja en la clínica psicoanalítica”.
Lacan indica que la pulsión se satisface siempre, sólo que hay ciertas formas de la satisfacción pulsional que, en lugar de ser registradas como placer, son registradas como displacer o sufrimiento. La paradoja consiste en que, en lugar de satisfacerse en los objetos que le están predestinados, o en los objetos que reemplazan a los que están predestinados, también a veces se satisface en el síntoma mismo.
“Está claro que aquellos con los que tenemos que habérnoslas, los pacientes, no están satisfechos, como se dice, con lo que son. Y no obstante, sabemos que todo lo que son, todo lo que viven, aún sus síntomas, tiene que ver con la satisfacción. Satisfacen a algo que sin duda va en contra de eso con lo que podría satisfacerlos, lo satisfacen en el sentido de que cumplen con lo que ese algo exige. No se contentan con su estado, pero aun así, en este estado de tan poco contento, se contentan. El asunto está justamente en saber Toda la cuestión radica, justamente, en saber qué es ese se que queda allí contentado” (Seminario 11. p.173).
Los síntomas de los neuróticos son satisfacción de la pulsión que muestra la paradoja de que pueden hacer daño. La cura analítica es el intento para disminuir o hacer desaparecer ese demasiado daño que satisface al neurótico. “Digamos que, para una satisfacción de esta índole, penan demasiado. Hasta cierto punto, este penar de más es la única justificación de nuestra intervención” (Seminario 11. p.173-4)
Viñeta publicada de Débora Nitzcaner
Susana consulta a las semanas de fallecer su madre. Luego de 6 años de estar a cargo de su cuidado refiere que esto fue una decisión desde el amor. Su preocupación al momento de la consulta se fundamentó en que su hija de 12 años se encerraba en su habitación, sin querer hablar. De inmediato encuentra un sentido a esa preocupación, se da cuenta que trata a su hija igual que a su madre. Tropezar con ese sentido, la advertía de lo que podría continuar para ella, muerta su madre, su hija haría de enferma.
“Quedó agarrada de mí” sería su interpretación del modo en que su madre se aferró a ella, luego de que falleciera tempranamente su hermana melliza. El primer tramo del tratamiento se desarrolla alrededor de lo que para ella implica transitar esa pérdida; sin embargo, muestra su decisión por saber sobre el trazo de la satisfacción inscripta en el vacío que implicó lo perdido. Hasta aquí el recorte de la analista.
Podemos ubicar un circuito pulsional: una vez vacío el lugar de la melliza, Susana se constituye en la melliza de su madre, luego quedando vacío el lugar de su madre, Susana intenta convertirse en la melliza de su hija, hay en juego algo de su satisfacción: “ser la melliza de un otro”.
PARTE B: SÍNTOMA EN FREUD – SÍNTOMA EN LACAN
Marcela Finos
Se tomarán dos conferencias de Freud de las Conferencias de Introducción al psicoanálisis: (Tomo 16. Amorrortu)
- La conferencia 17, El sentido de los síntomas. (1916)
- La conferencia 23: Los caminos de formación de síntomas. (1917)
Son conferencias que Freud da a un público de no analistas. No por eso le resta rigurosidad. Al contrario, son muy valiosas.
Miller, en el Seminario de Barcelona sobre “Los caminos de la formación del síntoma”, destaca esa rigurosidad. Y agrega que Freud se obliga a una simplificación y una condensación que hace ver los fundamentos y el esqueleto de su teoría.
Freud aún no había escrito “Mas allá del principio del placer” (1920), ni “El yo y el Ello” (1923), ni “Inhibición síntoma y angustia” (1925), donde le da una vuelta más. En la conferencia 17 empieza diciendo que los síntomas neuróticos son ricos en sentido. Tienen su sentido, como las operaciones fallidas y los sueños, y al igual que éstos, también tienen su nexo con el entramado de la vida de los enfermos. Rastreando en la historia del paciente, el síntoma develaría su sentido y desaparecería. Podríamos decir que esto implica la idea del inconsciente en sentido descriptivo, es decir, lo inconsciente susceptible de hacerse consciente.
Allí Freud describe varios ejemplos, que aborda desde esta perspectiva del sentido, diciendo que los síntomas tienen un sentido, que es sexual, y un propósito. Tal es el caso que presenta de una dama con graves síntomas obsesivos, que realizaba varias veces al día un extraño comportamiento: corría de una habitación a otra, se paraba frente a una mesa con mantel y llamaba muchas veces a la mucama para darle luego tareas nimias, o la despedía sin darle tareas. La mujer se había casado hacía más de 10 años con un hombre mucho mayor que ella. Este hombre, en la noche de bodas resultó impotente. Y corrió reiteradamente desde una habitación a la otra intentándolo cada vez, todas las veces sin éxito. A la mañana siguiente él dijo: “es como si uno tuviera que avergonzarse frente a la mucama”. Y tiró tinta roja sobre las sábanas.
Las relaciones que fue estableciendo la enferma, llevaron a Freud a entender que la mujer realizaba el mismo recorrido q había hecho su esposo ante el hecho penoso de la noche de bodas. Además, ella había arrojado tinta sobre el mantel, que era lo que exhibía para la mucama. El síntoma tenía ese sentido de repetir aquel circuito y un propósito: “corregir” algo. Como diciendo: él no tuvo de qué avergonzarse, él no era impotente. Acá no hace referencia a la libido, sólo al sentido y propósito de los síntomas.
En la Conferencia 23, en cambio, dice así: “ya sabemos que los síntomas neuróticos son el resultado de un conflicto que se libera en torno de una nueva satisfacción pulsional. Las dos fuerzas que se han enemistado vuelven a coincidir en el síntoma, se reconcilian por así decir, gracias al compromiso de la formación de síntoma”. Más adelante agrega que los síntomas crean un sustituto para la satisfacción frustrada, lo hacen por medio de una regresión de la libido a épocas anteriores del desarrollo.
Entre ambas conferencias hay un movimiento que va del sentido del síntoma a su satisfacción, a la satisfacción pulsional en el síntoma. ¿Cómo llegó a esto? ¿Por qué?
Porque en las conferencias que están entre la 17 y la 23, Freud trabajó cinco conferencias más, en las cuales fue planteando conceptos que le permitieron articular este movimiento que va del sentido a la satisfacción pulsional en el síntoma. Es distinto decir que lo que se juega en el síntoma es el sentido, que decir que lo que se juega en el síntoma es una satisfacción.
¿Cuáles son algunas cuestiones que trabajó entre una y otra conferencia, que le permitieron hacer ese movimiento? Por ejemplo:
En la Conferencia 18 trabajó la fijación. La existencia de la fijación participa o hace posible la escapatoria de la libido por otros caminos.
En la conferencia 19 trabajó “Resistencia y represión», donde plantea la resistencia inconsciente, que hace que el paciente sufra de sus síntomas, pero no esté tan dispuesto a sacárselo de encima.
En la conferencia 20 trabaja sobre «La vida sexual de los seres humanos». La Conferencia 21 se llama «Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales». En La 22 introduce la sexualidad, pero a partir del concepto de pulsión.
Todo este desarrollo entre las conferencias mencionadas al principio, le permite plantear en la 23 que, además de esta dimensión de sentido presente en el síntoma, entran en juego las fuerzas pulsionales; que la libido tiene la capacidad de desplazarse; que en ese desplazamiento va produciendo ciertas fijaciones, a objetos o a etapas del desarrollo; que cuando la libido se ve impedida por el veto del yo de obtener satisfacción, se retira, pero no renuncia a la búsqueda de satisfacción, sino que insiste por otros caminos, vuelve a los puntos de fijación. A veces sólo se refugia en la fantasía, pero a veces su regresión es mayor, y regresa a etapas y a objetos infantiles, vivencias sexuales infantiles (sólo acá habla de neurosis).
La libido no sólo puede desplazarse, llegando hasta la fantasía, o hasta el síntoma, también puede llegar a la obra artística, el arte. Porque la libido se puede sintomatizar o sublimar (que sería el camino inverso al camino sintomático, en tanto implica un retorno a la realidad externa). Esos «rodeos» consisten en emprender el camino de la regresión, en una dialéctica entre el desarrollo libidinal y la regresión a los puntos de fijación de ese desarrollo, a las prácticas y vivencias de la sexualidad infantil.
Y todo lo elaborado entre ambas conferencias también le permite decir que, en todos esos movimientos y desplazamientos de la libido, se van formando caminos, caminos por donde la libido se desplaza: “Los caminos de la formación del síntoma”.
Además, la conferencia 23 complementa a la 17 en tanto aporta que, ese aspecto semántico de la palabra, ese significado, se puede organizar independientemente de la referencia a la realidad. Es decir, puede organizarse también en referencia a la fantasía, ya que la fantasía tiene estatuto o valor de realidad psíquica. Esto implica un pasaje que va del trauma a la fantasía. Freud ya no cuestiona si el punto al que se retrotrae la libido es traumático o fantasmático, puesto que lo decisivo es la realidad psíquica y no la realidad material.
Por otra parte, esas fantasías en búsqueda de la satisfacción, se erigen como un estadio intermedio en el camino hacia la formación de síntomas, regresión a la que Freud denomina introversión. Pero será sólo la regresión a la fijación reprimida la que será llamada por Freud, neurosis.
Con “Más allá del principio de placer”, con la segunda tópica, la de Yo, Superyó y Ello, y con “Inhibición Síntoma y Angustia”, se abrirá en la teoría freudiana una nueva perspectiva del síntoma, puesto que se separará de las formaciones del inconsciente en tanto descifrables. Estamos hablando de años posteriores a los de las conferencias trabajadas. (1920, 1923, 1925)
En «Inhibición, síntoma y angustia», en el primer capítulo, Freud parte de la inhibición para situar el vínculo entre síntoma y angustia. La inhibición es siempre asunto del cuerpo, o sea de función. Es renuncia a una función y por lo tanto es una limitación funcional del yo. El sujeto no puede salir a la calle, servirse de su palabra, de su ojo, etc. La inhibición traduce el avance de la pulsión; de la pulsión del ello sobre el campo del yo. Porque ya había planteado la segunda tópica. Estas pulsiones insisten compulsivamente en su repetición para ingresar al terreno del yo. En la lucha, el yo retrocede, deja una parte de territorio para que lo ocupe la pulsión (el goce).
Pero en el capítulo II Freud muestra el reverso de la angustia. El reverso quiere decir que el síntoma traduce el avance del yo sobre la pulsión. El yo, por medio de la represión, impide una satisfacción pulsional del ello. De alguna manera, el yo triunfa sobre el ello.
Introducida ya la antinomia entre el yo y la pulsión, frente a la pulsión que intenta invadir el campo del yo, se dispara una angustia señal que pone al yo en acción. El yo realiza la acción de la represión motorizada por la angustia y que va a tener como efecto un síntoma sustitutivo.
Poco a poco Freud va a tratar de establecer cierta relación del sujeto con el síntoma, no sólo en relación al sentido que tienen los síntomas, sino como sustitución de satisfacciones.
En el capítulo III de «Inhibición, síntoma y angustia» Freud va a sostener que el yo no es opuesto al ello, no son opositores porque en la renuncia misma a la satisfacción pulsional hay otro modo de satisfacción pulsional. Por ejemplo, Isabel sentía un dolor en la pierna cuando Freud se la pellizcaba, pero al mismo tiempo del dolor dejaba entrever que sentía un cierto placer, una cierta ganancia en la enfermedad. Es una satisfacción extraña, es irreconocible para la persona, que más bien la vive como displacentera y se queja de ella. En esa satisfacción también han participado los mecanismos de condensación y desplazamiento. La intervención de estos mecanismos hace difícil la identificación de la satisfacción en juego.
En Freud, no toda la pulsión encuentra inscripción en el aparato psíquico, no hay representante para toda la pulsión, porque lo que nos queda es un resto que no se puede inscribir y que precisamente Freud va a llamar “quantum pulsional”, después lo llamará “incurable”, “irreductible”.
De Lacan tomaremos primero: “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis de 1953 (p 258): “queda ya del todo claro que el síntoma se resuelve por entero en un análisis del lenguaje, porque él mismo está estructurado como un lenguaje, porque es lenguaje cuya palabra debe ser librada”.
En ese sentido habla de “palabra vacía” y “palabra plena” (P 270) y agrega: “el síntoma es aquí el significante de un significado reprimido de la conciencia del sujeto (…) participa del lenguaje por la ambigüedad semántica que hemos señalado ya en su constitución. Pero es una palabra de ejercicio pleno, porque incluye el discurso del otro en el secreto de su cifra”.
Lo podemos tratar de ubicar en el grafo del deseo, que está en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano”, de 1962. Sería el lugar del significado del Otro s(A).
En el grafo importan las relaciones entre los elementos. Por ejemplo, la ubicación y la relación del deseo con la demanda. En la relación del sujeto con el Otro, media la demanda. Antes, en “La significación del falo” de 1958, refiriéndose a la función y a los efectos de la presencia del falo sobre el viviente, dice: “examinemos pues los efectos de esa presencia. Son en primer lugar los de una desviación de las necesidades del hombre por el hecho de que habla, en el sentido de que en la medida de que sus necesidades están sujetas a la demanda, retornan a él enajenadas” (p. 670). Se refiere a que por el hecho de que el sujeto habla, sus necesidades están sujetas a la demanda. Y la demanda está articulada en los significantes. Pero hay algo del orden de la represión originaria que impide que todo de la necesidad pueda articularse en la demanda, hay un resto, un retoño. Un resto que aparece como deseo, que no se deja capturar por la demanda.
Necesidad – Demanda = Deseo.
La demanda en sí es imposible de colmar. Siempre habrá un resto, el deseo. La ubicación de ese resto llamado deseo es importante en la ubicación del grafo, que precisamente se llama: Grafo del deseo. El grafo es uno, pero Lacan lo va trabajando por partes. Acá trabajaremos con el grafo completo. El síntoma está ubicado aquí como significado del Otro (color rosa).
Pero ¿Cómo llegó hasta allí? En el camino que va del viviente al sujeto, en su intersección con la palabra del Otro, el síntoma se produce como un efecto de significado del Otro. Efecto que acontece con la inclusión del efecto de retroacción. Entonces, ya ahí el síntoma tiene la incidencia del Otro en forma de significado. Si lo ubicamos en el primer grafo, que sería la célula elemental, está aquí:
Pero el síntoma no es sólo efecto del significado del Otro, y no es un simple sentido, ya que soporta la incidencia del fantasma. Entonces, ¿Cómo se constituyó el fantasma que incide en el síntoma?
El sujeto se dirige al Otro para obtener lo que necesita y, para hacerlo, usa significantes. Hay algo (del orden de la represión originaria) que impide la total articulación del significante a la demanda, hay un resto, el deseo. Este deseo implica que hay una pregunta del sujeto acerca del estatuto que él tiene respecto del deseo del Otro. Pero, como dice en el seminario 5, en el capítulo que se llama “Acerca de los significantes primordiales y la falta de uno”, hay un modo de defensa que consiste en no acercarse al lugar donde no hay respuesta a las preguntas. Y eso es lo que hace todo el mundo, “la gente normal (neurótica)”. Y esto es lo que da tranquilidad.
A esta altura, el Otro no es entero, le falta un significante. Es el Otro castrado, tachado. Entonces, el sujeto más bien se da una respuesta respecto de su propio estatuto para el deseo del Otro, pero sin formular la pregunta. Porque si formulara la pregunta, correría el riesgo de encontrarse con la falta del Otro, con que el Otro es incompleto, con su inconsistencia, y eso es lo que el neurótico, por todos los medios quiere evitar. ¿Cómo lo evita? Precipitándose, salteándose la pregunta, respondiéndose a esa pregunta no formulada: “El Otro me quiere…X”. Ahí tenemos la frase del fantasma, que dijimos que incide en la formación del síntoma. Así, con el síntoma el sujeto obtura la falta del Otro, desconoce su castración.
En el grafo, el lugar del síntoma es el lugar designado como el Significado del Otro, s(A), pero, no sólo con esa incidencia del Otro a nivel del significado, sino también con la dimensión pulsional que se desarrolló en la primera parte y con la incidencia del fantasma. Es decir, el significado del Otro, más el goce pulsional y el goce del fantasma.
BIBLIOGRAFÍA
Freud, S. Tres ensayos de teoría sexual. Obras Completas. Tomo VII 1905; 109-224. Buenos Aires, Amorrortu, 1976
Freud, S. Pulsión y sus vicisitudes. Obras Completas. Tomo XIV 1915; 105-34. Buenos Aires, Amorrortu, 1976
Freud, S. Más allá del principio del placer. Obras Completas. Tomo XVIII 1920; 1-62. Buenos Aires, Amorrortu, 1976
Freud, S. Conferencias 17 “El sentido de los síntomas” 1916. Obras Completas. Tomo XVI. Amorrortu.
Freud, S. Conferencias 23 “Los caminos de la formación del síntoma” 1917. Obras Completas. Tomo XVI. Amorrortu.
Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia”. 1926. Obras Completas. Tomo XX. Amorrortu.
Lacan, J. “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis” Escritos 1. 1953 (p 258. P. 279) Siglo XXI Editores.
Lacan, J. “La significación del falo”. Escritos 2. Siglo XXI Editores 1958
Lacan, J. “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano”, 1962. Escritos 2. Siglo XXI Editores.
Lacan, J. EL Seminario, libro 6 “El deseo y su interpretación” 1958-59. Cap. I “La construcción del grafo” y XXII “Corte y fantasma”. Bs.As., Paidos.2014
Lacan, J. EL Seminario, libro 10 “La angustia” 1962-63. Cap. XVII “La boca y el ojo”. Bs.As. Paidos.2007
Lacan, J. El Seminario, libro 11 “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” 1964. Cap. XIII “Desmontaje de la pulsión” y XIV “La pulsión parcial y su circuito”. Bs.As., Paidos.1999
Glaze, Acevedo, compiladoras; “No locas-del-todo”. Caso de Débora Nitzcaner:” Una mentira fundamental”, Grama Ediciones, Bs.As., 2012