Curso Introductorio a la clínica de la orientación lacaniana 2021
“La Dirección de la cura”
1era Clase. “Principios” a cargo de Aníbal Leserre (Director del CID San Luis, AME de la EOL – AMP). 24 abril 2021.
2da Clase. “La dignidad de la Interpretación” a cargo de Carina Magallán y Patricia Rojo (Practicantes del psicoanálisis. Integrantes de la Comisión Directiva del CID San Luis) 29 mayo 2021.
3era Clase. “Acción analítica y transferencia” a cargo de Patricia Lucero (Practicante del Psicoanálisis. Integrante de la Comisión directiva del CID San Luis. Mag en Teoría psicoanalítica lacaniana) y Norma Sierra (AP y de la EOL y AMP. Integrante de la comisión directiva del CID San Luis) y 3 julio 2021
4ta Clase. “Cómo actuar con el propio ser” a cargo de Norma Sierra (AP y de la EOL y AMP. Integrante de la comisión directiva del CID San Luis) y Patricia Lucero (Practicante del Psicoanálisis. Integrante de la Comisión directiva del CID San Luis. Mag en Teoría psicoanalítica lacaniana) 28 agosto 2021.
5ta Clase. “Hay que tomar el deseo a la letra. Lo que estructura al deseo” a cargo de Marcela Finos y Estela Amaya (Practicantes del psicoanálisis. Integrantes de la Comisión Directiva del CID San Luis) 25 septiembre 2021.
6ta Clase. “El deseo del analista” a cago de Nicolás Katser (Practicante del Psicoanálisis. Integrante de la Comisión directiva del CID San Luis. Docente Investigador UNSL) y Marcela Finos (Practicante del Psicoanálisis. Integrante de la Comisión directiva del CID San Luis) 30 octubre 2021.
2da da Clase. “La dignidad de la Interpretación” a cargo de Carina Magallán y Patricia Rojo
(Practicantes del psicoanálisis. Integrantes de la Comisión Directiva del CID San Luis) 29 mayo 2021.
En la clase anterior, nuestro director Aníbal Leserre, nos dio orientaciones muy precisas para este curso introductorio sobre “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Nos marcó ejes fundamentales para entender la acción analítica y los principios de nuestra práctica. Dejó esbozadas las preguntas dirigidas al “hacer” del analista: en la interpretación, en la transferencia y en cómo actuar con el propio ser. Nos habló de cómo en este texto que desemboca en el punto del deseo, Lacan abre todo un programa que pone en la cúspide al deseo del analista, o sea el deseo situado en quien opera. Es decir que nos dejó muchas coordenadas para la lectura de este texto, que son de una gran amplitud y que iremos tomando por partes en cada una de estas clases.
Quedó marcado con eso que en este Escrito (que tiene la forma de informe, porque allí Lacan está respondiendo a un texto colectivo llamado “El psicoanálisis de hoy”) el acento no está puesto en el analizante, sino que está puesto en el hacer del analista, en su práctica. En algún lado dice: “El analista en el banquillo”.
Luego también vimos diferentes formas de ordenar este texto. Luego del primer apartado “¿Quién analiza hoy?”, sobre la que trató la clase anterior, vienen tres apartados que son tres preguntas: ¿Cuál es el lugar de la interpretación? ¿Cuál es la situación actual de la transferencia? ¿Cómo actuar con el propio ser? Luego, el capítulo final que es una afirmación “Hay que tomar el deseo a la letra”. Esta clase estará centrada en la primera de esas preguntas ¿Cuál es el lugar de la interpretación? Vamos a dividirla en dos partes:
- El lugar de la interpretación ¿De qué lugar se trata? Su lugar en la actualidad analítica de Lacan; su lugar en el momento de su enseñanza de primacía de lo simbólico; su lugar en la secuencia freudiana: interpretación – transferencia (referencias freudianas)
- ¿A dónde apunta la interpretación? Dos modos de la táctica de la interpretación: el corte de sesión y la alusión. La incidencia de la interpretación respecto a: la división subjetiva, la entrada en análisis y la construcción del síntoma analítico.
PRIMERA PARTE: EL LUGAR DE LA INTERPRETACIÓN
María Carina Magallán
Antes de entrar en el capítulo que corresponde a la interpretación, y en esta línea de ubicar el eje de este texto en el “hacer” del analista, en la acción analítica, en la página 567 Lacan dice que, en esa empresa común que es la experiencia del análisis, el paciente no es el único que pone toda la cuota. “El analista también debe pagar”. Y nombra los pagos del analista:
-Con palabras, en la interpretación
-Con su persona, en la transferencia.
-Con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo.
Luego en la misma página, en el parágrafo 4, y refiriéndose a la interpretación, dice: “Intérprete de lo que me es presentado en afirmaciones o en actos, yo decido sobre mi oráculo y lo articulo a mi capricho, único amo en mi barco después de Dios, y por supuesto lejos de poder medir todo el efecto de mis palabras, pero de esto precisamente convertido y tratando de remediarlo, dicho de otra manera, libre siempre del momento y del número, tanto como de la elección de mis intervenciones (…)”.
Esta frase se refiere a la libertad del analista en el nivel de la interpretación. Aquí el analista es donde más libre es. Una libertad que en las páginas siguientes va a articular a la táctica (a la vez que pondrá la transferencia del lado de la estrategia y el ser del analista del lado de la política). Esa libertad se debe a que puede elegir la contingencia, la oportunidad, dice “libre del momento y del número” (a diferencia de la transferencia o estrategia donde el analista es ubicado por el sujeto, no es tan libre); incluso, si pasa la oportunidad, la repetición del inconciente volverá a dar otras oportunidades. O sea que aquí es más libre, aunque NO totalmente libre, ya que no es libre de actuar desde su propio ser, desde su propio fantasma, no puede decir cualquier cosa, sino que debe interpretar en relación al decir del analizante. ´
Ahora sí entramos en el Apartado II “¿Cuál es el lugar de la interpretación?” (página 572).
- El lugar en la actualidad psicoanalítica de Lacan (1958, aunque hemos dicho que es un texto de mucha actualidad incluso hoy)
Parágrafo 1: Empieza diciendo que la interpretación, en la comunidad psicoanalítica, tiene un “lugar mínimo”. Esto lo dice en el marco de fuertes críticas a otras doctrinas sobre la interpretación y a ese texto colectivo al que estaba respondiendo. Y enumera una serie de intervenciones que no merecerían ser consideradas interpretación: “modos de intervenciones verbales que no son interpretación: explicaciones, gratificaciones, respuestas a la demanda… etc. (…) incluso una expresión articulada para empujar al sujeto a tomar una visión (insigth) sobre una de sus conductas, y especialmente en su significación de resistencia, puede recibir un nombre completamente diferente, confrontación por ejemplo, aun cuando fuese la del sujeto con su propio decir, sin merecer el de interpretación, por sólo ser un decir esclarecedor”.
Aquí es importante resaltar lo que había dicho en la página 567 “pagar con palabras, sin duda, si la transmutación que sufren por la operación analítica las eleva a su efecto de interpretación”. Vamos a dejar resaltada esta palabra “transmutación”, porque marca que, sólo si ésta se produce en el sujeto por efecto de una intervención, va a poder ser llamada “interpretación”. Podemos decir, en relación al título de la clase, sólo así tendrá la dignidad de interpretación.
- El lugar dentro de su elaboración, en ese momento de su enseñanza, esto es: la primacía de lo simbólico y de la función del significante
Parágrafos 2 y 3: Aquí nos acerca a todas sus elaboraciones entre 1953 y 1958, periodo que se conoce como “Retorno a Freud”, y a partir de estas elaboraciones va a situar la acción del analista en el plano de lo simbólico y no en el imaginario, que es lo que imperaba en la comunidad analítica. Y en estos parágrafos nos acerca a la complejidad de ese simbólico.
Comienza el parágrafo 2 volviendo a mencionar el término “trasmutación” y luego el lugar donde actúa la interpretación para que esa transmutación se produzca. Dice: “Ningún índice basta para mostrar dónde actúa la interpretación si no se admite radicalmente un concepto de la función del significante, que capte dónde el sujeto se subordina a él hasta el punto de ser sobornado por él (…) La interpretación, para descifrar la diacronía de las repeticiones inconcientes, debe introducir en la sincronía de los significantes que allí se componen algo que bruscamente haga posible su traducción – precisamente lo que permite la función del Otro en la ocultación del código, ya que es a propósito de él como aparece su elemento faltante”.
Ya aquí vemos que Lacan está destacando la importancia del significante y la función del Otro para situar la interpretación. Aquí podemos intentar transmitir lo que él ha venido elaborando desde 1953 donde se ubican esas nociones. Este texto/informe se localiza en un movimiento que se está produciendo en su enseñanza en esos años y que tiene que ver con el pasaje de las leyes de la palabra a las leyes del lenguaje.
- En el año 1953, con el escrito “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” inicia lo que conocemos como “Retorno a Freud”, que se puede situar entre este año 1953 y 1958, y que es entendida como la reconquista, por parte de Lacan, de la dirección freudiana en la que otros se habían extraviado. En ese artículo es donde formula que “el inconciente está estructurado como un lenguaje”. A este axioma lo menciona aquí y desde él lee el inconciente de Freud.
- Como primer paso en ese marco, entre 1953 y 1955 se van formalizando las leyes de la palabra. ¿De qué se trata? La palabra circula en la relación del Sujeto y el Otro, en el eje simbólico. Y en esa relación, el sujeto recibe del Otro su propio mensaje de forma invertida. Es en el lugar del Otro de la palabra donde se juega el sentido del mensaje del sujeto. Se puede ubicar en la respuesta del Otro materno que da sentido al grito del niño: “Tiene hambre” que así convierte el grito en llamado, introduciendo al niño en lo simbólico. Y por el lado del analista, éste es el que, desde ese lugar, puntúa, haciendo emerger la significación. La interpretación es entendida como una “puntuación afortunada” que da sentido al discurso del paciente, sentido que es producido por él mismo y no por el analista. El analista sólo puntúa, produciendo una discontinuidad en el discurso del paciente, haciendo una escansión en una parte, y confrontando así al sujeto de otra manera con lo que dijo. Pero sin introducir nuevos significantes. (Ejemplo: Una mujer dice: “Estoy casada con un hijo”. Depende de la puntuación esta frase puede decir que está casada y tiene un hijo, o que está casada con un hombre que está siempre haciendo de hijo, o que está casada con su hijo…). Es la palabra del paciente por la que se expresa el inconciente incluso a pesar del sujeto. Podemos tomar el ejemplo de un lapsus cuando es puntuado por el analista y sancionado como tal. “Usted lo ha dicho”. (Lo veremos en una viñeta)
Esta elaboración sobre las leyes de la palabra le permitió a Lacan, como dijimos, ubicar el nivel hay que situar la acción del analista, que será en el nivel de lo simbólico y de la palabra. Y NO en el nivel imaginario donde muchos se extraviaron ubicando la transferencia y la interpretación a partir de relación especular, dual, de yo a yo.
A partir de esto se puede entender la mención que hace a la función del Otro como lugar donde actúa la interpretación. El Otro puntúa y se fija un sentido.
- Desde 1955 a 1958 hay un giro en la elaboración de lo simbólico y el peso de la estructura no estará en la palabra sino en el lenguaje; con las leyes del lenguaje. Lo simbólico se vuelve más complejo y “se desdobla”, porque ya no se trata sólo del Sujeto y del Otro, sino que aparece la distinción entre significante y significado, y la primacía del significante. En el Seminario 3 (1955-1956) y en “La instancia de la letra…” (1957) aparecen la metáfora y la metonimia como leyes del inconciente freudiano, relacionadas con las nociones de sincronía y diacronía, de Saussure (términos que aparecen en la frase citada).
Entonces, “El inconciente estructurado como un lenguaje” es la definición de Lacan del inconciente freudiano, que funciona según una lógica significante. ¿Cómo sería esta lógica? Según esa lógica, el significante no se significa a sí mismo, como en el caso del signo, donde una imagen o palabra significa algo (Ej. prohibido fumar). El significante no lleva pegado un significado, sino que para que tenga sentido tiene que remitirse a otro significante. En esa cadena de al menos dos, se produce el efecto de significación. Podemos tomar un significante cualquiera y por sí sólo no significa nada. Ejemplos “banco” (silla – banco de sangre – banco de dinero – “yo te banco”), “sobre” (carta – arriba de – una preposición), “peso” (billete – carga), así con cualquier significante. Al S1 se le agrega un S2 y eso es lo que da el efecto de significación.
Y volviendo a la interpretación, por eso dice que no se puede entender su lugar si no se tiene en cuenta el concepto de la función significante. La interpretación, al ubicarse en este registro de lo simbólico (en el lugar del Otro), está al nivel de los significantes, no del significado. No entrega al paciente un “significado”. Por ejemplo, hay terapias que, luego de entrevistas con un sujeto le entregan un significado: “Has venido al lugar del hijo varón que tu padre no tuvo”. Es decir, se entregan sentidos armados, que hasta parecen muy teóricos, y es lo que hoy intentamos mostrar cómo Lacan no le daría a este tipo de intervenciones el estatuto o la dignidad de interpretación. Para que tenga dignidad de interpretación debe situarse en el nivel de la función significante, y por los equívocos propios de esta, es por donde puede actuar produciendo algo nuevo.
Y desde este segundo desarrollo se termina de entender que esa función del Otro se ha complejizado con la función significante. El sujeto está subordinado al significante y sobornado por él. La interpretación, para descifrar la diacronía de las repeticiones inconcientes, debe introducir en la sincronía de los significantes que allí se componen algo que bruscamente haga posible su traducción…” Es decir que en la secuencia de los significantes en los dichos del paciente (diacronía – S1 – S2 – cadena), la interpretación introduce en un punto (sincronía) un elemento nuevo, tercero, desde ese lugar del Otro, que hace posible su traducción (podemos decir su desciframiento). Y es a nivel significante porque reintegra el significante elidido por la represión, el elemento faltante inconciente. Y esto va a abrir las significaciones del sujeto.
Con la articulación significante S1 – S2 no sólo se da el efecto de significación, el sentido, sino también el efecto sujeto. El sujeto del que estamos hablando no es la persona ni es el yo, sino que el sujeto es el resultado de la captura del viviente en lo simbólico, en las redes del lenguaje. El viviente, al tener que pasar por el lenguaje, queda capturado como sujeto. Al igual que un significante no lleva pegado un significado, tampoco un significante representa por sí solo a un sujeto. Para representarlo hacen falta al menos dos, y así un sujeto se hace representar por un significante para otro significante. Este al menos dos es lo que explica el $. Sujeto dividido a partir de la cadena, que tendrá que representar y hacerse representar en la articulación significante. Por eso decimos que es hablado más que hablante, lo que se hace visible también en los tropiezos de los discursos del yo. Señalamos esto porque será importante a la hora de mostrar a dónde apunta la interpretación.
Una viñeta extraída de una publicación del IOM San Luis del año 2002, de Fabián Schejtman: Se trata de una mujer, empresaria, mujer de negocios, que consulta cuando el analista tenía unos veinte y pico de años, iniciándose en su práctica. Venía por su problema con los hombres. Ella se movía en ámbitos empresariales y siempre terminaba topándose con determinados jóvenes a los que seducía y por los que se dejaba seducir. Hasta allí ningún inconveniente. El asunto es que, en todas estas relaciones, algunas pasajeras otras más o menos prolongadas, ella cada vez terminaba por constatar que lo que estos jovencitos querían de ella era su dinero. Dos rasgos: la juventud y el tener menos poder económico que ella. Desde sus primeras entrevistas se definía como “una vieja mantiene pendex”. Sólo daba lugar a las quejas permanentes en relación a cada uno de ellos: “Lo único que quiere es meterme la mano en el bolsillo”. A pesar de quejarse terminaba “transando”. Con esta queja llega al análisis y se encuentra con un analista elegido por ella muy cuidadosamente. Esto, por el rasgo de la juventud que había sido especialmente seleccionado, también en este caso. El joven analista se deja tomar ingenuamente, al comienzo, por esa transferencia, y con el tiempo la paciente va a hacer que el analista juegue enteramente el mismo juego que hace jugar a los jovencitos: ¡Era preciso que el analista también la quiera únicamente por su dinero! Y lo consigue con una maniobra muy simple: ella, que era una mujer de negocios, cada vez que llegaba el momento de pagar el mes, pagaba todas las sesiones del mes, menos una o dos. Con pesar hacía saber que no iba a poder pagarlas hasta el mes siguiente. Es decir, quedaba en deuda con el analista. Una deuda que renovaba cada mes. Con el pasar de los meses el analista se percata de que hay algo en esta repetición y en una supervisión se vuelve evidente la maniobra neurótica: se trataba de quedar en deuda con el fin de garantizar que el deseo del Otro se reduzca a su conocido: “me quiere por mi dinero”.
Alrededor del séptimo mes, a la hora de pagar, el analista le indica que esas sesiones no las iba a tener que pagar. Es decir, le arrebataba el intento de quedar en deuda. La respuesta de la mujer es que queda sorprendida, protestando que no podía ser, que esas cosas no se hacen en un análisis, que sabe del valor del pago en un análisis porque ha leído, bla bla. Y sigue, aparentemente preocupada, que el analista seguro no iba a poder con sus gastos, que le iba a ir mal si hacía estos con sus pacientes, bla bla. Termina en una protesta furiosa, no quiere aceptarlo, y se le escapa un lapsus: “¿Por qué no te puedo pegar esta sesión? El analista puntúa y corta la sesión.
Sesión siguiente, que el analista considera la primera sesión en sentido estricto, ya veremos porqué, la paciente trae dos elementos: Primero, un sueño de transferencia, que incluye al analista, que la hace despertar con escalofríos y que desliza las asociaciones hacia cierta frigidez y su frialdad en las relaciones amorosas que empieza a presentarse ante ella como un enigma que va abriendo el análisis. Segundo, una asociación a partir de su lapsus, a escenas infantiles en las que ella propinaba verdaderas palizas a su hermano menor. Hermano que sustituye a los jovencitos que “cobran” (como se dice también pegar).
Entonces:
-En la interpretación el analista es dueño de su barco. “Esta sesión no la paga” rompe con la idea de un encuadre inamovible. No está escrito en ningún lado que el analista debe decir eso. Aquí se ve al analista libre.
-El analista es libre en cuanto al modo, al momento, el número de las intervenciones, en relación al pago, o bien a la frecuencia, o la duración, o el corte, la puntuación del lapsus “pegar”, o cualquier otra cosa, pero no es una libertad ilimitada. Por ejemplo, no se intervino desde el propio fantasma o desde el yo. No se situó como garante del sentido común, o de lo recto; tampoco desde si le molesta o no que le queden debiendo. No interpretó desde la contratransferencia. Se trata de una libertad enmarcada por la transferencia y el lugar que el sujeto le otorga en ella. Eso ilustra lo que es la interpretación desde esa función del Otro, que no es el analista como persona, sino ese lugar simbólico desde el que se puede ubicar, en esa deuda generada por la paciente, algo que vas allá de la persona del analista al que le queda debiendo. Es analista allí no está con su persona. La persona del analista queda fuera de la sesión (pagos del analista).
-La interpretación no es una explicación o un sentido entregado al paciente. El analista no le dice: “Usted me pone en el lugar de los jovencitos…”. “Esta sesión no la paga” es de alguna manera la introducción de algo tercero en la diacronía de los dichos del paciente, que trastoca su posición de que la quieran solamente por su dinero y se introduce algo nuevo en el análisis.
-Por último, la interpretación no se dirige al yo del sujeto como insigth para poder adaptarlo a la realidad. Se dirige al sujeto en su división.
Aquí podemos ubicar la transmutación que se produce en el sujeto, el efecto subjetivo, cuando se interrumpe la trama, se corta el sentido S1-S2 y abre a nuevas asociaciones. En el parágrafo 3, afirma la idea de que es teniendo en cuenta el inconciente estructurado como un lenguaje, e inscribiéndose en la lógica de los efectos del significante sobre el significado, como la interpretación puede producir algo nuevo. (Lapsus, nuevas asociaciones, sueños, síntoma analítico)
Esta interpretación que se ha desarrollado hasta aquí como introducción de algo nuevo es una interpretación ligada a la metáfora. Es una de dos formas de interpretación que surgen de este escrito. Hay otra que está relacionada a la metonimia y que desarrollará en la segunda parte.
- El lugar de la interpretación en relación a la transferencia.
En el parágrafo 5 dice que “con los autores de hoy, la secuencia de los efectos analíticos parece tomada al revés”. Hace críticas a las corrientes que, basadas en una relación dual, de yo a yo, retrasan la interpretación hasta la instalación de la transferencia, para luego utilizarla para reducir esa transferencia. Todo esto para ubicar al paciente en lo real (que a esta altura equivale a realidad). En el parágrafo 6 agrega que es allí, en la relación con lo real, “el terreno donde se decide el combate”.
En el parágrafo 7 opone a lo anterior el procedimiento de Freud y la secuencia freudiana interpretación – transferencia, poniendo como ejemplo a Dora y al Hombre de las Ratas.
Tomamos el caso Dora, uno de los cinco historiales de Freud. El padre de Dora es quien la trae a Freud, cuando ella tenía 18 años. El análisis no duró más de tres meses. Dora había comenzado a manifestar desazón y problemas de carácter y le habían encontrado una carta de suicidio donde decía que ya no podía tolerar la vida. Allí el padre decide que comience tratamiento, aunque ya dos años antes se la había presentado, cuando Dora tuvo una tos nerviosa y afonía. De niña también había presentado síntomas neuróticos, como la enuresis. Los padres mantenían una relación de amistad con el matrimonio del Sr. y la Sra. K. Dora a veces cuidaba de los niños de ese matrimonio.
Este historial da muchísimos elementos para pensar distintos temas: la formación del síntoma, la histeria, la sexualidad infantil, los sueños, las identificaciones, la femineidad. Aquí tomaremos sólo lo que nos sirve para ubicar la rectificación del sujeto en sus relaciones con lo real, en relación a la interpretación y la entrada en análisis.
Freud la define como “una pequeña histérica”. Ella se presenta a partir de las quejas sobre lo que ocurre entre su padre y la señora K. Ella lo había cuidado en sus varias enfermedades, y tenían una particular amistad, Dora no tenía dudas de que eran amantes, que tenían una relación amorosa (muchas situaciones lo evidenciaban, el padre buscaba estar a solas con la Sra. K. Dora los había visto solos en la calle o en el bosque, gastaba mucho dinero en regalos para ella, etc…). Ella denunciaba a su padre por entregarla al Sr. k. para poder hacer sus cosas tranquilo con la señora K. Por su parte, este señor K. se mostraba muy atento con ella, le hacía obsequios, hacían paseos juntos, se había insinuado con ella (por ejemplo, habían ocurrido las escenas del beso y la escena famosa del lago donde él se le propone). Ella hace saber esto último a los padres, el Sr K. lo niega, los padres de Dora afirman que son fantasías de Dora, Incluso la Sra. K, con quien Dora también tenía una relación de amistad particular, dice que Dora tenía mucho interés en temas sexuales.
Los problemas de carácter, el mal humor de Dora tenía que ver con todo esto. Con su queja. Todos hacían la vista gorda. Pero la cosa es que Freud observa que ella misma también se había hecho cómplice de esa situación y hacía todo para encubrirla. Sólo desde la escena del lago Dora entra en una crisis y comienza a reprochar al padre. En esa escena el Sr K se le propone a Dora y le dice la frase: “mi esposa no significa nada para mi” e inmediatamente Dora le da la famosa bofetada.
Ante la queja y la queja de Dora, Freud la interpela con su intervención: “qué tiene que ver usted en el desorden del que se queja? Con lo cual la ubica de otra manera ante la realidad que denuncia como siendo su víctima, para responsabilizarla como agente activo. O sea que la mueve de su posición del “alma bella” que no tiene nada que ver con las cosas que le pasan. Le muestra lo adaptada que está en eso que denuncia.
“Cuando Freud obliga a Dora a comprobar que ese gran desorden del mundo de su padre, cuyos perjuicios son el objeto mismo de su reclamación, ella misma ha hecho más que participar en él, que se había convertido en su engranaje y que no habría podido proseguirse sin su complacencia”. Sigue en el párrafo siguiente: “He subrayado desde hace mucho tiempo el procedimiento hegeliano de esa inversión de las posiciones del “alma bella” en cuanto a la realidad a la que acusa. No se trata de adaptarla a ella, sino de mostrarle que está demasiado adaptada, puesto que concurre a su fabricación (…) Pero aquí se detiene el camino que hay que recorrer con el otro. Porque ya la transferencia ha hecho su obra, mostrando que se trata de una cosa muy diferente de las relaciones del Yo con el mundo (…) A partir de ese momento ya no es al que está en su proximidad al que se dirige”.
Lacan aquí está volviendo al procedimiento de Freud, para mostrar que la secuencia no es transferencia – interpretación. Sino que hay una interpretación que va dando acceso a un material y que propicia la transferencia, la “precipitación o sistematización de los síntomas (podemos decir, la puesta en forma del síntoma analítico). Todo eso prepara la entrada en análisis. En el ejemplo de la paciente de la viñeta, las interpretaciones van propiciando la apertura del inconciente (dando sueños, lapsus, asociaciones) y el síntoma de la frigidez que abre el análisis. Hasta ese momento son entrevistas preliminares en las que se debería poder ubicar al paciente en sus relaciones con lo real (realidad). Eso que los post freudianos ponen en la cima. Freud lo ubica a la entrada, mostrando la adaptación del sujeto a la realidad que denuncia. Esa posición del “alma bella” se evidencia con los pacientes cuando llegan con sus quejas de los otros, del mundo, lo que le hacen, lo que les tocó, y sobre eso tiene que darse una rectificación subjetiva que prepare el análisis.
Volvemos entonces, este “A partir de este momento…” es la entrada en análisis. La transferencia instalada muestra que no se trata de las relaciones del yo con el mundo (Ejemplo “siempre me abandonan”) sino que hay que situarnos a nivel del sujeto y del inconciente.
La lógica es entonces: interpretación – transferencia – interpretación. Y esta segunda interpretación se le llama “Interpretación bajo transferencia”, ya en análisis.
SEGUNDA PARTE: ¿A DÓNDE APUNTA LA INTERPRETACIÓN?
Patricia Rojo
“Nombrar es un ejercicio equivocado.
Hay que hallar otro modo de señalar las cosas.
Por ejemplo: Llamarlas con silencios
con el vacío que las separa O con el vacío sonoro
Que queda entre las palabras”. Roberto Juarróz
Contexto del texto “La dirección de la cura…” (1958)
Unos años antes, en 1953, Lacan se va de la “Asociación de Psicoanálisis de París”, que era una filial de la IPA. Crea la “Asociación Francesa de Psicoanálisis”.
La idea de Lacan era que ese grupo estuviera dentro de la IPA, y el texto “La dirección de la cura…” está en el medio de ese contexto; es 1958 cuando Lacan se encuentra en plena tratativas al respecto. Es muy divertido, porque los que tenían que decirle que sí o que no respecto a su ingreso a la IPA, eran todos los interlocutores de “La dirección de la cura…”. Aquí se ve cómo interpreta y pone en cuestión el lugar del analista y la práctica del psicoanálisis por parte de los colegas de la IPA. Todo el texto es así, él va ubicando lo que sus interlocutores dicen respecto a la práctica del psicoanálisis y los cuestiona. La SFP, que quería hacer méritos con la IPA, organiza el Primer Congreso de Royaumont, donde presenta este escrito que responde a una publicación, que es un compilado de textos: “El psicoanálisis de hoy en día.” De la cual Lacan dice que: “Esa publicación revela la tendencia a degradar en el psicoanálisis la dirección de la cura y los principios de su poder”. Y el párrafo en cuestión dice “el psicoanalista opera más por lo que es que por lo que hace o dice”. Lacan toma esto, no importa lo que haga o diga, importa lo que es. Estableciendo de este modo, toda una reflexión en torno al ser del analista: ¿Qué es un analista?
“La dirección de la cura” es uno de los textos más trabajados por Lacan en lo que hace a la perspectiva de la acción del analista, es decir, ¿cómo se hace? Por supuesto Lacan no da las reglas de cómo se hace y, en el parágrafo 4 de este apartado, dice: “Nos ahorraremos dar las reglas de la interpretación. No es que no puedan ser formuladas…”, es decir, afirma algo así como “podríamos, pero no lo haremos en esta ocasión”; no lo hace en este texto ni en otros.
Otro punto clave en este apartado es donde Lacan enuncia: “…cada quien da testimonio a su manera de que para confirmar lo bien fundado de una interpretación, lo que cuenta no es la convicción que acarrea, puesto que se reconocerá más bien su criterio en el material que irá surgiendo tras ella” (p. 575). Es decir que sólo podemos saber de la verdad de una interpretación por sus efectos posteriores. Uno jamás puede medir el efecto de sus palabras, de hecho, la clínica lo demuestra. Y lo que determina que una intervención haya sido o no una interpretación son los efectos que produce, que son incalculables, ya que es el que está escuchando del otro lado quien lo decide.
Otra cita: “Así es como la teoría traduce la manera en que la resistencia es engendrada en la práctica. Es también lo que queremos dar a entender cuando decimos que no hay otra resistencia al análisis sino la del analista mismo.” (p. 575)
Y en este punto, hay que tomar en cuenta que la propia experiencia analítica del practicante, el control de los casos y el estudio de la teoría, deben ser la vía para poder rectificar la dirección de un tratamiento cuando éste parece estancado. Eso hay que revisarlo constantemente. Así también, estar en posición de practicante del psicoanálisis requiere: el principio de neutralidad, los principios de abstinencia y estar ubicado como causa de deseo. Son principios que deben sostenerse en la dirección de una cura por parte de quien se encuentra en la posición de practicante.
“(…) su temor que no es del error, sino de la ignorancia, su gusto que no es de satisfacer, sino de no decepcionar, su necesidad que no es de gobernar, sino de esta por encima. No se trata en modo alguno de la contratransferencia en tal o cual; se trata de las consecuencias de la relación dual, si el terapeuta no la supera…”. (p. 575)
Aquí, Lacan sigue denunciando la dificultad de captar el valor de este hecho clínico desde el ángulo de la reducción del análisis a una dimensión dual. En “La dirección de la cura…” dice que el analista no se define por su persona, ni por el título, sino que se define por sus intervenciones, por lo que dijo o por lo que no dijo, porque también el silencio puede funcionar como intervención. Lo que define qué es un analista son sus intervenciones, intervenciones que siempre dividen.
Como dice el poeta R. Juarróz: “No se trata de hablar, no se trata de callar, se trata de abrir algo entre la palabra y el silencio”.
“Freud, tal como se presenta por ejemplo en el hombre de las ratas, empieza por introducir al paciente a una primera ubicación de su posición en lo real, aunque ello hubiese de arrastrar una precipitación, no tengamos miedo de decir una sistematización, de los síntomas”. (p. 576). El hombre de las ratas se reprocha ser un criminal. En ese momento, el recurso habitual para desculpabilizarse es la compañía de su mejor amigo, quien siempre le decía que era un buen hombre. Hasta que llegó un punto en que dicha respuesta no alcanzó para contrarrestar el reproche obsesivo. Ante tal reproche, Freud apostó avanzar en la vía de poner en secuencia ese padecimiento con una causa inconsciente. Las intervenciones de Freud toman una vía específica: interrogar su posición ante el deseo. Con estas coordenadas, apuntó a la dimensión de la causa, lo que posibilitó la transformación del síntoma —el tacharse de criminal—, dirigiéndose al saber inconsciente.
es referidas a cosas indiferentes.El hombre de las ratas estaba en el ejército, haciendo unas maniobras, cuando se le rompen sus anteojos. Encarga unos nuevos y tiene que pagar el reembolso de esa deuda. Hay que saber que el problema es que siempre se trata de una deuda imposible de paga, porque es la deuda que contrajo el Otro, no es una deuda propia.El hombre de las ratas enferma cuando se ve confrontado a un conflicto semejante al del padre y repite entonces en su trama inconsciente el tema de la deuda impaga de su padre. Es por eso que el hombre de las ratas arma todo un embrollo alrededor de no poder pagar esa deuda, aunque él lo argumenta, como siempre hace el obsesivo, con su goce de sentido. Completamente alienado en un tormento de cómo pagar dicha deuda, llega a Freud.
El hombre de las ratas le cuenta a Freud, su temor obsesivo a que, si no paga “esa deuda”, le puede pasar lo mismo al padre y a su amada respecto al castigo de las ratas que le habían contado. Freud estudia esa tortura de las ratas contadas por el capitán al hombre, y allí ubica que se despierta todo el erotismo anal en el hombre de las ratas, punto en el cual Freud interpreta e interviene, señalando al paciente cierta expresión gozosa en su rostro cuando le habla de dicha tortura.
Frase del hombre de las ratas: “Tenía yo cierta angustia ante ese hombre, pues evidentemente amaba lo cruel”. (p.133) Ubica lo equívoco de la frase. Es ese horror ante su placer ignorado que le es señalado por Freud, lo que posibilita que el sujeto se divida ante dicha interpretación y quiera saber de qué se tratan esas ideas obsesivas que le acarreaban tanto sufrimiento. Así, se trataría, en este caso, de “esas formas de comportamiento obsesivo en las que el sujeto no ha advertido sus obsesiones”. Punto en el que Freud localiza ese sufrimiento e interviene.
Kris y el hombre de los sesos frescos. “No es que su paciente no robe lo que importa aquí. Es que no…Quitemos el no: es que roba nada”. (p. 580).
Este joven tenía una inhibición, que afectaba a la publicación de sus trabajos. Esto, que era a la vez su queja, era una barrera intelectual poderosa si tenemos en cuenta que el joven en cuestión tenía sus esperanzas e ilusiones puestas en la promoción profesional, que sus publicaciones podían favorecer. Su queja se apoyaba en la convicción angustiante de ser un plagiario que, además, no puede tener más ideas que las que saca de otros.
El paciente, después de la interpretación de Kris: «Usted no plagia», guarda silencio, un silencio lleno de especial significación y, acto seguido, empieza a hablar: «Todos los días – le dice a su analista- al mediodía, cuando salgo de aquí, antes del almuerzo y antes de volver a mi oficina, me paseo por la calle X (una calle bien conocida por sus pequeños y atractivos restaurantes) y miro los menús detrás de las vidrieras. Es en uno de esos restaurantes donde encuentro de costumbre mi plato preferido: sesos frescos«. Esto quiere decir, que si el analista ha puesto en cuestión el deseo de su paciente en sentir que plagia, éste va a reafirmarlo, en el restaurante. Lacan lo que nos da a entender con esa conducta del sujeto es que lo único que el sujeto «roba» es «nada». Para Lacan el error de Kris es el interpretar literalmente lo que cuenta el paciente, cuando debiera haberlo entendido de otro modo.
Dos doctrinas de la interpretación
En “La dirección de la cura…” está en juego la doctrina del deseo como metonimia de la falta en ser, indicando que es allí donde el analista debe operar. A partir de esta idea podemos ubicar dos doctrinas de la interpretación en este escrito.
En la primera parte del apartado, Lacan ubica uno de los modos de operar, a partir de la interpretación metafórica, la cual implica “la intrusión brusca de un significante” cuya consecuencia es la producción de un relámpago (breve, sin aviso, súbito), en el nivel de la sincronía significante. Esta interpretación descifra, o sea que hay un texto cifrado y, para poder descifrarlo, es necesario introducir en la sincronía de los significantes, algo que bruscamente haga posible su traducción. La operación metafórica es una operación de producción de un nuevo sentido. Un sentido que no estaba, surge. Solidaria a esta concepción de la interpretación es el corte de sesión, pensado en función de la detención del sentido.
La segunda doctrina de la interpretación podemos ubicarla en el último apartado de “La dirección de la cura”; es la interpretación bajo su aspecto de metonimia, de alusión a la falta en ser. No se trata ahora del nombre con el cual se nombra la falta en ser, sino de la alusión a la falta en ser.
“A qué silencio debe obligarse ahora el analista para sacar por encima de ese pantano el dedo levantado del San Juan de Leonardo, para que la interpretación recobre el horizonte deshabitado del ser donde debe desplegarse su virtud alusiva.” (p. 621)
La alusión permite nombrar algo cuando ese algo no puede o no debe nombrarse. Ese dedo de San Juan de Leonardo, que se levanta para señalar el horizonte deshabitado del ser, es la metáfora de eso que no puede ser dicho y donde la interpretación solo puede tener una función alusiva. Y si no se nombra, y por el contrario se alude, es precisamente porque el dedo señala lo imposible de decir.
Se puede captar un matiz completamente diferente entre una interpretación y la otra en el mismo texto. En una, entre S1 y S2 aparece lo que hay en el silencio, eso que no puede decirse, eso que no puede nombrarse, porque decirlo y nombrarlo confundiría el deseo con la demanda, confundiría el objeto del deseo con el objeto concreto que se puede ir a comprar, tener, conseguir, adquirir, etc. Entonces Lacan hace el contrapunto entre la interpretación como desciframiento y la interpretación como alusión, precisamente porque una concierne al sujeto, la otra concierne al deseo.
La primera es metafórica, y esta última es metonímica. La interpretación como metonimia apunta, no a un significante, sino al espacio que hay entre un significante y otro significante. No solamente forman parte del mismo texto, forman parte de la misma práctica, del mismo análisis, son dos modos de la interpretación que tienen dos destinatarios diferentes, que Lacan explota al mismo tiempo. En los dos casos, tanto en la interpretación como desciframiento como en la interpretación por alusión, no salimos del sistema significante. Porque metáfora y metonimia son dos maneras de producción de significado del sistema significante, uno por el significante nuevo que surge, otro por el sentido que no termina nunca de abrocharse. Seguimos en el mismo sistema, por eso seguimos hablando de interpretación.
Por lo tanto, trabajamos extrayendo los significantes del discurso del paciente, pero no alcanza con subrayarlos, sino que tenemos que obstaculizar el retorno del yo y su intención de decir porqué, para que el paciente pueda abrir otros sentidos, siempre del lado de la interpretación metafórica, pero teniendo como horizonte el sinsentido de la interpretación metonímica.
Es a partir de la táctica de la interpretación que se ubicaran efectos claves en la dirección de la cura, como: la división subjetiva, la entrada en análisis y el síntoma analítico.
La interpretación construye el síntoma analítico. Viñeta
María de 28 años, dice: “Vengo por inseguridades con mi físico, tengo una pierna más corta, no puedo dejar de pensar.” El analista recorta “No puedo dejar de pensar”. María: “la pierna me hace sentir insegura con mi novio”. El analista interviene: “la pierna y la otra”. María: “no la otra la tengo normal, ¿a qué te referís? (ríe)”, “hay todas las otras con dos piernas iguales”. El analista insiste: “¿y la otra?”. María, “soy celosa, pero sí hay otra, una histérica”.
En otra sesión cuenta que la noche anterior no pudo dormir, se angustió, le estallaba la cabeza, y dice: “será de estar hablando de todo esto de la pierna”. Analista: “De los pies a la cabeza”. María: “En realidad, pensaba en mi situación laboral, por qué estoy en algo que no me gusta. Cabezas tiene que ver con esto. Cuando terminé el secundario estaba eligiendo carrera y fue lo del asesinato de José Luis Cabezas, y yo ya quería hacer foto periodismo. Mis viejos aterrados me dijeron que no, les di pelota”. Analista: “Ah!”, enfatiza, invitándola a continuar y dice: “Cabeza, mis viejos me taladran la cabeza, con que tengo que sentar cabeza, ¿Qué es sentar cabeza?”
En este punto podemos ubicar intervenciones que, de alguna manera, producen un efecto de división que la saca por un momento de la cuestión de pensar yoicamente en eso y la paciente empieza hablar desde otro lado. ¿Cuándo “Cabezas” empieza a ser un significante? Cuando “cabeza, en vez de problemas de cabeza, implica José Luis Cabezas, que le taladran la cabeza, sentar cabeza, eso es un significante, cuando el significante empieza a querer decir distintas cosas, es decir cuando no se puede localizar el sentido que representa ese significante. Es cuando el sentido se empieza a mover.
El significante “Cabezas” insiste y pone en marcha el inconsciente. Cuando el yo entra en contacto con el inconsciente pasa esto, se confunde, se embarra, se queda enrededado, ya no sabe lo que dice, eso es el Yo, cuando es tocado por el inconsciente. Eso es división: por un lado, quería decir esto, y, por otro lado, queda enredado en un sistema que finalmente no se sabe ni lo que quiere decir, ni lo que está diciendo, y, además, lo que quiere decir y no puede, porque quiere aclarar todo y empieza a trastabillar.
Eso es el efecto de división que se puede leer como confusión del Yo, como no poder plantarse sobre sus pies y decir “es una cosa así y así”, cuando lo que quiere decir trastabilla de nuevo, eso es el inconsciente, eso es un efecto de división.
Y a partir de ahí se entra en análisis. A partir de la división subjetiva, una vez que, luego de una intervención analítica, se recorta un S1. El analista, ya tomado por la transferencia, confronta al paciente con ello. Y el paciente consiente a ello. (¿Con el “¿Qué me quiere?”)
El saldo de esto será lo que se va a construir como síntoma analítico. Este no es un síntoma que se sufre, sino que es una palabra, un significante que toma consistencia y que abarca el síntoma que quiso traer, y aún más, todos estos sentidos que involucran al sujeto del inconsciente.
El síntoma analítico es propio de cada sujeto. Por eso la singularidad del análisis empieza en esa primera entrevista, si ponemos en juego que, en esta paciente, por ahora, su síntoma analítico es “cabezas”, es una aproximación a su singularidad.
“Hasta cierto punto este penar de más es la única justificación de nuestra intervención […]. Los analistas nos metemos en el asunto en la medida en que creemos que hay otras vías, más cortas, por ejemplo”.
Lacan, El seminario. Libro 11.p 174.
5ta Clase. “Hay que tomar el deseo a la letra. Lo que estructura al deseo”
a cargo de Marcela Finos y Estela Amaya (Practicantes del psicoanálisis. Integrantes de la Comisión Directiva del CID San Luis) 25 septiembre 2021.
PRIMERA PARTE: INTRODUCCIÓN
Marcela Finos
Se desarrollará la primera parte del apartado cinco, cuyo título es: “Hay que tomar el deseo a la letra”. Para esta presentación nos vamos a dejar orientar por el título del capítulo, por esta afirmación que plantea Lacan, q la entendemos como un modo de respuesta. Respuesta ¿a qué pregunta? A una q tal vez no está explícita en el texto, pero que podemos suponer implícita y es la siguiente: ¿Cómo se dirige una cura?: hay que tomar el deseo a la letra.
Vayamos por partes.
Hay que: Lo podemos entender como es necesario, o es preciso, tomar el deseo a la letra. Cómo si a esa pregunta que se deduce del texto, cómo se dirige una cura, viniera ESA respuesta; como una prescripción de principios en el orden del hacer del analista en la dirección de la cura.
O lo podríamos leer así: “Analistas: si van a dirigir una cura, es preciso tomar el deseo a la letra”. Entonces ahí surgen dos cuestiones: Qué es el deseo y Qué es la letra (a la altura de la enseñanza de Lacan en la cual estamos trabajando. 1958.)
Qué es el deseo: Vamos directo a leer el segundo párrafo de nuestro capítulo (p.600) donde dice:
“El deseo no las tendencias. Pues hay que leer la interpretación de los sueños para saber lo que quiere decir lo que Freud llama así deseo. Hay que detenerse en esos vocablos de Wunsch y de wish, que lo traduce en inglés, para distinguirlos del deseo”.
Wunsch es el término alemán utilizado por Freud, que fue traducido como tendencia, y a lo cual Lacan se opone de manera radical.
Entonces tenemos que no es la tendencia, no es anhelo dirá más adelante. No es el apetito de satisfacción ni la demanda de amor, dirá en “La significación del falo”.
Freud en “La interpretación de los sueños” había planteado a los sueños cómo cumplimiento de deseo. Allí, en la página 543, tomo 5 (Amorrortu,) dice que hay dos grupos de sueños: “encontramos sueños que se presentan de manera franca como cumplimiento de deseos, y otros en que éste era irreconocible y a menudo ocultado por todos los medios. En estos últimos discernimos las operaciones de la censura onírica”.
Es importante ubicar este dato de la desfiguración onírica en juego, que hace que el deseo aparezca irreconocible. Porque interesa resaltar que, para Freud, el deseo es deseo inconsciente. Lacan, le da un giro a esto y plantea el deseo como aquello que está presente bajo la demanda. ¿De qué manera? Enseguida lo veremos cuando pasemos por “La significación del falo” de 1958, donde trabaja la tríada necesidad, demanda y deseo. Y ubica precisamente el deseo allí, como parte de esa tríada.
Volvamos a donde estábamos: el deseo no se enuncia, sino que está bajo la demanda, circula bajo la demanda. En la 603 de “La dirección de la cura…” leemos:
«Porque el deseo, si Freud dice la verdad del inconsciente y si el análisis es necesario, no se capta sino en la interpretación«. Retengamos aquí la palabra capta, del verbo captar, para pensar la palabra que está en el título de este capítulo que es tomar (el deseo a la letra). El seminario 6 lleva por título “El deseo y su interpretación”, lo que ya nos pone en la pista de la relación entre ambos.
¿Qué implica, a esta altura de 1958, la interpretación? Voy a tomar un párrafo ya trabajado en clases anteriores sobre la interpretación:
“La interpretación, para DESCIFRAR la diacronía (la metonimia) de las repeticiones inconscientes, debe introducir en la sincronía de los significantes que allí se componen, ALGO que bruscamente haga posible su TRADUCCIÓN” (p.573)
Este párrafo nos permite ubicar que a esta altura la interpretación es desciframiento, es algo del orden de la deducción, es interpretación metafórica. Y retomando la página 603, cuando dice que el deseo no se capta sino en la interpretación, se refiere a esta interpretación, metafórica, como desciframiento.
En la página 609 dice: “El deseo se produce en el MÁS ALLÁ de la demanda, por el hecho de que, al articular la vida del sujeto a sus condiciones, poda en ellas la necesidad, pero también se ahueca en SU MÁS ACÁ”. Retengamos estas expresiones más allá y más acá, de la demanda.
Pasemos a la última parte del título de este apartado: la letra.
La concepción de Lacan de la letra en esta época es la de su escrito de 1957 “La instancia de la letra”. Nos dice: “pero esa letra ¿cómo hay que tomarla aquí? Sencillamente al pie de la letra. Designamos como letra ese soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje”. El discurso concreto, es decir, el habla. Y luego agrega que lo que llamamos letra es, a saber, la estructura esencialmente localizada del significante.
¿Y por qué “a la letra”?
En la página 614 dice: “Esto quiere decir que, solo de una palabra que levantase la marca que el sujeto recibe de su expresión, podría recibirse la absolución que lo devolvería a su deseo. Pero el deseo No es otra cosa que la imposibilidad de esa palabra”.
Lacan despliega la argumentación de que no podemos tomar el deseo a la palabra, que no hay palabra que pueda dar el deseo del sujeto. No hay palabra de la que el sujeto pueda recibir la absolución que le devuelva su deseo. El deseo no puede ser tomado a la palabra, dado que es un indecible. Pero por la palabra se lo puede cercar, bordear, porque circula entre lo que se dice, entre los significantes, pero corre debajo de lo que se dice.
Tomar el deseo a la letra es guiarse por los significantes, en tanto se articulan en un discurso y se halla sometido a las leyes del lenguaje. Tomarlo a la letra es decir tomarlo por la interpretación y el desciframiento de la escritura inconsciente, en las operaciones de la metáfora y la metonimia.
El deseo, en tanto que peculiar a cada uno, se deduce a partir de la insistencia en el desarrollo de la cadena significante. Y es así como se lo toma a la letra. Si quieres tomar el deseo, no hay otra forma que no sea a la letra.
SEGUNDA PARTE: LA BELLA CARNICERA
Estela Amaya
“Hay que tomar el deseo a la letra”.
Me parece que ese carácter Imperativo de Lacan se desliza hacia el primer renglón de su escrito donde nos dice: “Un sueño, después de todo, no es más que un sueño, se oye decir. ¿No es nada el que Freud haya reconocido en el al deseo?”
Lacan rescata el sueño de la Bella carnicera, o como decía Freud, de la espiritual histérica, rescata uno de los cien o ciento veinte sueños que podemos encontrar en el libro de “La interpretación de los sueños”. Que el sueño de la bella carnicera pueda ser considerado un paradigma de la insatisfacción del deseo, se debe a la lectura de Lacan, transformándose así en un clásico del retorno a Freud.
Nos dice Lacan en el parágrafo 1 de “La dirección de la cura…”: “Una dama puede soñar un sueño al que no anima más deseo que el de proporcionar a Freud, que le ha expuesto la teoría de que el sueño es un cumplimiento de deseo, la prueba que no hay nada de eso”.
He aquí el sueño:
“Quiero dar una comida, pero no tengo en mi despensa sino un poco de salmón ahumado. Me dispongo a ir de compras, pero recuerdo que es domingo por la tarde y todos los almacenes están cerrados. Pretendo llamar por teléfono a algunos proveedores, pero el teléfono está descompuesto. Así debo renunciar al deseo de dar una comida”.
La ingeniosa paciente dice que el sueño no le cumple el deseo e ¡interpela a Freud! “¿Cómo lo hace condecir usted con su teoría?” A lo que Freud responde: “desde luego, que sobre el sentido de ese sueño sólo el análisis podía decidir”, aunque a primera vista parecía lo contrario de un cumplimiento de deseo. “Pero ¿de qué material nació ese sueño? Usted sabe que el incitador de un sueño se encuentra en todos los casos en las vivencias de la víspera”.
¿Qué hace Freud? la invita a asociar
El marido de la paciente, un honrado y cabal comerciante en carnes, le había declarado días antes que estaba poniéndose obeso y quería iniciar una cura de adelgazamiento. Se levantaría temprano, haría ejercicios, observaría una dieta estricta y sobre todo no aceptaría invitaciones a comer. Acerca de su marido, siguió contando, entre risas, que en la tertulia había conocido a un pintor que a toda costa quería retratarlo porque nunca había visto una cabeza tan impresionante, a lo que el marido respondió que un trozo de trasero de una hermosa muchacha sería más del agrado del pintor.
La paciente le dice a Freud que está muy enamorada de su marido y se chancea con él. Recuerda también que desde hace ya mucho desea comer un bocadillo de caviar todos los días, y desde luego recibiría el caviar de su marido tan pronto se lo pidiese. Pero le rogó que no lo haga, a fin de poder seguir haciéndole bromas. Esta fundamentación, dice Freud, le parece deshilachada, argumentando que tras tales informes insatisfactorios suelen ocultarse motivos inconfesados. Y agrega “Noto que se ve precisada a crearse en la vida un deseo incumplido. Su sueño le muestra incumplido ese rehusamiento del deseo. ¿Ahora bien, para que precisa de un deseo incumplido? “.
Después de una breve pausa, le dice que le cuente más. Ella le informa entonces que fue de visita a la casa de una amiga, de quien está celosa porque su marido la alaba en demasía. Por suerte su amiga es muy descarnada y flaca y su marido es amante de las redondeces. Ahora bien, ¿de qué hablo esta amiga flaca?, desde luego, de su deseo de engordar un poco. También le preguntó “¿cuándo vuelve usted a invitarnos? ¡¡¡¡Se come tan bien en su casa!!!!”.
Ahora puede decirle a la paciente, dice Freud “Es justamente como si ante ese reclamo usted hubiera pensado: ¡Tan luego a ti he de invitarte para que comas en mi casa, te pongas más gorda y puedas gustarle más a mi marido!!!” Más vale que no dé más comidas”. Después el sueño le dice a usted que ya no puede dar comidas y entonces cumple su deseo de no contribuir a redondear las formas del cuerpo de su amiga. ¿Cómo llega usted al salmón que se menciona en el sueño? A lo que responde “Salmon ahumado es el plato predilecto de esta amiga”.
En el parágrafo 2, Lacan dice que habría que distinguir algunas cosas. El deseo de la histérica de tener un deseo insatisfecho está significado por su deseo de caviar; el deseo de caviar es su significante; “caviar” es el significante del deseo insatisfecho de la Bella carnicera. Y hay un segundo significante, el salmón, que es también el significante del deseo insatisfecho, pero de la otra, la amiga y de un deseo sustituido a un deseo (en el sueño, el deseo de salmón ahumado propio de la amiga se sustituye al deseo de caviar de la paciente, lo cual constituye la sustitución de un significante por un significante. En lo cual Freud motiva la identificación histérica, precisando que el salmón ahumado desempeña para la amiga el mismo papel que el caviar desempeña para la paciente.
Cito parágrafo 2: “El deseo del sueño de la histérica (…) resume lo que todo el libro (La interpretación de los sueños) explica en cuanto a los mecanismos llamados inconscientes, condensación y desplazamiento, etc., atestiguando su estructura común: o sea la relación al deseo con esa marca del lenguaje que especifica al inconciente freudiano”.
Esto quiere decir que los significantes se sustituyen unos a otros y se conectan metonímicamente unos con otros. Recordemos la tesis de Lacan “el inconsciente estructurado como un lenguaje”, con el automatismo de las leyes metáfora y metonimia. En Freud condensación y desplazamiento. Lo que el psicoanálisis viene a demostrar es que uno no sabe lo que dice, que los significantes se sustituyen y se conectan entre ellos y que nosotros somos hablados, que no somos nosotros los que organizamos el discurso, sino que en tanto sujetos del inconsciente somos hablados.
Entonces: metáfora: sustitución de un término a otro; metonimia: la combinación de un término con otro. El sueño como metáfora es muy preciso en la medida que el salmón se ha sustituido a caviar con un efecto de sentido positivo…un más de sentido ¿Qué es un efecto de sentido positivo? Es la evocación de un deseo otro… otro que el deseo preconsciente de caviar.
Ahora bien, el sueño no es el inconsciente, nos dice Freud, sino su camino real. Y Lacan nos dice hay que ir más allá: “Veamos por ahora que el deseo, si está significado como insatisfecho, lo está por el significante: caviar, en la medida que el significante lo simboliza como inaccesible, pero que, desde el momento en que se desliza como deseo de caviar, el deseo del caviar es su metonimia: hecha necesaria por la carencia de ser donde se mantiene”.
“La metonimia es, como yo les enseño, ese efecto hecho posible por la circunstancia de que no hay ninguna significación que no remita a otra significación, y donde se produce su más común denominador, a saber la poquedad de sentido”.
Lacan nos dice que la metonimia es la metonimia de la falta en ser y se ilustra muy bien: deseo insatisfecho indica que al sujeto le falta algo, como un menos de sentido, como una poquedad de sentido que se traslada en la cadena, donde una significación siempre remite a otra significación, y donde se produce su más común denominador, a saber la poquedad de sentido.
Destaquemos: “El deseo es la metonimia de la carencia de ser”.
Es decir que no hay una presencia del ser, siempre está la falta como empujando a desear., la histérica se presenta como sujeto dividido, muestra su división. La histérica es la que le resulta difícil definirse y de allí que tiene la característica de indeterminación. Trata de encontrar en el otro algo que le resuelva su división El deseo se muestra como insatisfecho, la insatisfacción como condición para que el deseo se mueva
Recordemos al pasar… Lacan caracteriza a la histeria a partir del deseo insatisfecho, a la fobia por el deseo prevenido, al obsesivo por deseo imposible.
Vuelve al libro La interpretación de los sueños, para señalar que Freud no se ocupa de los sueños en términos psicológicos (cuánto dura un sueño…si tiene colores… etc.); lo que prefiere es ahondar en el sueño como vía regia para acceder a lo no conocido, a la otra escena. Quiere llegar a lo no sabido. Lacan nos advierte que a Freud solo le interesaba en el sueño su proceso de elaboración, es decir, los mecanismos de condensación y desplazamiento. Le sorprende a Lacan cómo llegó Freud sin contar con la lingüística, sin contar con la estructura del lenguaje de Saussure.
¿Dónde lo ha descubierto?
“En un flujo significante cuyo misterio consiste en que el sujeto no sabe ni siquiera dónde fingir que es su organizador”.
Nos preguntamos ¿Quién organiza el sueño? el sujeto. Pero uno no sabe, el sujeto no es que está presente en un lugar, el sujeto es quien organiza, pero no se puede decir “ese es el sujeto del sueño”. Él está allí sin siquiera fingir que es su organizador. El sueño viene a hacerle pregunta, como si el sueño viniera de otro lugar ¿De qué lugar? De su propio inconsciente.
Freud nos orienta: “el sueño es la vía regia” y Lacan nos dice poéticamente en el mismo parágrafo 3: “Hacer que se vuelva a encontrar en el cómo deseante, es lo inverso a hacerlo reconocerse allí como sujeto, porque es como su derivación de la cadena significante como corre el arroyo del deseo y el sujeto debe aprovechar una vía de empalme para asir en ella su propio feed-back”.
No se trata de que el sujeto se reconozca “yo soy eso”, sino que tiene que ver con que vuelva a encontrarse como deseante, porque es como en derivación de la cadena significante como corre el arroyo del deseo y el sujeto debe aprovechar una vía de empalme. Nos da la idea de direccionar, aprovechar esa vía (la vía regia) aprovechar esa vía para que siga fluyendo el río. En los parágrafos 5 y 6 se reitera. “Un sueño después de todo no es más que un sueño…un sueño pues no es más que un sueño…”
Interpela Lacan a los psicoanalistas, habla una y otra vez sobre la acción del analista, no sobre las clasificaciones clínicas o sobre el analizante. Interpela a los psicoanalistas. Y se pregunta ¿desde dónde lo trabajan? ¿desde el yo? Y dice textualmente: “…debe leerse a Freud sobre el sueño, porque no es posible de otra manera ni comprender lo que él entiende por el deseo del neurótico, por reprimido, por inconsciente, por la interpretación, por el análisis mismo…”.
Y nos invita a continuar trabajando con los recursos del pequeño sueño. En el parágrafo 6 dice. “Pues ese deseo de nuestra espiritual histérica, me refiero a su deseo despierto, su deseo de caviar, es un deseo de mujer colmada y que precisamente no quiere serlo. Pues el carnicero de su marido es ducho para poner del derecho satisfacciones que todo el mundo necesita, los puntos sobre las íes…un hombre sobre el que una mujer no debería tener quejas”.
Pero ella no quiere eso, no quiere ser satisfecha en necesidades genitales, quiere otras gratuitas. La Bella carnicera no quiere reducir a la necesidad, a ser satisfecha en las únicas verdaderas necesidades. Lo veremos en el Grafo del Deseo dónde la necesidad pasa a ser demanda en relación a la pulsión
Por decir un ejemplo, ¿Qué hace la histérica? “Quiero pizza… no, era con muzarela… pero no tiene cebolla o le falta eso amarillo, ¿era huevo?” ¿Qué desea la espiritual histérica? es amor. Ni caviar, ni muzarela, ni cebolla. Lo que le interesa es chancear con el marido, tenerlo bien calentito.
¿Qué es lo que desea la Bella carnicera? Puede contestarse “caviar”, dice Lacan. Pero esta respuesta es desesperada, porque el caviar… es ella también la que no lo quiere. Recordé en el testimonio de Silvia Salman: ella quería que la abrazaran, pero cuando se aproximaba ese abrazo salía corriendo.
Esto no es todo sobre su misterio. Dice Lacan: “Lejos de que este callejón sin salida la encierre, encuentra en él la escapatoria hacia el campo de los deseos de todas las espirituales histéricas, carniceras o no, que hay en el mundo” (…)“Hay que poner en juego en lo particular el eje esencial que da allí la identificación de la histérica. Si nuestra paciente se identifica con su amiga, es porque ésta es inimitable en ese deseo insatisfecho.”
El sueño de la paciente responde a la demanda de su amiga que es la de venir a cenar y no se sabe qué demonios le empuja a ello. Nuestra carnicera no pierde el hilo y no deja de preguntarse ¿Cómo puede ser que esa flaca que no tiene nada haga que a mi marido, que le gustan las mujeres con forma, esté todo el tiempo mirándola? Es decir, la otra mujer es una vía privilegiada para interrogar la función del deseo en la histérica.
Entonces, es su propio deseo que a su amiga se le niegue un deseo (el de que su cuerpo prospere) pero en lugar de ello sueña que a ella misma no se le cumple un deseo. Las dos se privan, una del caviar, la otra del salmón, pero es la bella carnicera que está intrigada en qué diablos quiere la flaca.
¡Aquí Lacan introduce al marido, esta es la novedad! …introduce al marido (para Freud todo ocurre entre mujeres.)
Para la bella carnicera, el gran Otro es el carnicero. No es su semejante simplemente, es su gran Otro satisfecho, pero por más satisfecho, suponemos que iría a reunirse con sus amigos, momento en que se acerca el pintor y le dice “qué hermosa cabeza” ¿Quiere que se la retrate? y el carnicero le dice que una rebanada de trasero de cualquier hembra es más interesante que su cabeza.
Fíjense ustedes que hay dos rebanadas que están en juego y que están escritas en el texto: una es la rebanada de trasero que nombró el marido de la bella, el Otro de esta mujer. La otra es la rebanada de salmón, entonces esa rebanada de salmón, que aparece también en el texto del sueño, es lo que permite ubicar el índice del deseo del Otro. La rebanada de salmón sustituye en el texto a la rebanada de trasero, que aparentemente al Otro de la bella carnicera lo atraía.
¿Por qué es importante el trozo? Porque la bella carnicera ve en la aparente sexualidad satisfecha de su marido que él podría desear algo más por el lado de la parcialidad de la pulsión: trasero. Y con esa asociación se devela que el marido podía interesarse por el trozo de trasero de cualquier muchacha, aún si no fuera bonita, aun si fuera flaca.
Esta sustitución del caviar por salmón y del salmón por el trozo de salmón nos dice mucho sobre el deseo de la histérica y sobre el enigma de qué quiere una mujer. Y como si fuera poco, sobre la condición masculina, condición que Freud la describe en “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa” en “Contribuciones a la psicología del amor”, donde dice que hay una lógica masculina que separa el amor y el deseo. Hay hombres que cuando aman no desean y cuando desean no aman.
Entonces, el sueño enseña que la identificación histérica se produce de deseo en deseo. En el parágrafo 8 lo trae: “como este deseo no alcanza para nada (¿cómo recibir a toda esa gente con esa única rebanada de salmón?) no tengo más remedio, al final de los finales (y del sueño) que renunciar a mi deseo de invitar a cenar (o sea a mi búsqueda del deseo del Otro que es el secreto del mío). Todo ha fallado y usted dice que el sueño es la realización del deseo ¿Cómo arregla usted eso profesor?”
Pero sucede, que el deseo no se escamotea tan fácilmente. Hay aún más. Queda por precisar cuál es la identificación que busca nombrar el ser en falta. Acá el horizonte del ser está ordenado a partir del falo y es por eso que, cuando Lacan intenta situar la identificación del ser de la paciente, la que nos daría la clave de la fórmula del deseo del sujeto, allí nos dice que se trata de ser el falo; lo que la bella carnicera desea es ser el falo. Lacan se ha ocupado de situar muy precisamente esa función del falo en el sueño de la Bella, para mostrar que está en el centro de toda la articulación del deseo al sujeto.
“Ser el falo, aunque sea un poco flaco” ¿No es ésta la identificación última con el significante del deseo?
Vemos que para Lacan el deseo es el hilo conductor del tratamiento analítico hasta el final. Para orientarse, en ese lugar del deseo, Lacan va a introducirnos, va a ponernos a disposición, lo que él considera que es la brújula, y esa brújula es el significante del falo. La bella desea ser el falo como un modo de identificación última que pueda resolver esa división de su falta de Ser. Pero esto tampoco es la solución.
Es importante señalar que, en este texto, Lacan va tratando de ir más allá de esa identificación. No la falta en ser sino el ser, que es del registro de la pulsión y del objeto.
Una pregunta que se hace Lacan refiriéndose a la culminación de la cura en Freud. Dice: “¿Tendremos que deletrear el papel del significante para que se nos vuelva encima el complejo de castración, y esa envidia del pene del que Dios nos libre, cuando Freud, llegado a esa encrucijada, no sabía para donde tirar, pues no veía más allá sino el desierto del análisis? Si, pero los llevaba hasta allí, y era un lugar menos apestado que la neurosis de transferencia, que lo reduce a usted a echar al paciente, rogándole que salga despacito para que se lleve sus moscas”. Es muy bonito lo de las moscas. Bassols dice que las moscas tienen una propiedad, la de estar siempre revoloteando, vuelven siempre un poco al mismo lugar, uno no puede quitárselas de encima. Tienen algo de la figura de lo Real.
TERCERA PARTE: EL GRAFO DEL DESEO
Marcela finos
Trataremos de ubicar en el grafo del deseo, algunas cosas de las que hemos ido puntuando.
Empezaremos por tomar “La significación del falo”. Allí Lacan habla de necesidad, demanda y deseo para dar cuenta de cómo surge el sujeto del deseo. En la página 670, donde viene hablando del falo como significante, cuya presencia tiene efectos y dice: “Examinemos los efectos de esa presencia. Son en primer lugar los de una desviación de las necesidades del hombre por el hecho de que habla (…) en la medida en que sus necesidades están sujetas a la demanda retornan a él enajenadas”.
Es decir, lo primero que nos dice es que hay efectos del significante sobre el viviente. Acá de lo que habla es de un sujeto mítico de la necesidad. Y agrega que estos efectos son los de una desviación de las necesidades del hombre por el hecho de que éstas están sujetas a la demanda. Es decir, el sujeto mítico tiene una necesidad, una intencionalidad que dirige al Otro, pero necesita hacerlo en el código de ese Otro primordial.
Además, Lacan nos dice que ese mensaje o esa intencionalidad que el sujeto dirige al Otro, en realidad es emitido desde el lugar del Otro. “Esto no es el efecto de su dependencia real, sino de la conformación significante como tal y del hecho de que su mensaje es emitido desde el lugar del Otro”.
De esta manera, la necesidad queda alienada a la demanda. En definitiva, es el Otro desde su lugar el que decide, el q sanciona cuál es la necesidad del sujeto. Lacan rompe con la concepción de que es el emisor quien codifica y puntúa el mensaje. Al contrario, dice que ese mensaje es emitido desde el lugar del Otro, es decir que el que puntúa lo que el sujeto necesita es el Otro. Y en esa puntuación algo se pierde, hay un resto, resto que se presenta en forma de deseo. Ese resto es el objeto causa de deseo. Un objeto particular de la especie humana que está perdido.
Y sigue: “Lo que se encuentra así enajenado en las necesidades constituye una urverdrângung (represión primaria, primer tiempo de la represión.) por no poder, por hipótesis, articularse en la demanda pero que aparece en un retoño, que es lo que se presenta en el hombre como el deseo”. Y a agrega a continuación que lo que se desprende de la experiencia analítica en relación a esto, «permite demostrar en el deseo su carácter paradójico, desviado, errático, excentrado, incluso escandaloso, por el cual distingue de la necesidad.»
De esta operación, de este encuentro del sujeto mítico de la necesidad con el Otro como tesoro de los significantes, hay un resto, en la medida en que el Otro no puede significar absolutamente todo, hay un resto inatrapable, imposible de articular a la demanda, un resto que constituye una represión primaria, pero que aparece como retoño, que no se deja capturar, y es lo que se presenta en el sujeto como deseo. El objeto de la necesidad en sí queda perdido, desnaturalizado, la necesidad queda alterada por el hecho de haber tenido que pasar por la demanda, por el encadenamiento significante.
Entre plantear el deseo de este modo y plantearlo como tendencia, en relación al instinto, es decir, en el plano biológico, hay una enormidad. Agrega que: “la demanda en sí se refiere a otra cosa que a las satisfacciones que reclama. Es demanda de una presencia o de una ausencia. Cosa que manifiesta la relación primordial con la madre, por estar preñada de ese Otro que ha de situarse más acá de las necesidades que puede colmar. Lo constituye ya como provisto del “privilegio” de satisfacer las necesidades, es decir del poder de privarlas de lo único con que se satisfacen. Ese privilegio del Otro dibuja así la forma radical del don de lo que no tiene, o sea de lo que llama su amor”.
Es decir que la necesidad, al tener que pasar por la demanda, al tener que ser puesta en palabras, sufre una desviación, una alteración. Al punto q la demanda, finalmente, se refiere a otra cosa que a las satisfacciones que reclama; en definitiva, termina siendo demanda de una presencia o de una ausencia, una demanda de ser. En la medida en que el Otro tiene el poder de satisfacer las necesidades del sujeto o de privarlas, se constituye como ese Otro omnipotente. Ese privilegio con el cual inviste a ese Otro, hace que se dibuje algo de la forma radical del amor de ese Otro. Es decir, el Otro no puede darle lo q le falta, no puede atrapar todo lo que le es dirigido por el sujeto, todo lo que puede darle es lo que se llama el don de su amor. Conforme empieza a aparecer la falta en el Otro, el niño puede empezar a preguntarse por el deseo del Otro, éste pierde su omnipotencia y el niño se angustia, porque también pierde esa garantía.
En ese punto, podemos ubicar el deseo en el grafo como la aparición del deseo del Otro, pero también del propio deseo del sujeto. Emerge el sujeto en su división, como falta en ser, que pide, y siempre va a pedir, una identificación para ese ser que le falta; una identificación que le venga desde el Otro. Le pide un significante que pueda cubrir esa falta de ser; desea ser el falo, lo que le falta al Otro, para poder completarlo, cómo modo de identificación última que pueda resolver esa división de su ser.
Para Lacan la cosa no queda ahí, en falo y castración, en la “roca viva” de la castración, diría Freud. Lacan explora ese más allá de esa identificación y ubica allí el registro del ser, que es el registro de la pulsión y del objeto.
Respecto al concepto de pulsión, digamos mínimamente qué Freud, en 1905, había planteado sus elementos: fuente, fin y objeto. Planteaba que ambas pulsiones, las de autoconservación y las pulsiones sexuales, buscan la satisfacción. La fuente está constituida por zonas erógenas, es decir, presentan un impulso que se origina en la excitación corporal. En 1915 agrega el empuje, por ser una fuerza constante.
Lacan sigue a Freud, pero ubica la pulsión como el efecto más virulento del significante en el sujeto. En el seminario 6, la pulsión tiene el estatuto de una demanda imperativa inconsciente. Designa una relación inconsciente al significante. Como demanda no se liga a los objetos, sino a los significantes. Cuando el sujeto se dirige al Otro, cuando es alcanzado por la cadena significante del Otro, y este algo le responde, y a la vez también le dirige una demanda, podemos pensar que así, en ese intercambio de demanda del sujeto al Otro, y del Otro al sujeto, en este interjuego se va armando la pulsión; esa juntura del cuerpo y del lenguaje que está presente en toda la experiencia analítica.
Lacan explora ese más allá de la identificación que reclama, de los significantes que le pide al Otro para que dé cuenta de su ser, más allá de la demanda que sería pura falta en ser. Eso es lo que demanda, que el Otro le dé el ser, significantes que den respuestas a sus enigmas, sobre el ser mujer, en la histeria, y por la existencia, en la neurosis obsesiva. La demanda, en definitiva, es demanda de ser. Lacan quiere, en ese más allá, ubicar los límites del ser; cómo resuelve el sujeto esa falta en ser. Y ubica que el sujeto se da un ser en el fantasma, en el objeto que está en juego en el fantasma. Y de allí el sujeto también obtiene satisfacción.
¿Cómo es el movimiento por el cual el sujeto se da un ser en el fantasma?
En el punto de emergencia del deseo del sujeto, que es el mismo punto en que puede ubicar un deseo o una falta en el Otro, el neurótico evita formular una pregunta en el lugar del Otro tachado. Pregunta que el Otro no podría responder, justamente porque está tachado, lo que le generaría al neurótico angustia. Antes de llegar al lugar de la falta en el Otro, donde no hay respuestas para el neurótico, elige desviarse tomando la ruta del fantasma.
De este modo nos quedamos más tranquilos, y en suma esa es la característica de la gente normal. No hacemos preguntas en el lugar donde no hay respuestas. Entonces a una pregunta jamás desplegada, el sujeto se da una respuesta anticipada en el fantasma, vía este cortocircuito, y en esa respuesta se da un ser: Soy … X.
Para tomar el caso que se viene trabajando últimamente: el de la mujer que mantenía jovencitos. «Soy una vieja mantiene péndex», «me quieren por mi dinero.» Esa es la característica de la gente normal, dice Lacan en el seminario 3”. Norma macho”, podríamos decir, de la gente normachizada. Es decir, andar con el fantasma cuestas para no encontrarse con el lugar donde las preguntas, en definitiva, no tienen respuesta, para no encontrarse con la castración. Y de este fantasma también va a obtener satisfacción, esa respuesta fantasmática anticipada, funciona como tapón de la castración del Otro.
Nosotros recibimos al sujeto con su síntoma, y sabemos que el síntoma está multideterminado. El síntoma es también el lugar del significado del Otro, dónde dijimos que el Otro pone el sentido, y en ese sentido el síntoma está en un punto determinado por el significado del Otro, pero el síntoma también soporta la incidencia del fantasma y el síntoma también tiene en juego una satisfacción pulsional.
A veces, la vida pone al sujeto en alguna situación, que puede ser de vacilación fantasmática, o de un síntoma que funcionaba y ya deja de funcionar, entonces ahí el sujeto consulta y tal vez empiece un análisis.
Si vamos al último párrafo del punto 8, ya mencionado: “Sí, pero los llevaba hasta allí, (la roca de la castración), y era un lugar menos apestado que la neurosis de transferencia, que lo reduce a usted a echar al paciente, rogándole que salga despacito para que se lleve a sus moscas”. Lacan le reconoce a Freud que al menos llevaba a sus analizantes hasta allí, y no los echaba rogándole que se lleve a sus moscas, es decir, que se lleven lo que molesta, lo que uno no puede sacarse de encima, lo real, dejando intocado lo real, el corazón del síntoma.
Para Lacan hace falta una posición particular del deseo del Otro para que el sujeto pueda dejar sus moscas en el análisis, una posición del analista que permita que el sujeto obtenga la demostración de la imposibilidad de obtener esa palabra que resolvería su falta de ser. A ese punto de imposibilidad será posible llegar habiendo agotado todo ese circuito de las demandas. Desde ese lugar podrá llevar al sujeto más allá, para obtener otra respuesta, no en términos de falta en ser, (polo significante del Otro tachado- pulsión) sino en términos de su ser pulsional.
Hace falta llevar al sujeto al lugar de la falta en el Otro, qué en el grafo está ubicado en S(A/). Este es el lugar que reserva para el analista, no Otro entero, que responde a la demanda aplastando lo más singular del deseo del sujeto, sino el lugar de S(A/).