¡Hay equipo!
Un real que nos enfrenta a una angustia inédita, que nos ubica ante los más oscuros temores, esos que no se asoman en lo cotidiano, nos pone de cara ante la pérdida, lo inestable, que hace emerger lo que menos brilla, que nos golpea indefectiblemente, en fin, un real que nos conmueve y a la vez nos empuja a hacer algo con eso.
Este es el escenario, en el que surge algo curioso, al menos para mí, aparecen en la inmediatez nuevas ofertas, demandas, de hacer, de producir, de responder como si las condiciones fueran las mismas, en el afán de borrar las diferencias, cayendo en el abismo ilusorio de lo posible sin límites, como si eso fuera posible.
Así, aparecen los links, las invitaciones, las contraseñas, las plataformas, las tareas en Word, PDF, el classroom, Zoom, Jitsi y vaya a saber qué otra cosa más, todos instrumentos para que la cosa funcione. Aquí es donde me surgen algunos interrogantes ¿es este un terreno propicio para aquellos que se ubican fácilmente en el lugar de amo? Donde lo que se pone de manifiesto es ese único interés en que la cosa marche, que funcione. Curiosas algunas fases que se leen, curiosas algunas imágenes. Y el esclavo produce, responde, hace que funcione.
Me pregunto entonces ¿cómo se hace para no caer en ese juego dessubjetivante y hallar el “motor de los deseos” necesario?, que nos ponga en la escena como sujetos, deseantes, y nos oriente a saber cómo hacer lazo en tiempos de aislamiento y pegoteo a los dispositivos tecnológicos.