Los miembros de la Comisión del Cid San Luis participamos con profundo pesar y tristeza el fallecimiento de
nuestra querida compañera, amiga y colega María Elena «Tukis» Carrás.
Destacamos de ella en este momento de despedida, su constante generosidad, entusiasmo, y sus valiosos aportes, desde sus poesías, su estilo literario, sus reflexiones, su participación en nuestras instituciones; tanto en la Biblioteca de Psicoanálisis de San Luis Eugenia Sokolnicka con sus escritos en la revista HUELLAS, como en el Cid San Luis como participante, como con las correcciones de nuestra revista regional Resonancias.
Enviamos nuestro más sentido afecto a su familia y amigos en este difícil momento frente a esta pérdida irreparable.
La hacemos presente compartiendo uno de sus cuentos, publicado en el 6°número de la revista Huellas:
Justo, un cuento.
No había una vez… Que Justo, no llegara a tiempo
«Soy puntual» aclaraba, dejando entrever hacia donde se dirigía.
Afuera, una tormenta pronosticada, granizo que no caía y en su lugar, Sol, que no se esperaba.
Una mujer, color de vino, dicen que le hizo apurar los pasos,
resistirse a lo irresistible o que al menos intentó intentarlo.
Ayer… Ahora le quedaba lejos.
Hasta ahí, Justo, había vivido solo, junto a los demás que como otros no lo notaban.
Habitaba en un lugar, antigua cuenca de paredes altas, escritas y abandonadas,
refugio de sus pesares, asilo de las miserias, hogar-custodio de su coraje.
Cuando llegó allí, cansado, roto, dolido, los días lo avasallaron…
En sus sueños sabía lo que quería y aunque se subió al tren equivocado, se quedó a comprobar hasta donde llegaba el yerro. Por pereza, por poco, no se habría movido. Así, en la vía casi quieta, encontró a mano, como en espejo, una imagen re-conocida que lo entretuvo un rato y lo demoró bastante.
Preso, repetía.
Se instaló, se instalaron, colgaron algunos cuadros, compartieron algunas telas, distintos trazos, densos colores, pálidas formas, todo, sin marco.
Sin movimiento… Pasaron años.
Aquel día, Justo, en ese momento abrió los ojos, entró a su sueño, tiró los cuadros, rompió el espejo, gritó en la puerta:
¡Adiós, no vuelvo!
La calle, en huelga. Justo, carnero, inició el tranco.
¿Adónde iba? Destino nuevo, barrio ignorado, vereda virgen, otras miradas, el viejo sueño.
Lo siguió el gato, dos o tres horas a ritmo lento, lo dejó solo, miró a lo lejos y eligió dueño.
¿Adónde iba? Justo, ahora, tan apurado, tan bien dispuesto. Iba al encuentro, el postergado, al tren correcto, al punto señalado.
Dio tantas vueltas, tantas excusas, tantas defensas, que no escuchó, que no miró,
que no creyó que el signo se había esfumado.
Y hubo una vez, que Justo, no llegó a tiempo.
María Elena Carrás.